El Mercurio, 1/10/2011
Opinión

No al salame

Lucas Sierra I..

No se trata de una proclama vegetariana. Al contrario, este paciente no está para zanahorias ni lechugas, sino que para dosis importantes de proteína animal . De proteína institucional, mejor dicho.

«No al salame» es una de las conclusiones más importantes de la visita del cientista político chileno Arturo Valenzuela. Convidado por Cieplan y el CEP a inaugurar un ciclo de talleres destinados a repensar el sistema de partidos y el escenario institucional de la política, el profesor Valenzuela advirtió sobre la necesidad de concebir cualquier reforma como un sistema, un concepto general, para que entre sus distintas partes exista correspondencia y armonía.

El salame, en cambio, implica impulsar reformas puntuales aquí y allá, relativamente aisladas entre sí. Como las tajadas en que, una a una, se comen los salames. El salame implicaría, por ejemplo, avanzar una ley de primarias sin antes tener proyectos destinados a reforzar institucionalmente los partidos políticos y a modificar el sistema binominal. O bien presentar un proyecto destinado a reforzar los partidos mediante financiamiento público sin apuntalar antes al Servicio Electoral para que sea capaz de fiscalizar el buen uso de estos recursos.

Arturo Valenzuela se reunió con académicos, parlamentarios, funcionarios de gobierno y miembros de partidos. En estas conversaciones fue posible advertir un sentimiento compartido sobre la necesidad de mejorar lo que existe. Esto que fue diseñado en dictadura operó durante la transición, y hoy, pasada ésta, nadie parece discutir que cumplió su ciclo.

¿Qué se cambia y cuánto? Aquí empiezan las diferencias, aunque parece haber un par de ideas bastante compartidas: inscripción automática en los registros electorales y modificación del binominal. Sobre esto último, Valenzuela sugiere más proporcionalidad, con una fórmula que castigue a los partidos más chicos y premie a los más grandes. Esto, para impedir que se atomice excesivamente el sistema de partidos y se agudicen los males del presidencialismo.

Los males latentes del presidencialismo son unas de las obsesiones de Arturo Valenzuela. Tiene razón: las democracias más estables del mundo son parlamentarias. Excepto Estados Unidos, donde Valenzuela vive y enseña. Pero la democracia norteamericana, a diferencia de la nuestra, es federal, tiene dos partidos, y su presidencialismo es más tenue que el nuestro. Por historia y cultura -explicó-, nosotros tendemos al multipartidismo. Un motivo reforzado para preocuparse por el presidencialismo fuerte que tenemos.

Asociado a este presidencialismo, el profesor puso el dedo en la llaga de la contingencia. Se refirió a la situación de los ex Presidentes y a la inexistencia de una norma que les impida volver a ser candidatos. Él cree que deberíamos tener reelección por un segundo período sucesivo, sobre todo si son de cuatro años. Pero criticó la situación actual en que, no existiendo reelección sucesiva, los ex Presidentes pueden volver a ser candidatos después. Un mal latinoamericano -señaló- que deja a estas importantes figuras vagando en el limbo de la posibilidad incierta de repetirse el plato y echando una sombra sobre sus coaliciones. Bajo esta sombra, la renovación es difícil y crece la indefinición. A pocos días de que la Concertación exhiba al país la forma de su reciclaje, estas palabras resonaron de una forma especial.

El cuerpo político en Chile ha alcanzado un estado delicado, digno de atención. Esta atención debe prestarse a todos sus órganos, con el fin de hacerse un diagnóstico general, sin perjuicio de que después los remedios se vayan administrando por separado y en tiempos distintos. Aunque el paciente requiere con urgencia proteínas, el salame está contraindicado.