El Mercurio, viernes 1 de septiembre de 2006.
Opinión

Los empresarios y el Gobierno

David Gallagher.

Los empresarios perciben que, en fin de cuentas, el Gobierno es bastante bueno, comparado, si no con un ideal, por lo menos con las alternativas en oferta.

He criticado los errores de cohesión, gestión y comunicación del Gobierno en sus primeros meses. En especial, me parecía que los ministros, algunos de los cuales están entre los mejores posibles para el cargo, actuaban con un exceso de timidez. También, que el Gobierno no ostentaba metas claras. Pero ahora estamos viendo cambios positivos. Nuestro excelente canciller ha agarrado vuelo, y una de las consecuencias más gratas ha sido el TLC con Perú. El ministro de Obras Públicas ya no está jugando solo: en su intento de introducir más racionalidad en las decisiones, ha recibido el apoyo de la Presidenta. Ella también le ha dado un fuerte respaldo al ministro de Hacienda, en su tarea de resistir los embates populistas. El Gobierno se ve mejor cohesionado, con objetivos más claros.

Todo esto se notó cuando la Presidenta y tres de sus ministros fueron al CEP. Juzgando por sus comentarios a la salida, los empresarios quedaron contentos con un gobierno que vieron fuertemente comprometido con la seriedad fiscal y el crecimiento. Quedó claro que para la Presidenta, sin estos últimos dos propósitos, sus otras metas, como la de que haya más protección social, no serían realizables.

El Gobierno, en poco tiempo, ha logrado bastante en materia de iniciativas económicas positivas. La ley de superávit estructural, un hito del gobierno de Lagos, estableció reglas para estabilizar los flujos fiscales. Con la Ley de Responsabilidad Fiscal, el Gobierno ha dado un gigantesco paso adicional, porque provee la institucionalidad para administrar los activos ahorrados. En cuanto a crecimiento, están las medidas reunidas bajo el lema «Chile compite». Fueron anunciadas a sólo cuatro meses de gobierno: aparte de ser buenas en sí, deberían ser vistas como una señal de lo que viene.

Es posible criticar a un gobierno desde un punto de vista maximalista, comparar sus medidas con un ideal. Pero, a la vez, hay que ser realista. Yo habría preferido que el impuesto de timbres a los créditos se hubiera eliminado del todo, pero debo reconocer que eximir los refinanciamientos es un avance que fortalece al deudor. En cuanto a los nuevos fondos de ahorro fiscal, yo habría preferido que se pudieran invertir en renta variable, y sólo en el exterior, porque así se da una señal más potente a los mercados cambiarios. Pero el punto central es que se hayan creado.

Los empresarios son prácticos y no pueden no constatar cuál es la oferta política alternativa real en el país. La presión por farrearse el botín del cobre es feroz, y no sólo de los miembros más populistas de la Concertación. Cabe recordar a los dos ex-candidatos presidenciales de la derecha, la misma semana en que la Presidenta visitaba el CEP. Uno manifestaba su apoyo a la bancada DC, en sus demandas de que Hacienda gaste más. El otro recomendaba «invertir», en programas en Chile, la mitad de los excedentes fiscales extraordinarios. La derecha tiene excelentes técnicos, capaces de tomar medidas que subirían la tasa de crecimiento. Pero no hay evidencia de que los políticos que los mandan los dejarían actuar, estando en el poder.

Los empresarios perciben que, en fin de cuentas, el Gobierno es bastante bueno, comparado, si no con un ideal, por lo menos con las alternativas en oferta. Creo que por eso le dan el beneficio de la duda. De allí pasarán al franco entusiasmo, si las protestas sectoriales de septiembre son enfrentadas con firmeza y serenidad, si la batalla del presupuesto termina bien, si se consolidan los ministros, y si se toman más medidas como las de «Chile compite».