La Tercera, 15 de diciembre de 2018
Opinión

¿Qué hacer con TVN?

Sylvia Eyzaguirre T..

El peligro de un proyecto de esta naturaleza es que termine convertido a TVN en un canal boutique para un público reducido y de altos ingresos.

¿Qué hacer con Televisión Nacional de Chile (TVN)? Me imagino que es la pregunta que se está haciendo el gobierno. No parece tener mucho sentido financiar con plata de todos los chilenos un canal de televisión que todos los años pierde plata y además no cumple un servicio público, pues no ofrece nada distinto a los canales privados. Si el Estado tiene negocios, lo esperable es que estos sean lucrativos; de lo contrario, lo razonable es que el Estado se deshaga de ellos. De ahí que no sea una mala idea vender TVN, si la alternativa es financiar más de lo mismo. Al menos a mí me resulta evidente que el Estado no está para tener negocios que no rinden ni económica ni social ni culturalmente.

Pero como dice el dicho, las crisis también pueden ser oportunidades. La actual crisis de TVN nos ofrece la posibilidad de repensar la misión de este canal y su funcionamiento. Actualmente, la oferta televisiva abierta tiene carencias importantes, que un canal público podría subsanar. En primer lugar, se observa una ausencia de programas infanto-juveniles de calidad en contraste con la televisión pagada. Según el Informe Estadístico Anual del Consejo Nacional de Televisión, solo el 3,1 por ciento de las horas de televisión abierta correspondió a programas dirigidos para niños menores de 12 años y 0,7 por ciento para adolescentes. Esto implicó que solo 1,8 por ciento del consumo televisivo de niños entre 4 y 12 años fue de programas orientados hacia ellos. Dado que la televisión sigue siendo el canal de comunicación con mayor cobertura y más equitativo desde el punto de vista socioeconómico y considerando que los niños ven en promedio más de una hora de televisión diaria, TVN podría ser una herramienta útil desde el punto de vista educativo, si entregara programas dirigidos a niños y adolescentes de calidad en un horario apropiado a este segmento.

En segundo lugar, es notoria la baja calidad de los noticiarios en señal abierta. Prácticamente un tercio del tiempo se destina a deportes y otro tercio a crímenes o tragedias, donde por supuesto nunca se abordan desde una perspectiva general, sino que inmediatamente se reporta sin pudor el drama individual, que siempre es casuístico. Las peleas entre diputados siempre son más sabrosas que los detalles de los proyectos de ley o los matices en las posiciones entre gobierno y oposición. Los análisis internacionales brillan por su ausencia y los nacionales carecen de la mínima profundidad. La prensa es uno de los pilares fundamentales de la democracia, de ahí que se la considere el cuarto poder. Los tres poderes del Estado son financiados con recursos fiscales, sin embargo, la prensa no. Se podría decir que ella perdería su independencia, si fuese financiada con recursos públicos. Puede ser, pero el mismo peligro corre cuando depende del interés de privados. Este asunto va más allá de TVN, pero al menos podríamos contar con un canal de televisión de señal abierta preocupado por ofrecer noticieros de calidad, que informe sobre los asuntos más importantes a nivel nacional e internacional y que realice investigaciones propias, de manera que pueda ejercer el rol fiscalizador de los otros tres poderes del Estado.

En tercer lugar, un canal público podría tener mayor presencia de programas culturales. Actualmente, TVN ofrece un mayor porcentaje de programas «culturales» que el resto de los canales en televisión abierta, pero sigue siendo un porcentaje bajo y la calidad de «cultural» de los programas es en algunos casos cuestionables.

El peligro de un proyecto de esta naturaleza es que termine convertido a TVN en un canal boutique para un público reducido y de altos ingresos. La maldita tensión entre calidad y rating no se supera con el cambio de financiamiento, pero éste último debiera permitir encontrar un mejor equilibrio. Por último, hay quienes consideran que estos mismos objetivos se pueden lograr a través de licitaciones para comprar franjas televisivas. Sin duda este es también un modelo posible, pero dado que el Estado ya tiene su propio canal, ¿por qué no usarlo?