Hace poco me tocó recibir en Chile a los consejeros del museo Peggy Guggenheim de Venecia. Eran 40 personas: intelectuales y empresarios de Europa y Estados Unidos. Yo tenía la responsabilidad demostrarles Santiago. Mi módico dilema era adónde llevarlos.
Algunos artistas me permitieron visitar sus casas o talleres. Pero, para mí, el gran desafío era demostrar que Chile tenía centros culturales públicos dignos. Porque hoy día se espera que la capital de un país civilizado tenga, al menos, los museos y los teatros de primera categoría que tiene cualquier ciudad de provincia en Estados Unidos o Europa.
Felizmente, me salvaron cuatro instituciones: el Museo de Artes Visuales (o MAVI), el Teatro Municipal, el Museo Precolombino y el Museo San Francisco. El MAVI, porque es un raro ejemplo de que en Chile hay filántropos dispuestos a crear un museo público, bien montado. El Teatro Municipal, donde algunos del grupo vieron el magnífico “Diálogos de carmelitas”, porque su nivel es comparable al de cualquier centro musical en el mundo. El Museo Precolombino, porque es una joya única: en Lima o México hay museos dedicados al arte precolombino del país, pero no existe uno universal, como el chileno. ¿Y el Museo San Francisco? Sus cuadros de escuela cuzqueña sobre la vida de San Francisco son insuperables, y su claustro es uno de los espacios sublimes que hay en la ciudad.
Estas cuatro instituciones dejaron a los poderosos extranjeros convencidos de que Chile es un país donde importa la calidad, donde hay sensibilidad fina. Al observar a los visitantes, me convencí de las externalidades positivas que prodigan estos lugares. Olvidémonos por el momento de los conciertos gratuitos del Municipal a lo largo del país, o de lo que significan una Verónica Villarroel o un Max Valdés como inspiración para músicos chilenos jóvenes. Olvidémonos de los programas educativos del Museo Precolombino. Olvidémonos de que el Museo San Francisco es un verdadero milagro de sobrevivencia de nuestro terremoteado pasado colonial. Olvidémonos de la inspiración que significa el MAVI para empresarios jóvenes con inquietudes filantrópicas. Pensemos sólo en el efecto económico indirecto de estas instituciones. Suben de pelo al país. Aumentan su valor. Es por algo que, en países desarrollados, el Estado y los privados invierten tanto en cultura.
Las cuatro instituciones me salvaron la semana, sobre todo porque no les dije a mis invitados que tres de ellas están por quebrar. El Municipal no ha podido iniciar la venta de la próxima temporada, porque puede ser que no se dé. ¿Qué ocurre? Joaquín Lavín, cuando era alcalde, en vez de vestirse con el teatro, en vez de jactarse de sus logros, como lo haría el alcalde de cualquier capital civilizada, se las arregló para que su financiamiento fuera compartido con el Estado y con Las Condes, Vitacura y Providencia. El resultado es que ahora nadie asume responsabilidad, ni siquiera el Gobierno, a pesar de que el Municipal beneficia a todo el país. En cuanto al Precolombino, el actual alcalde de Santiago se jacta de estar logrando buenos ahorros en basura y en ese museo, y ha cortado el aporte de la ciudad en 30 por ciento. En cuanto al San Francisco, no hay dinero para pagar sueldos.
¿Cómo podemos ser tan brutos? ¿El Gobierno no iba a dar un gran vuelco en Chile en asuntos culturales? ¿Dónde están los filántropos? ¡Que el Gobierno, los alcaldes y los empresarios se despierten! Como dice el Presidente, ¡cuidemos Chile! Eso empieza por cuidar las cosas valiosas que el país tiene.