Una falla, no sólo de la Concertación sino de toda la clase política -la derecha puede que sea aún peor-, es su incapacidad para pensar el país por sobre los intereses sectoriales.
Exagerado el análisis que se hace de la encuesta del CEP. Los expertos sacan conclusiones catastrofistas para un gobierno que todavía no cumple su primer semestre. Parece que en el ser humano hay una fascinación incontenible por ver caer a los poderosos, sobre todo cuando conforman un gobierno. Hay entre algunos un afán como el de los que vaticinaban, con pomposidad y soberbia, que Lagos no terminaría su mandato.
Vamos a los hechos. La tasa de aprobación de la Presidenta es de sólo 46 por ciento. Pero Frei estuvo por debajo del 40 por ciento en siete de 10 mediciones, y Lagos debajo de Bachelet durante dos largos años. En cuanto a las preguntas que hace el CEP sobre si un gobierno actúa con «firmeza», o con «habilidad y destreza» frente a las presiones, la Presidenta no sale muy bien: sólo el 34 por ciento cree que actúa con firmeza, y el 39 por ciento que con habilidad y destreza. Pero este hecho ha producido reacciones muy precipitadas. Algunos machistas, creyendo defenderla, dicen que es injusto medir a una mujer con un criterio de firmeza. Lo que pocos hacen es comparar con el pasado. En 1995-1999, Frei, en firmeza, nunca superó el 34 actual de Bachelet, bajando al final al 21 por ciento, y en destreza su máximo fue 38 y su mínimo 25 por ciento. La tasa de firmeza de Lagos llegó a bajar al 34, y la de habilidad y destreza al 38 por ciento. Es que los chilenos son muy críticos en cuanto a la capacidad de sus gobiernos para enfrentar a las presiones, y tienen razón, porque una de las fallas, no sólo de la Concertación sino de toda la clase política -la derecha puede que sea aún peor-, es su incapacidad para pensar el país por encima de los intereses de los grupos sectoriales. En todo caso, éste es un terreno en que Bachelet tiene un promisorio espacio para crecer.
Entre los resultados del CEP en que más podría meditar Bachelet, está la popularidad de Lagos y Eyzaguirre. No es casual, creo yo, que aparezcan tan bien evaluados los dos juntos. Demuestra que el elec-torado chileno, que es muy centrista, valora la izquierda racional, moderada y libremercadista que ambos representan. Lagos inició una nue-va forma de gobernar desde la izquierda en América Latina, y ésta funcionó con eficacia gracias al irrestricto apoyo que le dio a Eyzaguirre. Por eso son tan populares los dos juntos: a los dos los asocian con un mismo modelo exitoso.
Con el cambio de gabinete, Bachelet tiene un equipo económico tan bueno como el de Lagos, y si ella lo apoya como Lagos apoyó al suyo, cosechará los mismos éxitos que cosechó él. Incluso podría ir más lejos que Lagos. Podría asumir la filosofía del modelo como propio, en forma más profunda. Con el encanto que tiene, podría salir a explicarle al país que la competencia es la garantía que tiene el ciudadano de que los poderosos no abusen de él, ya que en el mercado es él, como consumidor, el que tiene soberanía. Podría promover leyes pro competencia y antimonopolio. También, aumentar la competencia en el mercado político, tomando medidas pro participación: por ejemplo, inscripción automática, primarias obligatorias y reforma del sistema electoral, sin pérdida de gobernabilidad.
La competencia política y la económica son dos instrumentos complementarios que potencian al ciudadano, obligando al pode-roso a competir por su voto o su dinero. La competencia no tiene por qué no ser una bandera de izquier-da. Por lo demás, es eficiente, y permite que haya excedentes para financiar la protección social que la izquierda anhela. Lagos mostró el camino. Bachelet tiene la oportunidad de profundizarlo.