La Tercera
Opinión

Por qué las embarazadas deben vacunarse

Nicole Gardella.

Por qué las embarazadas deben vacunarse

La vacuna ciertamente podrá ayudarnos a contrarrestar la vulnerabilidad en que estamos, sobre todo si no accedemos a controles prenatales a tiempo.

Sabemos que el coronavirus afecta a las embarazadas directa y gravemente (Galang 2021). Tenemos a mano buenos datos. A nivel internacional, un estudio que analizó a casi 400 mil gestantes entre 15 y 44 años con Covid-19 sintomático dice que estas requirieron mayor hospitalización en UCI, ventilación invasiva, y que la muerte era más probable para ellas que para otras (Zambrano 2020). De estudios en Chile, tenemos la encuesta aplicada a 28 maternidades del país entre el 1 de marzo y el 15 de abril de 2021, arrojando que del total de 7.638 partos del período, 386 fueron de mujeres hospitalizadas por Covid-19. El 30% estuvo en UCI/UTI y el 58% de ellas requirió ventilación asistida (Sochig, 2021). Además, existen antecedentes que hacen sospechar a los equipos de salud de mayor incidencia y gravedad para las embarazadas por infecciones asociadas al Covid-19 en 2021. Si en 2020, 4,8% del total de gestantes con Covid-19 hospitalizadas en Chile llegaron a una unidad de paciente crítico, en lo que va de 2021 esa cifra se ha triplicado alcanzando un 13,8% (HospitalDigital Chile 2021). Una infección grave por Covid-19 aumenta la muerte materna, y también fetal, pues se asocia a parto prematuro. El embarazo es un estado que altera el sistema inmune, es un factor de riesgo per se. Por estas razones era imperioso que el Minsal permitiera la vacuna a embarazadas.

Hasta el 2019, y por casi 20 años, en Chile morían en promedio 17 mujeres por cada 100 mil nacidos vivos por patologías relacionadas a su embarazo. Las muertes totales oscilaban entre 40-45 mujeres al año. En 2020 la muerte materna gestacional aumentó a 53 mujeres, un 40%, y ellas no murieron de Covid-19. Lo grafico aun más, en julio de 2020 murieron 10 mujeres en gestación y en julio de 2019 murieron 3. Volvimos a cifras de inicios de 1990. Esto es porque el coronavirus nos afecta indirectamente también si no podemos acudir a controles preventivos. Se produce una doble desprotección: para enfrentar cualquier condición de riesgo que podamos desarrollar durante el embarazo, y por si nos contagiamos. Cuando hay seguimiento, es posible detectar a tiempo patologías graves y detenerlas, nos pone en alerta de ciertos síntomas ante los que pedir ayuda oportunamente. Por ejemplo, dolor de cabeza, visión borrosa, picor de manos, son síntomas que podemos asociar a una jaqueca o una alergia, pero que en el embarazo pueden significar preeclampsia y colestasis, que son graves y requieren tratamiento. La pandemia nos ha mostrado que la tasa de mortalidad materna de las últimas décadas ha sido fruto de un trabajo constante de promoción de la salud y prevención, por lo que si los controles prenatales no se realizan -como en 2020- tendremos consecuencias irreparables.

Así entonces, no se explica bien por qué había que incluir segundos o terceros factores de riesgo al que ya nos expone el embarazo para permitir la vacuna a gestantes. Si en Chile hay alrededor de 200 mil nacimientos al año, y tenemos posibilidad de vacunar hasta a 270 mil personas diariamente, entonces todas las embarazadas del año, sin comorbilidades, podrían ser vacunadas en un solo día. El hecho de que varias de nosotros quedemos fuera, aún teniendo 16 semanas (que para estos efectos no es ni un criterio de edad ni de riesgo), solo se entiende porque no hay vacunas suficientes para nosotras. Esto es entendible por ser solo una la vacuna autorizada, pero lo prudente hubiese sido que para las que quedamos fuera de ese doble o triple riesgo, pudiésemos acceder a una protección tangencial acelerando la vacunación para nuestro círculo inmediato, creando una pequeña inmunidad del grupo familiar.

La vacuna ciertamente podrá ayudarnos a contrarrestar la vulnerabilidad en que estamos, sobre todo si no accedemos a controles prenatales a tiempo. Además prevendrá un colapso del sistema de salud nacional. Quizás no está demás evidenciar que si una embarazada enferma, no requiere solo uciólogos o intensivistas, sino también ginecólogos, perinatólogos y eventualmente neonatólogos. La sobre carga sería brutal.

Gracias al trabajo de Ginecólogas Chile, sociedades médicas (Sochipe, Sochinf, Sochog, Sogia) y otros, prontamente algunas podrán acceder a la vacuna. A las embarazadas se nos pide cuidarnos con mayor celo, y conociendo las cifras que enfrentamos, es una mejora en política pública el permitirnos elegir y facilitarnos el acceso a un instrumento que puede cambiar nuestras vidas. Ojalá pronto todas podamos hacerlo.