El caso de Sudáfrica fue analizado por el destacado experto Heinz Klug y comentado por Eugenio García-Huidobro y Marcela Ríos.
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Pese a las diferencias del proceso constituyente que se desarrolló en Sudáfrica en los 90 y el que se lleva adelante ahora en Chile, siempre es posible aprender de otras experiencias. Ese fue el enfoque del seminario «Procesos constituyentes en contextos de polarización: lecciones desde Sudáfrica», que se realizó el 11 de noviembre pasado, en el que participó Heinz Klug, académico de la Universidad Wisconsin-Madison (Estados Unidos) y de la Universidad del Witwatersrand (Sudáfrica), uno de los principales expertos mundiales en la materia.
El abogado explicó que en el caso de su país se “necesitó mucha violencia y conflicto para llegar a un acuerdo que permitiera una Constitución democráticamente hecha, por un organismo constitucional democráticamente electo”. El jurista destacó la participación como un mecanismo esencial en el éxito del proceso. “La Asamblea tuvo 16 comités que llamaron a la gente a participar”, dijo, señalando que se hizo una campaña para que la gente llamara o escribiera con sus sugerencias y que como resultado de ello, contabilizaron más de 2.000.000 de contribuciones. Más tarde, en 1996, cuando se hizp una encuesta “un 84% de los ciudadanos sintieron que habían sido partícipes de la Constitución”.
Klug, también, advirtió sobre la inflación de expectativas. “Es un error pensar que hay que resolver todo de inmediato. Hay muchas cosas que hasta hoy no hemos solucionado, pero hay que establecer condiciones sobre las cuales la Constitución va a dar el espacio para resolver estos aspectos a medida que se avanza en su implementación”.
El investigador del CEP, Eugenio García-Huidobro, comentó la exposición de Klug, destacando que el proceso sudafricano “es un ejemplo exitoso respecto a cómo se puede superar a través de un proceso constituyente un contexto de extrema polarización. La Constitución de 1996 nos puede ilustrar en dos aspectos primero su diseño institucional y en segundo lugar su carácter simbólico”.
Manifestó que uno de los grandes desafíos que tiene toda Constitución es proporcionar una estructura institucional para administrar los conflictos y divisiones que inevitablemente surgen en el marco de una sociedad plural, concluyendo que “las constituciones son símbolos y en ese sentido, una Constitución no es solamente un conjunto de reglas para administrar conflicto, sino también un universo narrativo en el que todos podemos vivir bajo una misma casa”.
Finalmente, cerró el seminario Marcela Ríos, representante residente Asistente del PNUD Chile, quien señaló una de las cosas que podemos aprender de distintos procesos de este tipo, incluyendo el del sudafricano, es que una Constitución rara vez se reemplazan cuando no hay problemas, sino cuando hay algún tipo de crisis, en en momentos de inflexión histórica. “Lo que gatilla el proceso constituyente en Chile es el conflicto entre elite y ciudadanía. No es un conflicto entre izquierdas y derechas, sino que es fruto de malestar frente a un modelo de desarrollo, que ya el PNUD detectó a fines de los 90 como un malestar difuso hacia un malestar centralizado en las elites en un escenario de crisis institucional”. En este sentido, destacó que “los procesos constituyentes son una posibilidad, una ruta institucional intermedia entre el autoritarismo y las revoluciones”.