El Mercurio, 4/12/2009
Opinión

Para evitar el mal mexicano

David Gallagher.

Nos consolamos cuando viajamos a países cercanos. Tendremos problemas, pensamos, pero son chicos comparados con los de ellos. Pero a mí siempre me nace una perturbadora pregunta cuando trato de consolarme así. Nuestros problemas serán menores, me digo, ¿pero cuán seguros estamos de que lo seguirán siendo? ¿Cuán inmunes somos a los diversos síndromes latinoamericanos?

La pregunta me la hacía la semana pasada en México. La gente allí está deprimida, y los diagnósticos que se oyen son alarmantes. El producto se desplomó con la debacle internacional y la gripe aviar. Pero los mexicanos pensantes se lamentan de que esta doble crisis haya sido una distracción de lo que ven como problemas mucho más graves, problemas estructurales profundos, que han conducido a que México tenga una tasa de crecimiento mediocre, insuficiente para salir del subdesarrollo. La sociedad mexicana está, según ellos, estrangulada por empresas monopólicas, tanto estatales como privadas, y por leyes laborales que figuran entre las más rígidas del mundo. El resultado, terriblemente ineficiente, es que más del 60 por ciento de los trabajadores son informales, con todo lo que eso significa en falta de protección, y 12 millones de mexicanos, generalmente los de más iniciativa, viven en Estados Unidos.

Todos los días aparecen artículos que lamentan la situación: el más notable, un contundente ensayo en la revista “Nexos” llamado “Un futuro para México”, de Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín. Pero simplemente no se hacen las reformas que un amplio espectro de mexicanos pide a gritos, porque no hay voluntad política para enfrentar los intereses creados que se benefician de la maraña corporativista. La esperanza que despertó la alternancia en el 2000 ha sido defraudada. El PAN no ha sido tan distinto al PRI. A la mitad de su sexenio, el Presidente Calderón ya parece desgastado, tras haber, además, fracasado en su guerra contra el narcotráfico.

Volviendo a Chile, me acuerdo que nuestra tasa de crecimiento es, también, mediocre: sólo un poco más alta que la mexicana, y peligrosamente insuficiente para atender las expectativas cada vez más elevadas que tiene la gente. Me pregunto si nuestra clase política es más capaz que la mexicana de hacer reformas difíciles. En todo caso pienso que su relativa capacidad para hacerlas es la vara con que corresponde medir a los candidatos presidenciales. ¿Cuál de ellos tiene más posibilidad de evitar que caigamos en un estancamiento mexicano?

No creo que Frei. Su primer gobierno prosperó hasta 1998 porque heredó una Concertación ordenada, tras ese gran gobierno que fue el de Aylwin. Hasta la crisis asiática, se podía manejar el país con piloto automático. Hoy la Concertación está sumida en el caos. Requiere un liderazgo que Frei ni siquiera ha podido ejercer en su propio comando. En cuanto a ME-O: puede ser una alternativa atractiva para el futuro, pero hoy no creo que ni él sepa adónde va. Dice que es un “liberal progresista”, pero tiene a su lado a gente muy cercana a Castro y a Chávez. Una Presidencia de ME-O me parece, por el momento, demasiado aventurera, no sólo para los ciudadanos, sino para él mismo.

Aun si fuera sólo por descarte, el mejor candidato sería Piñera. Pero él es mucho más que eso. Tiene las ideas y el equipo para hacer un gobierno estelar, como el de Aylwin: uno que le devuelva ímpetu al país. Por supuesto hay el riesgo, mexicano, de que la alternancia desemboque en más de lo mismo. Pero Piñera ya ha mostrado que es capaz de ejercer liderazgo, incluso donde más cuesta: frente a su propia gente.