DF.cl 12 de julio de 2013
Opinión

Lucas Sierra: «El binominal al interior de las coaliciones ha alimentado un ánimo fraticida en la política»

Lucas Sierra I..

Cuando el tema de la reforma al sistema binominal se toma el debate político tras el sorpresivo acuerdo presentado por Renovación Nacional (RN) y la Concertación esta semana en el Congreso, el abogado y director interino del Centro de Estudios Públicos (CEP), Lucas Sierra, resume lo ocurrido en una sola frase: “Ya era hora de revisar el binominal”.

Sierra pone el acento en que la discusión de este tema, en un año electoral y mientras no tenga fecha, será sólo eso, una discusión.

Ya a comienzos de este año, Lucas Sierra abría los fuegos en un artículo sobre este asunto. “Por lo visto, el gobierno no va a tocar el binominal ni con el pétalo de una rosa. Menos en un año electoral”, afirmó. Ahora en entrevista con DF, Lucas Sierra desmenuza el debate que recién comienza.

– ¿En qué circunstancias y contexto nace el sistema electoral binominal? Ya son varios los proyectos que se han presentado ¿cómo han evolucionado las iniciativas?

- El binominal es relativamente nuevo en Chile, es parte de la regulación de la política diseñada por la dictadura. La idea, creo, fue generar un sistema mayoritario, que desincentivara la proliferación de partidos, incentivara dos coaliciones, y diera una cierta garantía a la presencia parlamentaria de la coalición de derecha, ya que, de no quererse esto último, se hubiera elegido simplemente un sistema uninominal. Hay varias propuestas de reemplazo, que van desde mecanismos más a menos proporcionales. La Comisión Böeninger hizo diagnósticos y propuso alternativas. También hay varias otras. Y otros tantos proyectos de reforma que se han ingresado al Congreso. Antecedentes no faltan. Más bien, falta voluntad política.

– A su juicio, ¿el binominal es representativo hoy en día?

– El problema del binominal es que le ha quitado competencia a la actividad política y, por esta vía, ha generado desafecto por parte de la ciudadanía, restándole relevancia pública al Congreso y al proceso legislativo. Ha generado dudas sobre la democracia representativa, levantando la ilusión de formas más “ciudadanas”, “sociales” o “directas” de ciudadanía. A mi juicio, todas estas últimas son recetas para el caudillismo, el populismo y, finalmente, el fin de la democracia. No es que el binominal haya excluido toda forma de competencia, genera competencia, pero justo donde no debe: al interior de las coaliciones, alimentando un ánimo fraticida en la política.

– ¿En qué sentido?

- El adversario no está realmente en la vereda del frente, sino que en la misma lista. Esto ha adelgazado el debate ideológico y la propuesta de ideas, porque es difícil un debate así al interior de las mismas coaliciones.
Le ha hecho daño a los partidos políticos, pues los incentiva a transformarse en bolsas electorales, con un peso indebido de caudillos locales, que pueden reelegirse con una gran ventaja. En síntesis, ya es hora de revisar el binominal y no encandilarse en el futuro con las primarias parlamentarias, que sólo tratan de maquillar la falta de competencia del binominal.

Hay que esperar…

– ¿Por qué cree que ha existido tanta “resistencia” por modificar el sistema por parte de los gobiernos de la Concertación y de la Alianza? ¿Lo considera un pendiente en materia de la agenda política?

– Imagino que a los jugadores les cuesta cambiar las reglas del juego, sobre todo cuando esas reglas, que ya conocen y les permitieron ser elegidos, les otorgan una importante posibilidad de ser reelegidos nuevamente y seguir jugando. No hay nada particularmente malo en esto, es muy humano. Lo que hay que hacer es decir que cualquier cambio en las reglas del juego, se aplicarán en uno o dos partidos más. Esta es la única manera de disolver el natural conflicto de interés que tienen hoy los “incumbentes” frente al sistema electoral vigente. La única forma es disolverlo en el tiempo. Por esto, mientras no se hable de fechas, la conversación sobre el cambio del binominal es sólo eso, una conversación.

– ¿Cuánto cambió el mapa electoral?

- La inscripción automática le introdujo una obvia incertidumbre al mapa electoral, la que no es necesariamente mala. Pero aún es muy luego, me parece, para sacar conclusiones al respecto. Por lo pronto, hay que esperar las elecciones de noviembre.

– El proyecto presentado por RN y la Concertación para modificar el binominal propone más diputados, un resdistritaje y un aumento de Senadores. ¿Qué tan proporcional y representativo podría ser esta iniciativa?

- Se reducen los distritos, pero se aumentan los cupos desde 2 a un rango de 3 a 8. Habría que ver más empíricamente cómo opera esto, cuánto compensa el aumento en el número de cupos la reducción de los distritos, pero es probable que aumente la proporcionalidad. Con todo, tiene el enorme problema práctico que involucra redistritar. Y, claro, enfrenta el desafío que enfrenta cualquier reforma al sistema electoral en Chile: tiene que haber un importante componente mayoritario en el Congreso mientras no cambiemos nuestra forma de gobierno presidencialista. Las leyes se dictan por dos actores: el gobierno y el Congreso.

– Pero a su juicio, ¿deben estar todas las fuerzas políticas representados en el Parlamento? El proyecto RN-Concertación habla de una representación de todas las “fuerzas significativas”…
– Tratándose de sistemas electorales, y en la medida que sean democráticos, no hay muchas cuestiones de principio. Se trata, más bien, de cuestiones prudenciales. Un sistema electoral puede definir un piso razonable para la representación, lo mismo que para formar partidos. El punto es que ese piso sea prudente y neutro, esto es, no definido para excluir a determinado grupo.


Sistema electoral mixto


– Y ¿comparte la idea de los senadores nacionales?

- Personalmente, me inclino por un sistema electoral mixto. Que tenga unidades electorales uninominales y listas nacionales, que pueden ser abiertas o cerradas. La proporción puede ser 2/3 para los primeros, y 1/3 para las segundas. Así, se resguarda la posibilidad de tener el necesario componente mayoritario al que me refería -por la forma de gobierno presidencialista- corregido por la proporcionalidad de las listas nacionales, las que, a su vez, le dan fuerza a los partidos políticos sin los cuales no hay democracia. En este contexto me gustan los senadores y diputados “nacionales”, es decir, los que van en el tercio de lista.

– Hay quienes señalan que esta modificación permitirá “quitarle impulso” a la asamblea constituyente ¿Comparte este juicio?

- Es posible. A mí me parece que el debate sobre la asamblea constituyente implica desahuciar demasiado luego el sistema político que tenemos, generando una vía paralela que no se justifica hoy, en absoluto. Es un distractor. Creo, eso si urgente reemplazar el binominal y yo agregaría dos cosas: eliminar los quórum supramayoritarios de ciertas leyes y el control preventivo de las leyes por el Tribunal Constitucional. Con estos tres cambios, perfectamente podríamos hablar de una “nueva” Constitución, al menos, para la regulación de la política. En este sentido, sí estas reformas permiten quitarle piso al discurso más bien artificial que hoy pide asamblea constituyente, y, al mismo tiempo, se evita que ese discurso vaya tomando vuelo y haciéndose más real.

“Una reforma para noviembre es una ilusión”


– En el fondo, ¿cree que existe voluntad política por parte del gobierno de cambiar o modificar el binominal?

- Habría que preguntárselo al gobierno.

– Ambos proyectos, el de RN y la Concertación, y el del gobierno serán discutidos en el Congreso ¿cree que puede comenzar a operar en las elecciones de noviembre?

- En la reforma del sistema electoral el tiempo es fundamental para diluir el conflicto de interés que naturalmente tiene los parlamentarios “incumbentes”. Una reforma para noviembre es una ilusión riesgosa, además, porque ya se le han introducido a la regulación de la política cambios mayúsculos, como son la inscripción automática, el voto voluntario y, en menor medida, esta ley de primarias que se dictó prematuramente.

– ¿Qué lecciones se pueden sacar del “golpe de timón” que dio RN y la Concertación?

-No lo sé. Pero al conocer esta noticia no dejé de acordarme de ese otro “golpe de timón” que dieron RN y la DC hace como un año y medio, con el que proponían incluso un cambio de la forma de gobierno hacia el parlamentarismo. ¿Qué pasó con eso?


– ¿Se pone en juego la unidad que requiere la Alianza para enfrentar a la Nueva Mayoría en noviembre?
– No lo sé.