La Segunda
Opinión
Encuesta CEP
Estallido social
Política
Sociedad

No lo vimos venir

Aldo Mascareño.

No lo vimos venir

Si alguna lección deja el uso de aquella expresión, es preguntarse qué es lo que la política de hoy «no ve venir».

“No lo vimos venir” fue una expresión recurrente entre actores políticos durante el estallido social. Por cierto, ninguna sociedad puede prever el futuro, pero la fórmula “no lo vimos venir” es para un buen político algo así como alegar desconocimiento de la ley para un buen ciudadano. Simplemente, no se puede. Si alguna lección deja el uso de aquella expresión, es preguntarse qué es lo que la política de hoy «no ve venir».

Lo primero que no ve venir es la conjunción de distintos procesos críticos en los últimos cinco años. No es sólo el estallido; son sus consecuencias entrelazadas con los efectos sanitarios y educativos de la pandemia, con el parlamentarismo de facto de los retiros, con la limitada inversión y crecimiento a raíz de la incertidumbre constitucional, con la ola migratoria más masiva en la historia de Chile, y con el ascenso del narcotráfico y la violencia como preocupación cotidiana. El estallido fue excepcional, pero el problema hoy es la convergencia de todos estos procesos críticos.

Como consecuencia de esta tormenta perfecta, tampoco se observa el error de seguir denominando “malestar” a tal conjunción de problemas. El malestar es indeterminado y vagamente localizado. Por el contrario, actualmente la población conoce las fuentes de riesgos, peligros y daños: delincuencia, narcotráfico, pensiones, salud, educación, corrupción. La denominación “malestar” perpetúa la indefinición y retarda la intervención sobre el problema. En cambio, la de riesgos y peligros la especifica en daños actuales o potenciales y la vuelve objeto de políticas.

No existe “malestar” con la delincuencia y el narcotráfico; ellos son un peligro experimentado cotidianamente y un daño físico y emocional para quienes sufren sus consecuencias. No hay “malestar” con las pensiones, la salud y la educación; son riesgos cuyos daños presentes y futuros se vivencian como límite a los proyectos de vida. La indefinición del “malestar” provoca respuestas políticas contemplativas que mueven a la población a la indiferencia con las instituciones sociales y la democracia liberal.

Según la Encuesta CEP, la preferencia por la democracia bajó de 52% a 47%; 17% tiene tendencias autoritarias y 31% es indiferente a las formas de gobierno. Mientras, la política dejó de hablar de “reformar el sistema político”. No advierte que este es el primer paso para transitar de la política de aspirinas contra el malestar a reformas institucionales integradas que enfrenten riesgos y peligros y reconstruyan la seguridad cívica de los ciudadanos.

En los días del estallido se esperó hasta último minuto para el “acuerdo transversal”. Salimos de esa, pero el problema que se incuba hoy es más complejo que entonces. La pregunta es si ahora volveremos a esperar la medianoche para después usar la excusa de que “no lo vimos venir”.