Las intenciones del denunciante muchas veces merecentanto juicio y publicidad como sus denuncias.
Mientras mejor nos va como país, más deberíamos estar atentos a problemas que podrían perjudicar nuestro futuro. Quiero referirme a dos: el sistema binominal y la creciente judialización de la política.
El sistema binominal ha dado un triste espec-táculo este año. Nos hemos acordado como nunca que en Chile, a los congresistas los eligen las cúpulas. Lo hemos visto cuando candidatos han sido «blindados», o cuando los
han «bajado» porque a otros les va mejor en las encuestas (el único canal de elección popular que va quedando). Este año, más que nunca, el país ha entendido que la única verdadera elección en diciembre será entre los aliados de cada coalición.
Otro efecto del sistema binominal es que perpetúa el statu quo, porque, a menos que renuncien o sean «bajados», tienden a ganar los incumbentes. Por eso mismo, su principal beneficiario es la Concertación. La Alianza tiene poco incentivo para competir con ella, con ideas que tengan un apoyo mayoritario, porque el sistema binominal le da una representación razonable, y para sus candidatos la presa principal es el voto duro de derecha.
El sistema binominal ha servido para generar dos grandes bloques políticos y eso nos ha dado estabilidad. Pero es tiempo de revisarlo, porque, si no, podríamos tener una crisis de representatividad como la de Venezuela, donde la percepción de que los partidos no representaban a nadie desembocó en un Chávez. Hay distintas mezclas de sistema uninominal con sistema proporcional que se pueden estudiar. Siinsistimos en el binominal, conviene, al menos, que haya primariasdemocráticas.
¿Y la judicialización de la política? Es un mal que aqueja a toda América Latina y al cual de a poco nos estamos sumando. ¿Qué es causa y qué es efecto? En América Latina, ¿los políticos son juzgados a cada rato porque son criminales, o porque tienen enemigos diestros en el arte de enredarlos judicialmente? ¿Enemigos que no lograron derrotarlos en las urnas? ¿O es que, después de un tiempo largo en que políticos decentes son denunciados por enemigos inescrupulosos, sólo la peor gente entra a la política? ¿Gente que sí merece ser juzgada?
En Chile, durante los últimos cinco años, se ha dado una suerte de guerra judicial entre las fuerzas políticas. No voy a decir que los problemas judiciales que han tenido los políticos se deban siempre sólo a una lógica de guerra. Muchos tienen su origen en una falta real. Pero nuestra clase política no es tan criminal como la hace parecer la fiesta de denuncias que hemos visto.
Lo increíble es que cada lado se regocija de las tribulaciones judiciales del otro. Gente que, con razón, se indigna con el daño moral y político que hubo en las acusaciones de Gema Bueno, se regocija con denuncias contra un cuñado del Presidente y, después, cuando los acusadores se retractan, se hace la vista gorda. En fin, cada lado celebra cuando alguien del otro lado es tildado de criminal. El resultado es que la gente empieza a creer que todos los políticos son criminales.
El uso de la denuncia judicial como arma política, para empatar o para destruir a un adversario, es peligroso para un país. Para que no se desboque, la prensa y el Poder Judicial deberían adquirir el profesionalismo que se necesita para discernir entre denuncias serias y denuncias al voleo, y para identificar y analizar las intenciones del denunciante, que muchas veces merecen tanto juicio y publicidad como sus denuncias.
Si no, vamos a terminar en una guerra sucia y turbia de todos contra todos, donde reina la desconfianza y donde los únicos ganadores son los soplones.