El Mercurio, 6 de septiembre de 2013
Opinión

Pasar septiembre

David Gallagher.

Septiembre es nuestro mes aciago. El del Once terrible, que tanto nos divide; y el del Dieciocho que nos une, como si las rabias del Once se hubieran esfumado. Sobrevivir el mes, «pasarlo» de una vez, es toda una gracia, por los disturbios y las angustias de la primera quincena y los excesos de comida y de alcohol de la segunda; y pasarlo este año lo va a ser como nunca; no solo por los cuarenta años, y el aprovechamiento político que les extraen algunos, sino también porque, justo cuando, a partir del Dieciocho, empezamos a disfrutar de la primavera, tendremos por delante las elecciones más crispadas que hemos visto desde el retorno de la democracia, debido a la marea ideologista que inunda a la izquierda. Marea que parte de la premisa de que se «acabó un ciclo», uno en que se habría impuesto un «modelo» que el país nunca quiso, y que ahora rechaza con furia. Tanta, que la «ciudadanía» ha tenido nada menos que tomarse las calles para expresarla.

Pero, ¿será tan así? ¿Es verdad que Chile de repente cambió, y que cambió tanto? Tengo mis dudas, y las respalda la reciente encuesta del CEP. Esta demuestra que los chilenos nos hemos vuelto muy independientes en nuestros juicios, y muy críticos y exigentes. Pero esto no es especialmente nuevo: es un proceso que la misma encuesta ha estado reflejando durante una docena o más de años. Un proceso sano, gracias al cual la gente se ha volcado a pensar cada vez más por sí misma, como es propio de una sociedad moderna y plural. El hecho es que hoy día somos muy críticos de toda autoridad o élite, y muy reacios a identificarnos con las categorías que nos imponen. Es así que son poquísimos los encuestados que adhieren a la Nueva Mayoría o a la Alianza, o los que se dicen de izquierda, derecha o centro. Es bajo el 31% de aprobación que tiene el Presidente, y mucho más bajo aún el 17% que tiene la oposición. En cuanto al movimiento estudiantil, que según los teóricos del «nuevo ciclo» representa nada menos que esa «ciudadanía» que demanda el derrumbe del modelo, lo aprueba un exiguo 23%, tras haber llegado a una cumbre, modesta, de 35% en 2011: los dirigentes estudiantiles claramente son percibidos como una élite más, censurable como todas las otras. Hay una serie de preguntas sobre qué es lo que produce éxito en la vida. Como es de esperar, una mayoría cree que es importante contar con una buena educación para prosperar; pero piensa que es igual de decisivo el trabajo duro y responsable, y la iniciativa personal. En cuanto a cómo mejor ayudar a los pobres, una abrumadora mayoría, del 81%, cree que el foco debería estar en educación y capacitación: solo un 17% considera apropiado el reparto de bonos.

Todo esto sugiere un Chile muy en sintonía con el vilipendiado modelo, lo que no es para nada sorprendente en un país donde la gente que de vez en cuando sale a marchar por las calles es un porcentaje mínimo de la que concurre todos los días del año a los malls. ¿Por qué entonces la candidata de la Nueva Mayoría ha optado por radicalizar aun más la postura izquierdista con que perdió Frei? ¿Por qué sigue siendo tan popular a pesar de eso? Tal vez sea que el poder seductor de su sonrisa impide que la gente oiga su nuevo mensaje de cambio radical. Tal vez sea que los cruzados que tratan de reeducarla -espero que sin éxito duradero- en ideologías sesenteras, simplemente no se vean tras ese gran manto de simpatía que ella despliega.

Volviendo a nuestro aciago mes, el calendario obliga: en Chile termina imponiéndose el Dieciocho sobre el Once. Por elecciones que haya, salen las hojas y las flores. Se esclarece el aire. Hay más luz, más vida, más sensualidad. Ese sí es un nuevo ciclo, el que inicia el camino al verano.