La Tercera, domingo 5 de febrero de 2006.
Opinión

¿Por qué creció tan lenta la demanda eléctrica?

Alexander Galetovic.

El sector eléctrico no deja de estar en la noticia. Ahora nos ha sorprendido porque durante 2005 el consumo de electricidad en el Sistema Interconectado Central (SIC) creció 4,6%, bastante menos que el PGB, 6,3%. Hasta el 2004 había ocurrido lo opuesto y el consumo había crecido algo más rápido que el producto. Sea cual sea la causa, esta es una buena noticia si se tiene en cuenta que el abastecimiento eléctrico durante 2007 y sobre todo 2008 aparece precario. El crecimiento más lento da un poco más de holgura y reduce un poco la probabilidad de escasez. Pero sería conveniente saber qué está detrás de esto -podría tratarse de un veranito de San Juan que se vaya tan rápido como llegó.

Algunos le han atribuido este crecimiento más lento a un cambio estructural, en alguna medida misterioso, que estaría haciendo a la economía chilena menos dependiente de la energía eléctrica. Si así fuera, se trataría de un cambio de largo plazo y cabría esperar un crecimiento eléctrico más lento que el producto de aquí en adelante. Otros han dicho que todo se debió a que el alto precio del cobre y los commodities infló el crecimiento; en un año de precios normales el producto medido habría crecido menos y la demanda hubiera aumentado más que el PGB. Sin embargo, no se trata ni de un cambio estructural ni de algo transitorio. El crecimiento más lento del año pasado se debe, en gran medida, a que entre fines de 2003 y fines de 2005 el precio de la energía eléctrica aumentó más de 50% a nivel de usuarios comerciales e industriales y alrededor de 25% a nivel residencial.

Durante mucho tiempo en Chile se creyó que la demanda por electricidad no respondía a los precios. Sin embargo, tal creencia es contradicha casi totalmente por la evidencia internacional y también la nacional. El año pasado José Miguel Benavente, Ricardo Sanhueza, Pablo Serra y yo, estimamos la sensibilidad de la demanda residencial en el SIC (1). Concluimos que al cabo de dos años, un alza permanente del 10% del precio reduce la cantidad demandada alrededor de 3,5%. Sin embargo, ese efecto demora. Al cabo de seis meses la caída del consumo es apenas 1,7% y, al cabo de un año, 2,8%. Esto se debe a que los consumidores de electricidad ajustan gradualmente su consumo a los aumentos de precio. Al principio, se apagan luces; luego se reduce la potencia de las ampolletas; pasado un tiempo se sustituyen los aparatos eléctricos por otros más eficientes y se cambia de combustible.

Si uno utiliza la demanda que estimamos para cuantificar el efecto de las alzas de precio sobre el consumo se concluyen tres cosas. Una es que el consumo residencial es hoy algo así como 3,5% más bajo de lo que hubiera sido si los precios no hubieran aumentado a partir de noviembre de 2003; el resto del consumo es alrededor de 7% más bajo de lo que hubiese sido sin alza. También es cierto que todavía falta más de la mitad del efecto. Por eso, es esperable que el crecimiento más lento que el producto se repita este año. Y cuando se absorba totalmente el alza de los últimos dos años, el consumo residencial será 8% menor de lo que hubiera sido, y el resto alrededor de 15% más bajo. Por último, una vez que se complete el ajuste, el nivel de consumo será permanentemente más bajo, pero a partir de entonces, y si no vuelve a haber alzas importantes de precios, el consumo volverá a crecer algo por encima del PGB.

El lento crecimiento de la demanda eléctrica durante el año pasado no es sino una demostración más del poderoso efecto que tienen los precios sobre el consumo eléctrico. En realidad, los precios pueden hacer mucho más. Por ejemplo, si durante este año se aprueba el reglamento que les permitirá a los generadores pagarles a los consumidores por consumir menos, es posible que las crisis eléctricas se transformen en cosa del pasado. También hay un mundo de oportunidades que se le abrirían al uso más eficiente de la energía eléctrica si se modernizara el arcaico sistema de precios a usuarios finales, que fue diseñado a principios de los ochenta, antes de la miniaturización que hoy permite instalar medidores horarios baratos. Por último, mucho se avanzaría y los precios seguramente caerían, si la distribución eléctrica se separase de la venta al por menor de electricidad y se introdujera la así llamada comercialización de energía. Ojalá que el nuevo gobierno se dé cuenta del potencial, aún casi inexplotado, de un sistema eficiente de precios eléctricos y se atreva a innovar en serio.