La Segunda
Opinión

Nuestra clase política

Juan Luis Ossa S..

Nuestra clase política

El problema de fondo no es tanto responsabilidad de las AFPs cuanto del bajísimo nivel de la clase política, en especial de los miembros del Congreso.

No hay que ser un avezado economista para darse cuenta de que un tema tan relevante como el retiro del 10% del ahorro previsional no conviene resolverlo a través de una discusión binaria, ni menos en medio de una coyuntura tan divisoria como la actual. Pocos de los parlamentarios parecen conscientes de que la medida difícilmente alivia el bolsillo de los pensionados: le están pidiendo a los individuos comunes y corrientes que paguen el costo de la pandemia con sus ahorros.

En efecto, si pensamos que muchos de esos dineros serán probablemente destinados a cubrir deudas contraídas con el gran capital (créditos bancarios, tarjetas de multitiendas y primas de seguros), no cabe duda de que los beneficiarios últimos serán los mismos que los congresistas hoy tanto critican. Ni siquiera la promesa de la compensación posterior por parte del Estado y/o de los empleadores está realmente bien pensada, pues cabe esperar que ella sea financiada con cargo a nuevos impuestos pagados por los propios pensionados.

Nadie discute que el régimen previsional llora por reformas (como decía José Victorino Lastarria en el siglo XIX, las reformas son el mejor antídoto ante las revoluciones), y que las AFPs podrían haber sido más sensibles ante muchas y muy justificadas demandas sociales (por ejemplo, devolviendo las comisiones cuando hay pérdidas).

Sin embargo, el problema de fondo no es tanto responsabilidad de las AFPs cuanto del bajísimo nivel de la clase política, en especial de los miembros del Congreso. De lo que hemos sido testigos estas semanas es de la baja preparación de muchos de ellos a la hora de sostener un debate medianamente conceptual; de que el aplauso fácil y de corto plazo es más popular que la reflexión compleja y estructural. Del Ejecutivo se podrán decir muchas cosas, pero, al menos en esta pasada, los paquetes económicos de La Moneda son bastante más contundentes que el discurso “No+AFP”.

Por cierto, los defensores del sistema económico imperante tienen también una responsabilidad indirecta, ya que muchos grupos de derecha que hoy critican el manejo del Congreso no dudaron en apoyar el voto voluntario, sin medir las consecuencias nefastas que éste ha tenido para la legitimidad de la política. Desde que se aprobó dicho cambio electoral, la participación ha bajado en forma dramática y la democracia ha sido cooptada por diputados y senadores que, a pesar de contar algunos con menos del 2% de los votos, se arrogan la voz del pueblo con consignas simplonas a favor de la “clase media”.

Mientras eso ocurre, los sectores medios (en plural) están a la espera de medidas concretas que verdaderamente aumenten sus pensiones. El futuro de la república no puede seguir esperando un milagro caído del cielo.