La Segunda, 19 de enero de 2017
Opinión

¿Populismo en el Congreso chileno?

Isabel Aninat S..

Los parlamentarios crecientemente, quizás producto de los movimientos sociales del 2011, parecen querer convertirse en intérpretes de la ciudadanía, abandonando el espacio de mediación razonable entre las demandas ciudadanas y las conveniencias del país.

Un caso ilustrativo son los debates legislativos sobre feriados regionales o la ley corta antidelincuencia, que han producido alertas sobre el populismo legislativo.

El 2016 parece consolidar una amenaza en diversas democracias consolidadas: el surgimiento de partidos y líderes populistas. Nuestro país no es inmune a este fenómeno, especialmente en el período electoral que ya se avecina. ¿Hay brotes de populismo en Chile? ¿Es el Congreso donde éstos están surgiendo?

Los parlamentarios crecientemente, quizás producto de los movimientos sociales del 2011, parecen querer convertirse en intérpretes de la ciudadanía, abandonando el espacio de mediación razonable entre las demandas ciudadanas y las conveniencias del país. Es probable que algunos se muevan por creencias ideológicas populistas. Sin embargo, parte del comportamiento populista también puede explicarse por una estrategia discursiva condicionada por la realidad en la cual legislan los parlamentarios. En particular, influyen el sistema electoral establecido, la existencia o no de límites a la reelección, y las carreras políticas que se busquen más allá del Congreso

Un caso ilustrativo son los debates legislativos sobre feriados regionales o la ley corta antidelincuencia, que han producido alertas sobre el populismo legislativo. No se puede obviar que ello en parte responde a las restricciones que existen en materia de iniciativa legislativa. La iniciativa exclusiva a favor del Poder Ejecutivo no les deja mayor espacio a los parlamentarios para poder iniciar debates sobre otras materias más allá de modificaciones a las penas, erección de monumentos y la declaración de días feriados. Por lo tanto, la realidad legislativa podrían estar incentivando el comportamiento populistas.

Con un claro desbalance de poderes en perjuicio del Congreso, pocos beneficios trae ser un congresista dedicado a la labor parlamentaria propiamente tal. Nuestra forma de gobierno genera tal asimetría entre Poder Ejecutivo y Legislativo, que los parlamentarios no son reconocidos por sus aportes legislativos. Especialmente, cuando ellos no son solidarios ni responsables de la conducción del gobierno. Nuevamente, las reglas establecidas crean incentivos para el surgimiento de estas prácticas populistas que responden más a un reconocimiento público que a una corriente política, en base a una visión doctrinaria.

Por otro lado, ¿significa que nuestro Congreso se encuentra ajeno al peligro del populismo ideológico? No, por el contrario. Como se observa a nivel comparado, el riesgo está en el surgimiento de partidos políticos populistas. Precisamente, uno de los hitos del populismo es la conformación, por parte de agricultores del Midwest estadounidense, de un partido político a mediados del siglo XIX, el Partido del Pueblo.

En Chile, hay dos potenciales fuentes: los partidos personalistas y aquellos sin raigambre ideológica. Los primeros suelen constituirse conforme a la ley, pero, en la práctica, su existencia y continuación en el tiempo dependen de la voluntad de su fundador. Son partidos que suelen entregar sus votos al mejor postor, según los beneficios inmediatos que obtengan sus electores, sin mediar una visión más general y de largo plazo del país. Los segundos son partidos que no se conciben a sí mismos como ideológicos, en términos de postular proyectos políticos de carácter global y de largo plazo, de reunir y jerarquizar intereses, de canalizar las demandas ciudadanas en programas según perspectivas coherentes del bien común. Por el contrario, se plantean como simples agregadores de preferencias y, de esa forma, auténticos representantes de la ciudadanía, supuestamente alejados de todos los males que aquejan a los partidos tradicionales. Al estar desprovistos de ideología, precisamente quedan sujetos a los vaivenes de las pulsiones de la opinión pública: ¿Si el pueblo quiere pena de muerte, vamos a legislarla? Si quiere expulsar a los inmigrantes, ¿vamos a hacerlo?

Con financiamiento público a los partidos políticos y, especialmente, con bajos requisitos para constituirlos, estos riesgos son aún más reales hoy. Si a esto se suma el actual contexto de desconfianza en las instituciones y la falta de liderazgos, las preocupaciones debieran ser aún mayores. Las dos razones, ideología populista y reglas que incentiven un comportamiento populista estratégico, de los cuales ya hay indicios en nuestro país, hacen que el populismo, en vez de una amenaza, pueda transformarse en una creciente realidad.