El Mercurio, lunes 24 de septiembre de 2007.
Opinión

Más de lo mismo

Lucas Sierra I..

En «Parsifal», la obra de Wagner, hay una idea inquietante por lo paradójica que suena: lo que produce la herida es lo que la cura. En esa obra, el rey Amfortas ha sido herido por una lanza. La herida es porfiada y no sana. Es tarea del joven Parsifal recuperar la lanza y tocar con ella la herida. Cuando finalmente lo logra, ésta se cierra de inmediato y el rey se recupera. Sana la herida lo que la hizo.

Sospecho que esta idea puede ser aplicada a los tiempos que corren en Chile. Son tiempos caracterizados por el proceso de modernización sin precedentes que desencadenó la transformación capitalista ejecutada hace 30 años. En dictadura, pero continuada y extendida en democracia.

Esta modernización ha estado acompañada de una expansión del bienestar también desconocida entre nosotros. Todos los índices imaginables así lo atestiguan: esperanza de vida al nacer, expectativa de vida, salud de la población, cobertura educacional (universitaria, especialmente), infraestructura, aumento de los ingresos, bienes de consumo, en fin, una notable disminución de la pobreza.

La vuelta de la democracia complementó la libertad del mercado, expandiendo la libertad a la política y al mundo de lo público. Hay una razonable libertad de expresión, en un escenario general básicamente libre. Y, en varios sentidos, más igualitario que lo que nunca ha sido. Éste ha sido el resultado del llamado «modelo».

Todavía hay pobreza, qué duda cabe, y el crecimiento ha generado una desigualdad especial: aunque todos nos hemos hecho más ricos, la brecha absoluta entre ricos y pobres ha crecido. Esto ha sido presentado como una herida, la herida del «modelo». No estoy seguro de que efectivamente lo sea, si la pobreza va disminuyendo. Pero así ha sido presentado y hay que buscarle cura. ¿La receta? Está en «Parsifal»: más de lo mismo. Más crecimiento y, sobre todo, más del soporte institucional de ese crecimiento.

Este soporte significa, entre otras cosas, un orden político y económico basado en reglas generales y parejas (para resistir las presiones sectoriales y el corporativismo); un proceso legislativo y partidos políticos a los que se les confía la definición de ese orden (para inocularse contra el populismo y el embrujo del gobierno «ciudadano»); una política social fundada en subsidios focalizados y no en los sueldos (para evitar el error de separar la remuneración del trabajo de su productividad), y una idea de la igualdad que es más formal que sustantiva: igualdad ante la ley e igualdad de oportunidades.

Más «modelo», entonces, para curarnos del «modelo».