El Mercurio, viernes 14 de mayo de 2004.
Opinión

Prisiones pornográficas

David Gallagher.

Sería desafortunado que se fortalecieran también los enemigos más acérrimos de Estados Unidos: los enemigos de sus libertades políticas y económicas.

Nada más instructivo que releer columnas que uno escribió años atrás. Nada mejor para la humildad, sobre todo cuando son columnas que tratan de temas contingentes. ¡Qué difícil escribir sobre éstos! ¡Qué fácil equivocarse! Las cosas se vuelven tanto más claras cuando uno las puede analizar en retrospectiva, cuando uno se puede dar el lujo de ser el general después de la batalla, ejerciendo la grata labor del historiador.

En estos días en que hemos visto las vergonzosas imágenes de prisioneros iraquíes pornográficamente humillados por los soldados aliados, siento muy especialmente que me equivoqué al apoyar la intervención en Irak. Mi apoyo se basaba en la información que yo creía tener en ese momento. Yo suponía que en Washington y Londres sabían que en Irak había armas de destrucción masiva. También supuse que los aliados tenían un plan para la pacificación, modernización y democratización de Irak, y que este plan sería implementado con velocidad y eficacia, convirtiendo a Irak en un ejemplo para la región. Creía que, de allí, Washington se enfrentaría a Arabia Saudita, la principal fuente de financiamiento del terrorismo islámico, y que también se abocaría a frenar el lamentable expansionismo israelita, la principal fuente de discordia en la región. Creía que la intervención en Irak iba a ser un primer paso hacia una paz justa y duradera en el Medio Oriente. Sí advertí que el provincianismo, la falta de cultura, la tosquedad, la vulgaridad que a veces emanaban del gobierno de Bush hacían temer por la eficacia de una eventual ocupación de Irak. Pero no me imaginé que la incompetencia y la insensibilidad de los ocupantes iba a llegar a los extremos que hemos visto.

Desde luego, hoy seguimos analizando la situación desde la modesta perspectiva del día a día: tendrán que pasar años antes de que en el Medio Oriente veamos el bosque entre los árboles. Es una región donde puede ocurrir cualquier cosa en cualquier momento. Por eso, es imposible saber cómo se va a juzgar la ocupación de Irak desde la perspectiva de la historia, por negra que esta ocupación parezca hoy. No podemos descartar que de las cenizas surja un Irak exitoso.

Pero las soeces imágenes que recorren el mundo, sin duda, representan un hito. Aparte de ser terribles en sí, tendrán variadas consecuencias. La de socavar la autoimagen de superioridad moral que tienen los estadounidenses: en buena hora, ya que es mucho más sano un Estados Unidos consciente de sus debilidades, de su frágil humanidad, que un Estados Unidos ciegamente arrogante. La de fortalecer a aquellos que creen en la importancia de autoridades morales y legales supranacionales. Pero, ojalá, también la de fortalecer a quienes insisten en que éstas sean rigurosamente fiscalizables. Ningún organismo internacional, como ningún país, debiera tener acceso a demasiado poder, sin que sea posible cuestionarlo. Cabe destacar que es gracias a la sólida separación de poderes que hay en Estados Unidos y Gran Bretaña, y al poder que tiene en esos países la prensa, que hemos dado con esas vergonzosas imágenes y que podemos debatirlas y cuestionarlas hoy día. Por eso mismo, sería desafortunado que se fortalecieran también los enemigos más acérrimos de Estados Unidos: los enemigos de sus libertades políticas y económicas. Eso sí empobrecería al mundo entero. Para comenzar a evitarlo, Bush tiene que mostrar que entiende la gravedad de lo ocurrido, cosa que no ha hecho hasta ahora.