OPINIÓN / Revista Capital
Opinión

«Me siento súper orgulloso de ser empresario»

Juan Obach.

«Me siento súper orgulloso de ser empresario»

En esta conversación que se extendió por casi tres horas habló de todo: de la influencia del centro de estudios, de las presiones que recibe, de su defensa a la elite, de su amistad con el presidente Sebastián Piñera, de su infancia escasa de recursos, de su pasión por el yoga y de sus aprehensiones frente al plebiscito que se avecina.

por María José López

A fines de octubre Juan Obach caminó a la estación de metro más cercana a su oficina, en El Golf. Deslizó su BIP! por el torniquete y se trasladó hasta Salvador. Se dirigió a Plaza Italia y asistió a una marcha –“pasiva”, aclara– porque tenía curiosidad. “No fui a participar, fui a mirar. Y ver esa zona destruida me dio pena. Es como esas películas donde todo se está quemando”.

El 8 de marzo puso fin a sus vacaciones. Primero estuvo en el sur de Chile, luego en Europa junto a unos amigos que conoció durante un año sabático en Francia, en 1997, donde estudió Historia y Literatura Francesa en La Sorbonne, París. Ahí sumó un cuarto idioma a la lista (ya sabía inglés e italiano). “Fue un aterrizaje forzoso”, dice un día después de instalarse en la capital, donde se encontró con nuevas manifestaciones y con el Covid-19 ya instalado en territorio nacional, con las bolsas del mundo desplomándose y el precio del petróleo en el suelo. “Llego más pesimista con la situacion ecónomica mundial, pero con ganas de pelear por Chile. Todas las proyecciones de crecimiento en el mundo van a la baja y más que nunca se necesita una enorme responsabilidad y prudencia en el manejo del país. Se complicó todo con el coronavirus”, argumenta desde su oficina en un edificio en Apoquindo donde controla sus negocios –Vidrios Lirquén, Pathfinder, Papeles y Packaging e Inversiones BO– junto con su histórico socio Félix Bacigalupo. Lo dice con conocimiento de causa: su portafolio lo lidera la exportación de cerezas a China.

Obach le dedica ad honorem el 50% de su tiempo al CEP, y cuenta que desde que asumió, en diciembre del 2018, se autoimpuso una meta: llegar a los jóvenes. “Es un mundo diferente y es muy difícil transmitir las ideas. Con Leonidas Montes (director ejecutivo) nos entendemos y coincidimos. Y se implementó muy bien gracias a las empresas asesoras que contratamos (Reactor, cuyo socio es Felipe Cádiz, el mismo del ministro Ignacio Briones) y a que todos los investigadores se adaptaron a esta necesidad”.

El salto fue “cuántico”, asegura. Las cifras del 2019 son prueba de ello: hubo 119 invitados, 3 mil apariciones en medios de comunicación y alcanzó los 120 mil seguidores en redes sociales. “Tenemos presencia en todas las plataformas multimedia. Eso es nuevo aquí. Hemos tenido invitados que son fantásticos y a veces se perdían porque no los comunicábamos bien o porque había tacos en la ciudad. Hoy los seminarios se llenan y se ven por streaming también. Esto es lo que marcó el 2019 y nos diferencia del 2018”, explica.

Hablar más fuerte y la música

En febrero Juan Obach se instaló junto a sus seis hijos –dos hombres y cuatro mujeres– en un campo que tiene en Ralún, cerca del río Petrohué, en la X Región. Es un lugar donde, sobre todo, camina y lee. “Ahora, por mi puesto en el CEP, los libros que repaso son más bien académicos. Tengo que conocer a los intelectuales de vanguardia”, explica el empresario, quien llegó al think tank en 1986, reclutado por su ex presidente –y amigo– Eliodoro Matte.

En esta búsqueda de referentes, conoció al filósofo británico Roger Scruton, durante un viaje a Londres junto a Montes. Iba a ser el expositor del seminario con el que el CEP celebrará los 40 años que cumple el 2020, sin embargo, el escritor murió de un cáncer fulminante el 12 de enero. “Es la persona más culta y empática que he conocido. Era de izquierda, pero para la Revolución de 1968 en Francia dijo: ‘Yo no quiero destruir todo’. Y fue atacado por la izquierda. Eso pasa hoy en Chile: se funa al que no piensa como las mayorías”.

-¿Ha cambiado algo en el CEP tras el estallido, alguna reflexión interna?

-Más que un cambio, hay un mea culpa a no haber hablado más fuerte, no haber sido más claros. Una de las razones que hace caer a las democracias es la polarización de la elite política, lo dice Daron Acemoglu (economista y profesor del MIT). Nuestra elite política está totalmente crispada. Y eso ha hecho que no avancemos en educación, por ejemplo. Las encuestas del CEP muestran que la gente está contenta con lo que ha logrado, pero sienten la pobreza cerca. Por eso es una irresponsabilidad decir que el crecimiento no importa. Quizás no fuimos lo suficientemente empáticos en pelear esto porque en el segundo gobierno de Bachelet el crecimiento se nos va a las pailas. Eso ha traído consigo la explosión.

-¿Responsabiliza al gobierno anterior por el estallido?

-Yo creo que no es culpa solo del gobierno anterior. La culpa del estallido, principalmente, es la falta de crecimiento. Parte con Bachelet 2 y Piñera no ha logrado dar la solución, porque desde que asumió le dicen “no” a todo. Este año, con la explosión social, vamos a tener un crecimiento de un 1% cuando debiera ser de 6% si es que queremos salir de la pobreza: todavía tenemos un 10% de pobreza extrema. Si en vez de crecer al 1%, lo haces al 5%, todos los años tienes 12 mil millones de dólares más para repartir. Con eso podrías subir el pilar solidario de 1.600.000 jubilados de 120 mil a 360 mil pesos. O podrías construir 24 hospitales como el Félix Bulnes. Lo que quiero graficar es que con crecimiento tienes la plata. El resto es música. Por eso el crecimiento es un asunto moral. Y una de las culpas que uno tiene es no haberlo gritado mucho más y mucho antes. Cualquier político que te diga que no es así, es un irresponsable que quiere la retroexcavadora y que se acabe todo esto, todo el sistema…

-¿Por qué cree que el crecimiento genera rechazo?

-Crecimiento es como una palabra cochina para algunos. Y creen que la preocupación de todo el mundo es la Constitución. Pero a los pobres no les interesa eso. Les interesa estar en un país que solucione sus problemas urgentes.

-Otros plantean que quienes tienen más, distribuyan más; o que se aumenten más los impuestos…

-Puedes repartir todo lo de los ricos y nunca más hubo riqueza. Una empresa como Cornershop, por ejemplo, si se da cuenta de que les van a poner un 50% de impuestos, y a sus herederos por ley no les va a quedar nada, ¿qué hacen? Se instalan en EE.UU. Entonces, o es una ignorancia o es una amargura, no sé, no estoy en esa mente. De que hay injusticia, no lo puedo negar. Y eso hay que corregirlo, mejorando las pensiones, la educación… También mejorando el sistema y que no haya monopolio ni acuerdos. En la época de Bachelet se dio gratuidad en la universidad cuando lo que falta es educación a los niños que nacen en lugares pobres, pues no tienen ningún futuro. Pero el que más grita tiene la ventaja. Silvia Eyzaguirre, que es nuestra principal investigadora en educación, lo viene diciendo hace más de 15 años.

¿Aprueba o rechaza? “El voto es secreto”

-¿Aprueba o rechaza?

-Es tan válido el apruebo como el rechazo. No debemos dejarnos amedrentar por la violencia. Este es un sistema democrático y en buena lid esto se acordó entre gallos y medianoche, con un apriete al gobierno gigantesco, pero así se fijó un plebiscito de entrada y uno de salida: uno en que “apruebo o rechazo” y en que opto por comisión mixta o constituyente. Y al final, otro para votar si ratificamos o no el resultado que quedó. Lo concreto es que un 37% prefiere comisión mixta, pues creen que los que fueron elegidos específicamente para esto van a hacerlo mejor que los que no tienen idea del tema. Lo otro que me preocupa es la hoja en blanco.

-¿Que se reescriba la Constitución completa?

-No estoy de acuerdo con eso. El texto que se someta a plebiscito deberá rescatar el carácter de República del Estado de Chile. Su régimen democrático, las sentencias judiciales firmes y ejecutadas, y los tratados internacionales vigentes. Hablar de la hoja en blanco es un infantilismo. Es infantil pensar que se pueda partir de la nada. Y lo más urgente: se requiere tranquilidad y que cada uno de sus miembros pueda deliberar con autonomía, sin amenaza, funa ni extorsión.

-¿Y qué va a votar?

-El voto es secreto. Estoy de acuerdo en que hay que reformar la Constitución, que aunque lleva la firma de Lagos, tiene el sello de Pinochet. Pero no hacer una nueva. Y una de las soluciones es que el nuevo Parlamento que se elija tenga fines constitucionales. Hay salidas más allá del apruebo. Cualquiera que te proponga una panacea, que es lo que ha pasado en estos regímenes refundacionales que quieren cambiar todo, no logras nada. Porque una nueva Constitución no va a arreglar los problemas más urgentes… si siguen prometiendo eso, la gente se va a frustrar y habrá otro estallido por ese malestar. Pero en Chile la gente no es tonta y eso no va a pasar.

-Por intuición, Juan Obach va por el rechazo.

-¡Es que usted no puede intuir eso! Pero estoy pensándolo mucho, obviamente. Porque una hoja en blanco es una irresponsabilidad, es jugarse al país entero por el capricho de unos pocos. En las encuestas del CEP nunca más de un 6% quería una nueva Constitución. Puede que gane el apruebo y traiga un aumento gigantesco de la pobreza, por toda la incertidumbre, y eso es muy peligroso.

-¿El CEP está inclinado al apruebo o rechazo?

-El CEP tiene un respeto por la libertad dentro de la institución que es total. No se me ocurriría preguntarles. Y si alguno quiere decirlo en sus columnas, bien. Tenemos a grandes investigadores y pensantes. Y todos analizan en profundidad la situación. Pero no hay una voz ni opinión general en cuanto a qué hacer.

Mi amigo el presidente

Juan Obach era un conocido montañista. Subió el Kilimanjaro, el Shisha Pangma en Nepal y varios cerros más. Pero hace cinco años el yoga desbancó su antigua pasión. “Dormía mal, me despertaba cada cuatro horas. El yoga ha sido un camino bonito, me ayudó mucho y me mantiene joven. No es que quiera vivir más, pero tengo un hijo de 10 años. Tengo que estar bien (ríe)”. Su primogénita tiene 42.

El 16 de enero y después de su rutina de ejercicios de la mañana, lo llamaron del CEP para decirle que le habían enviado la encuesta que le dio un 6% de aprobación al presidente. “No tengo acceso a esta información sino hasta el mismo día en que el país se entera”, aclara.

-El porcentaje de rechazo al presidente fue la principal noticia. ¿Cuánto le afecta como amigo?

-Es fuerte ver los resultados, pero fue una profecía autocumplida. Pero esto no es contra Piñera, no es contra el ejecutivo, es contra todas las instituciones que no están dando el ancho. Pero claro, me duele en lo humano, obvio. A él le tiene que dar un dolor tremendo cuando lo lee también. Pero gracias a Dios, él no me ha llamado y yo tampoco. Desde que soy presidente del CEP, nunca hemos hablado de la encuesta.

-¿Qué tan amigos son?

-No somos mejores amigos, pero somos bien amigos. Fui su alumno en la universidad y tenemos mejores amigos en común, como Ignacio Guerrero…

-Son parte del grupo “Club de Toby”, con el que suelen irse a su casa en Ralún (también participa jorge errázuriz, Ignacio Cueto, entre otros…)

-Efectivamente. Y nos íbamos en noviembre, pero lo suspendimos porque consideramos que era una frivolidad en este minuto que está viviendo el país. Igual, el presidente nunca hubiera ido.

-¿Le ha dado su apoyo?

-Yo creo que en estos momentos, lo más importante es dar un apoyo completo en lo humano, porque yo lo estimo, y es una persona que se está sacando la mugre por su país… tenemos un buen presidente elegido democráticamente y está defendiendo hoy día la democracia. No se le reconoce nada. Imagínate que ahora lo comparan con Pinochet. Es una cosa increíble.

-¿Cómo evalúa su gestión durante la crisis?

-Mira, el presidente tiene súper claro el peligro que está corriendo nuestra democracia producto de la violencia desatada desde octubre del año pasado. Ha sabido adaptarse, nunca pensó hacer una reforma a la Constitución, y nombró a ministros como Gonzalo Blumel e Ignacio Briones que no vienen marcados por el pasado. Lo veo muy empoderado y con fortaleza.

-Es de los pocos que aún lo sigue defendiendo…

-Él ha sabido adaptarse a este tsunami. La policía estaba totalmente descabezada, con actos de corrupción en la plana mayor, y claro, la actuación de Carabineros ha sido la menos feliz del mundo. El presidente no ha tenido las herramientas y probablemente pudo ser mejor en muchas cosas, pero él se ha encargado de defender la institucionalidad, la democracia a toda costa y con mucho coraje. Aunque obviamente el presidente y el gobierno podrían haber hecho algunas cosas mejor y con más empatía.

-Su hijo Juan José trabaja en el gobierno, coordina el mejoramiento del gasto público. ¿Está muy complicado?

-Todos saben lo difícil que está la cosa, pero no hablamos de temas que lo compliquen a él, ni asuntos que me compliquen a mí.

“No me acompleja ser de la elite”

Cuando se le pide describir al CEP, Juan Obach responde: “Es un centro independiente política y económicamente: tiene 85 contribuyentes fijos y ningún grupo económico puede entregar más de un 10%. Y a pesar de las presiones que hemos tenido, nadie influye en las encuestas. El que no está de acuerdo, se puede ir”.

-Sigue siendo el centro de los empresarios…

-Es así. No de los empresarios, pero ligado a los empresarios. Queremos tener un mejor país. Por eso hacemos políticas públicas.

-¿No hay conflicto en estar ligado a empresarios?

-No, yo me siento súper orgulloso de ser empresario. No solamente lo admito, sino que estoy orgulloso de serlo. Y espero contribuir con mi granito de arena al país.

-Hay quienes dicen que el CEP ha perdido relevancia. Que no es como en la época en que iban los candidatos presidenciales, presidentes en ejercicio…

-Cambiaron los tiempos. Hacer una reunión privada es sinónimo de que se está haciendo alguna cosa rara. La forma de influir es distinta. Y por qué tiene que influir el CEP, porque busca mostrar todas las posturas de políticas públicas, las explica y ahí cada uno verá si las comparte o no. Cambió la forma de comunicarse, pero no hemos perdido relevancia. Es cosa de ver los salones llenos.

-El CEP representa a la elite, sector de la sociedad que ha sido cuestionada estos meses…

-El CEP es de elite. Pero es tan de elite como una universidad. Y no tengo ningún complejo con que lo sea, pues las elites son importantes. Si uno se va a operar, quiere que el doctor sea creíble; si uno vuela, que el piloto lo haga bien. Lo importante es que las elites estén para el servicio del país, no para el propio.

-Parte de la elite se ha excusado por sus privilegios.

-Yo no tengo ningún complejo en ser de la elite ni ser empresario. Hoy están todos avergonzados de ser empresarios, de que les haya ido bien. Si uno se equivocó, evidentemente hay que pedir disculpas, como en cualquier actividad. Pero si no, ¿por qué?

-¿Qué le pasa con discursos como el de Mon Laferte? En su show en Viña ella habló de su infancia carente de recursos y del hambre que muchas veces pasó.

-Déjame contarte la historia de mi abuelo…

El presidente del CEP entonces relata quién fue José Obach Puyol, un hombre de origen catalán (el apellido se pronuncia Ubak) que llegó con 18 años a Chile en 1910 desde Segur, un pueblo de montaña en el Pirineo. Ganó un boleto para viajar a Buenos Aires, no le gustó y viajó al otro lado de la cordillera. Trabajó en un emporio por dos años y vivió debajo del mostrador donde se exhibían los cántaros de vidrio con la cebolla en escabeche. Así, y por el contacto con el vinagre, perdió el olfato. “Pasó dos años de penurias, con un mal salario. Después se fue a Antofagasta, conoció a mi abuela, Rosa Mella, logró instalar una fábrica de envases y le fue bien. Vino la crisis del 30, perdió todo y volvió a Santiago con tres hijos. Aquí trabajó como distribuidor de CCU en el centro”. Y añade: “Este es un país donde todos han sido pobres para atrás. Y yo le diría a Mon Laferte que siga haciendo su trabajo, que lo hace fantástico, y que ojalá todo el mundo sea en su actividad tan exitoso como ella. Ella debiera estar orgullosa por dónde está, porque sus hijos van a poder estudiar y dar el salto. No debiera estar alegando contra los demás, sino colaborar. Yo nunca vi riqueza, y no reclamo.

-Pero estudió en el Grange, en la UC, en Stanford…

-Mi papá (Sebastián Obach) fue militar hasta teniente y después se fue a trabajar con mi abuelo. Mi mamá (Amelia González) quedó huérfana a los 12 años. Eran muchos hermanos y comenzó a trabajar en el Seguro Social a los 13. Su sueño era que sus cuatro hijos tuvieran educación y aprendieran inglés. Yo soy el tercero, y nos metió al Grange porque mientras trabajaba en CCU se dio cuenta de la importancia que tienen los idiomas. Pero no se compró un traje en su vida. Nunca hubo plata. No tuve nada, mi casa era muy chica, nos movíamos en micro. Por eso creo en la educación. O sea, yo le diría a Mon Laferte que mi mamá fue más pobre que ella. Y que los empresarios no andan por ahí fumando puros.

Obach insiste en que en la actualidad hay una demonización de todo el mundo, de todas las actividades. “No estoy de acuerdo con eso. Hay empresarios que lo han hecho mal, y no corresponde. Pero varios que andan calladitos por la calle y que lo hacen fantástico, dan empleo, tratan bien a su gente, no porque sea moda, sino porque les nace. Aquí hay gente que quiere dinamitar a la elite actual, para poner una nueva. Entonces yo digo no, momentito, elite siempre vas a necesitar”, agrega.

Con todo, reconoce que hay mucho que cambiar: “A quien le fue bien, no puede decir “me fue bien porque soy un macanudo”. Nos va bien porque el país crecía. Porque fuimos educados de cierta manera. Y yo creo que a varios se les fueron los humos a la cabeza. No me corresponde dar nombres, pero tenemos claro qué actitudes deben quedar fuera. Hay que acoger, escuchar… Vivimos tan apurados que varios se olvidan del resto del mundo, entonces yo creo que tenemos que humanizarnos más. Y ahí tenemos toda la culpa”, reflexiona.

-Varios empresarios han hecho mea culpa…

-Lo que no me gusta es empezar a pedir disculpas por todo. Pedir disculpas poco menos porque nací, no. Yo no estoy de acuerdo con estar pidiendo disculpas. Si he cometido un error, claro, está bien. Si tengo conciencia y no la tuve antes, bueno, lo corrijo. Pero un poquito más para callado. No con tanta vociferación.