Lo inmoral no es llegar a acuerdos, como cree la extrema izquierda. Lo inmoral -¡y prepotente!- es cerrarse a ellos.
Mucho se ha hablado de los diagnósticos equivocados que motivaron a este gobierno. Quiero concentrarme en dos de ellos, muy relacionados entre sí, y de allí explicar por qué un gobierno de Piñera los va a desechar, para el alivio de todos los chilenos.
El primero es el del malestar que habría en Chile. El segundo, la idea de que la política de los acuerdos fue un freno al progreso, además de inmoral. Los dos diagnósticos han estado fuertemente relacionados, porque los ideólogos de la NM lograron imponer la idea de que esos acuerdos de alguna manera condujeron al malestar. Según ellos, eran «arreglines» producto no de la convicción, sino de los «cerrojos» de la Constitución, el falso empate que imponía el binominal, y la vergonzosa ambición de los políticos, más interesados en el poder que en los principios; y su resultado fue la perseverancia de un odioso modelo que los ciudadanos rechazaban, por su ilegitimidad de origen, y porque querían menos competencia, menos consumo y más igualdad. De allí entonces el malestar, que solo se podía paliar derrumbando el modelo entero.
La primera -¿deliberada?- equivocación de estos ideólogos fue no fijarse en la enorme brecha que ya había en 2013 en las encuestas entre la visión relativamente positiva que tenía la gente de sus propias vidas, y la negativa que tenían de la vida de los demás. La gente se sentía bien, pero pensaba que los demás estaban mal. En fin, los ideólogos decidieron actuar solo sobre lo que pensaban de los demás, como si los chilenos supieran más de las vidas ajenas que de las propias. Y como para reforzar aun más esta ilusión de malestar, estos ideólogos quedaron pasmados con las marchas de los estudiantes en 2011 sin ver las muchedumbres que en un mismo día pululaban por los malls . Por otro lado, su empedernido paternalismo les impidió entender que a los chilenos nos gusta valernos por nosotros mismos, y sentirnos autores de nuestros propios logros. O si lo entendían, nos creían equivocados.
Felizmente estas erradas lecturas se van a ir esfumando cuando Piñera llegue a la presidencia. Desde ya la última encuesta del CEP las refuta con la máxima contundencia. Nada menos que el 70 por ciento de los encuestados se manifiesta satisfecho con su vida, si bien, claro, los mismos -¿influenciados por el negativismo de la televisión y de las redes sociales?- creen que solo el 21 por ciento del «resto de los chilenos» lo está. Por otro lado el 58 por ciento de los encuestados prefiere que los líderes «privilegien los acuerdos» contra un magro 25 por ciento que estima que deberían insistir en «sus propias posiciones». Obviamente la gente no piensa que los acuerdos entre políticos son «inmorales», o el producto de «cerrojos», o un freno al progreso.
En realidad la gente en Chile tiene en esto una postura muy liberal y democrática. La del que aprecia el diálogo porque lo cree enriquecedor. La del que sabe que nadie es, ni puede ser, poseedor único de la verdad. La del que reconoce que no se pueden imponer ideas propias sin antes tratar de entender las ajenas. La del que entiende que a veces hay que ceder puntos, aunque implique llegar a resultados sub-óptimos.
Es que lo inmoral no es llegar a acuerdos, como cree la extrema izquierda. Lo inmoral -¡y prepotente!- es cerrarse a ellos. Y es sabiendo eso que Piñera ha prometido un gobierno conciliador, uno que esté abierto a los grandes acuerdos y que una a los chilenos.
Por eso mismo se merece Piñera un mandato rotundo el domingo 19. Ojalá ese día recapaciten los que han pensado darse «un gustito de primera vuelta». Porque al aferrarse a ideas de nicho que consideran óptimas, ponen en riesgo el triunfo de ideas que, aparentemente, consideran meramente buenas.