El Mercurio, viernes 18 de enero de 2008.
Opinión

¿Nuevos rumbos?

David Gallagher.

Todos saben que el nuevo ministro del Interior tiene la personalidad que se necesita para afiatar el gabinete en torno a un rumbo coherente. Por eso mismo fue una grata sorpresa que la Presidenta lo haya querido nombrar. Hasta ahora ella había preferido dividir para gobernar: dividir sus ministros para mejor gobernarlos. El nombramiento parece indicar que al fin ella ha resuelto darle al gobierno una conducción clara. Si es así, el «segundo tiempo» puede ser muy exitoso. Pero dependerá de las medidas concretas que se tomen.

Algunos de los cambios ministeriales no son un buen augurio. ¿Por qué eliminar a tantos ministros o subsecretarios «tecnócratas»? ¿El papel natural de un Pérez Yoma no es justamente el de darles coherencia política a los tecnócratas?

Hay otra duda. Se creía que la intención de la Presidenta era que a comienzos del 2008 se fueran los ministros que aspiraran a ser parlamentarios. Lagos Weber parece ser el único que la acató. ¿O decidieron los ministros de Trabajo y Educación abandonar sus ambiciones senatoriales? En ese caso, deberían decirlo con claridad. Porque sería desafortunado que en el «segundo tiempo» hubiera ministros con agendas electorales propias. ¿O quiere la Presidenta correr ese riesgo para que Trabajo siga luchando contra Hacienda y el gobierno siga desplegando dos almas? No lo creo, porque entonces no habría optado por un conductor firme como Pérez Yoma. En el caso de Educación, ¿la Presidenta retiene a su ministra para que implemente la visionaria reforma educacional que se acordó hace poco con la Alianza? Ojalá, pero en ese caso ¿por qué despedir a la subsecretaria que forjó el acuerdo?

Se dice que Pérez Yoma piensa «hacer política». ¿Qué significa eso? ¿Gobernar, no para que Chile esté mejor en el largo plazo, sino para ganar votos, exhibiendo más generosidad con la chequera fiscal? Eso sería una locura. Con la inflación alta que tenemos, y con los inmensos aumentos del gasto que hubo en los dos últimos años, hasta la bancada chavista se dará cuenta que sería suicida soltar aun más las trenzas fiscales en un Chile en que es muy impopular la inflación: en la última encuesta del CEP ésta subió significativamente como tema de preocupación, y lo probable es que suba mucho más cuando la gente se dé cuenta que, a diferencia de lo que se dijo, esta inflación no es tan transitoria.

A riesgo de confundir lo probable con lo deseable, prefiero pensar que «hacer política» significa otra cosa. Que significa darle una visión de conjunto al gobierno. Implementar con convicción una reforma como la educacional. Destrabar proyectos de inversión que no se autorizan. Incluso, por qué no, desamarrarle las alas a Hacienda. Que en este segundo tiempo, Velasco no juegue solo de arquero: que emprenda más reformas.

Un cambio positivo en las expectativas de los inversionistas en cuanto al rumbo del gobierno rendiría mucho más, electoralmente, que cualquier recurso a medidas populistas, en un país en que, como también lo demuestra la encuesta del CEP, la economía de mercado es muy popular. Una conducción económica más creativa, más pro crecimiento, podría significar, en el contexto internacional actual, uno o dos puntos de aumento adicional en el PGB, con todo lo que eso significa en creación de empleo y mejora de salarios. En el caso de que se dé un fuerte deterioro internacional, cosa que esta semana no parece improbable, dado los horribles resultados de algunos bancos estadounidenses, contribuiría por lo menos a paliar una inevitable, y electoralmente complicada, caída en la tasa de crecimiento.