La Tercera
Opinión

¿Para quién trabajan?

Sylvia Eyzaguirre T..

No hay que ser ingenuos, el beneficio personal de los políticos no siempre coincide con el bienestar de la ciudadanía.

Los dimes y diretes a propósito de la reforma tributaria dejaron en evidencia el estado calamitoso de la oposición. No hay que ser ingenuos, el beneficio personal de los políticos no siempre coincide con el bienestar de la ciudadanía. Es sabido que los políticos deben buscar ese precario equilibrio entre los intereses propios, los del partido, los de sus votantes y los del país. También es más o menos evidente que a la hora de encontrar ese equilibrio el interés personal es el que suele arriesgarse menos, mientras que el interés general, siempre más etéreo, es más fácil de sacrificar. Los problemas que aquejan a las personas y sus soluciones se convierten fácilmente en codiciados botines de guerra en el hemiciclo, donde la actitud imperante es el frío cálculo del dividendo individual. No sé si antes era distinto, pero al menos existía el pudor, ese sentimiento que lleva a disimular y justificar los actos con argumentos nobles aun cuando sean viles motivos los que nos mueven. «La hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud» dijo Oscar Wild y tiene razón, en ella todavía se reconoce a la virtud como superior, mientras que el cínico con su desfachatez la tiende a igualar al vicio.

En la votación del jueves pasado fue patente cómo el pudor se perdió. Es legítimo oponerse a la idea de legislar, si se considera que la reforma tributaria es peor de lo que actualmente existe. El punto no es haber votado en contra, sino las descalificaciones a quienes siendo de oposición votaron a favor. ¿Por qué les cuesta tanto a algunos aceptar y respetar la diversidad que existe al interior de la oposición? ¿Por qué les molesta más la diversidad moderada, que se abre a colaborar con el gobierno cuando lo consideran pertinente, que la diversidad radical, que se niega a cualquier tipo de colaboración? ¿Qué es lo que realmente molesta, el inminente peligro de hacer una reforma regresiva (aun cuando la oposición tiene los votos para que ello no ocurra) o la pérdida de poder político en este gallito con el gobierno? Como simple espectador, uno se queda con la impresión de que es esto último lo que realmente le importa al Frente Amplio (FA) y al Partido Socialista (PS), dadas las declaraciones emitidas. Más importante que la reforma tributaria misma era propinarle una derrota al gobierno.

Mezquino camino ha elegido esta oposición. En poco más de un año de gobierno las iniciativas de la oposición han sido la acusación constitucional contra el Ministro de Salud, intento de acusación contra el Ministro del Interior, acusación constitucional contra jueces de la corte suprema, solicitud de destitución del fiscal nacional; todas ellas iniciativas del FA pero secundadas por el PS. ¿Es esta la oposición que Chile necesita? ¿Dónde están las propuestas de salud, pensiones y educación? ¿Por qué han optado por la pirotecnia en vez de dedicarse a legislar? ¿Cómo es posible que el martes se rechace la idea de legislar sobre el Crédito con Aval del Estado (CAE), que aqueja a tantos jóvenes en vez solucionarlo de una buena vez? El argumento de fondo para no legislar es que las condiciones del CAE son demasiado buenas en comparación con la gratuidad, pero ¿no ese acaso un argumento para mejorar el pésimo diseño de la gratuidad y no dejar de mejorar el CAE? ¿Para quién trabajan los políticos: para los grupos de interés como el CRUCh o para los ciudadanos? El obstruccionismo no parece tener a la vista a la ciudadanía, sino mucho más los espurios intereses políticos partidistas.

La violencia e intolerancia observada esta semana frente a quienes piensan distinto sólo puede generar empatía para quienes sufrieron la camotera de la izquierda. Y es que para la Democracia Cristiana (DC) el camino elegido no es fácil, los enfrenta con sus socios naturales, pero el obstruccionismo no sólo le hace mal a Chile, sino también a la oposición. Es de esperar que este difícil paso hacia las políticas de los acuerdos no sea dinamitado por el Presidente, quien con un doble discurso tiende a incendiar la pradera.