El Mercurio, viernes 20 de julio de 2007.
Opinión

Los políticos y la gente

David Gallagher.

Lo probable es que Piñera y Lagos sean los candidatos en 2009, si logran sobrevivir a los ataques que recibirán no sólo de sus adversarios, sino también de sus aliados.

Los primeros titulares de la encuesta del CEP enfatizaron la baja de apoyo al Gobierno. A una semana, se van decantando algunos mensajes adicionales.

Primero, el equipo económico. ¿Por qué está con poco apoyo? Algunos de la Concertación creerán que es por ser «neoliberal». Sin embargo este equipo, que tiene un bajo puntaje entre gente de centro y de derecha, es aprobado por un amplio 56 por ciento de la izquierda. Lo mismo ocurre con la Presidenta: en la izquierda tiene apoyo mayoritario. Como sólo el 21 por ciento de la muestra es de izquierda o centroizquierda, frente a un centro que reúne el 41 por ciento, es dable concluir que tanto la Presidenta como el equipo económico, que para la percepción pública incluye al Ministro del Trabajo, serían más populares, para no decir más eficaces, si sus políticas fueran menos de izquierda.

El apoyo al Gobierno ha bajado en parte por el Transantiago, y la encuesta es rica en datos al respecto. Desde ya, el Gobierno es menos popular en la capital que en regiones. Pero lo mismo le ocurre a la Alianza. ¿Será que en Santiago la gente es menos ingenua, más crítica? El Transantiago es, curiosamente, mucho más impopular con la gente que no lo usa. Eso refleja la excitación con que los medios lo han reporteado. Con todo, una amplia mayoría cree que «el Transantiago es una buena idea, que debe ser perfeccionada», y los más creen que los problemas son más de ejecución que de diseño. Pésimas noticias para quienes anhelaban la muerte política de Lagos.

La oposición no se ha podido beneficiar de un pésimo semestre para el Gobierno: sólo un 19 por ciento aprueba su desempeño. ¿Por qué? A primera vista, la encuesta es contradictoria. Entre las prioridades que debería tener la Alianza, sólo el tres por ciento escoge la de «criticar los proyectos del Gobierno». Los más creen que la Alianza debería «aportar con ideas diferentes… para solucionar problemas». O sea, a la Alianza le va mal porque hace lo opuesto de lo que le pide la gente: critica todo y no aporta con ideas nuevas. En cambio, la política combativa de los Larraín parece quedar vindicada por una mayoría que cree que concentrarse en fiscalizar al Gobierno «es una buena estrategia para ganar votos». ¿No será que en este caso la gente no piensa en su propio voto, sino en el de otros? ¿Quiere que la Alianza aporte con ideas nuevas, pero cree que otros, más vulnerables a la demagogia, se dejarán llevar por su celo fiscalizador?

Hay otras respuestas que hacen pensar eso. Un aplastante 81 por ciento estima que el Gobierno y la oposición «deberían trabajar unidos» para el país. Hay un enorme mercado político que no se identifica con ninguna coalición, que no se siente de izquierda o de derecha, y que tiene una pésima opinión de los políticos: un abrumante 81 por ciento cree que priorizan sus propios intereses electorales sobre los del país. En general, el país está mucho menos polarizado que los políticos. Entre éstos, los de la Alianza dan la impresión de ser los más polarizados de todos, lo que por definición los hace impopulares. No es casual que cuatro voceros de la Alianza compiten con Guillermo Teillier para ser el político peor evaluado de todos los 35 medidos.

La excepción es Piñera. Como en su momento Lavín, él ha mostrado que la derecha sí tiene un camino ganador, que está en el centro no polarizado del espectro político, aunque todavía le deba a ese centro las ideas constructivas que la gente anhela. Lo probable es que Piñera y Lagos sean los candidatos en 2009, si logran sobrevivir a los ataques que recibirán no sólo de sus adversarios, sino también de sus aliados.