por Lina Castañeda y Gabriela Villalobos
El propósito de la educación va más allá que sólo aprender a multiplicar o aprender español, dice James Heckman, Premio Nobel de Economía 2000.
Heckman es crítico respecto de la reforma educacional en Chile, que busca dar más preponderancia al lenguaje y a las matemáticas, reduciendo las horas destinadas a otras materias. Esto se suma a la idea de establecer un sistema de «semáforo» para clasificar las escuelas por colores en función de la calidad de la educación que imparten.
Una de las investigaciones más importantes y de amplia difusión del profesor Heckman -quien participó esta semana en un seminario sobre educación organizado por el Centro de Estudios Públicos (CEP)- subraya la importancia de la educación preescolar o de la primera infancia (hasta los cinco años de edad).
Legislación en EE.UU.
En entrevista con «El Mercurio» señala su preocupación por la política educacional que acaba de ser anunciada en Chile, sobre todo a la luz de la experiencia del programa «No Child Left Behind» (Que ningún niño se quede atrás), ley que entró en vigencia en 2002 en Estados Unidos, bajo la presidencia de George Bush y que asocia el financiamiento escolar a mejoras en las notas de los test.
Dicho programa está enfocado a dos tipos de actividades: el idioma inglés y la destreza en matemáticas, reduciendo otros aspectos como la educación musical y la educación física, entre otras.
Los humanos responden a incentivos; la economía lo sabe muy bien y cuenta con eso, dice Heckman. No obstante, cada incentivo que ha sido probado en la educación ha sido corrompido y la razón, explica, es que si a los profesores se les enseña para las pruebas y ellos enseñan a los alumnos para las pruebas, sólo van a a estar interesados en los test.
«Los niños están aprendiendo sólo lo que es testeado; literalmente la enseñanza en los colegios y el proceso entero de educación han sido corrompidos para enseñar para las pruebas. Como resultado, yo creo que se ha dañado el sistema escolar», afirma.
Heckman llama a ser muy cuidadosos cuando se está lidiando con el sistema de conocimiento, porque, enfatiza, el propósito de la educación es mucho más amplio que aprender a multiplicar o aprender español. Hay otros aspectos como la música, las ciencias sociales, la educación física, la ciencia, que abren la mente a nociones más amplias que estimulan la curiosidad.
«Quizás este sea un caso en que el economista esté haciendo más daño que bien, porque ponen un modelo que funciona muy bien en el mercado libre y aplican un mecanismo donde el resultado es mucho más diverso. Ese es un enorme error. Lo que la política pública está haciendo es imponer un punto de vista, y ese es el peligro. El ‘ No Child Left Behind ‘ es un ejemplo de que es un enorme error focalizar toda la atención en una tarea tan estrecha», advierte.
El sistema educacional en Estados Unidos tiene diversas pruebas, entre ellas el GED (General Educational Development Test), que certifica al estudiante el nivel de estudios de educación general; el ACT (American College Testing), prueba para la admisión a la universidad, y el SAT (Scholastic Aptitude Test), también para seleccionar el ingreso a la educación superior.
Según Heckman, hoy existe una obsesión con estas pruebas debido a que la política educacional está perdiendo una dimensión importante del desempeño humano.
En su opinión, los test capturan sólo una parte de lo que producen las escuelas, y, de hecho, enfocándose en eso, las pruebas desestiman las actividades de los colegios en otras dimensiones. «Estamos enfocados en lo cognitivo y en la habilidad de resolver pensamientos abstractos, pero por experiencia personal mucha gente sabe que hay más cosas aparte de pura inteligencia y cognición que son requeridas, pero no las medimos. Las pruebas sólo miden una parte de la persona».
Para evaluar el impacto de las políticas públicas, plantea que se pueden usar medidas más amplias, por ejemplo, el autocontrol. Es un aspecto en que los reportes de los profesores han probado ser precisos de lo que los niños pueden hacer más tarde en la vida cuando pueden expresar su rabia en forma controlada, aunque se distraigan fácilmente.
En Chile, un 49% de la población adulta no ha completado la enseñanza media. Heckman piensa que lo peor que podría hacerse es adoptar un sistema como el GED, que apunta a dar entrenamiento a las personas para que obtengan una certificación de esos estudios. La idea de entrenarlos en pocas semanas para obtener un diploma secundario, a su juicio, es una ilusión y podría crear una gran distorsión.
«La mayoría de la gente mayor, y ni siquiera tan mayor, en los 30 ya han marcado sus caminos. No es que no puedan aprender nada, pero el aprendizaje es mucho más fluido en los jóvenes», explica.
Probablemente, explica, es mejor priorizar el presupuesto social en los niños y personas más jóvenes que están mejor formadas para entrenarlas y que puedan desarrollar sus habilidades. Y para la gente que no tiene esas habilidades, tener salarios más flexibles, reducir las regulaciones y destinar subsidios para que de alguna forma les sea más fácil conseguir empleo.