La última encuesta del CEP permite vislumbrar un reciclaje en la derecha. El continuo ascenso de Piñera y la sensación expectante que parece generar, contrasta con el marasmo que proyecta Lavín. Salvo que éste último arrase en las próximas elecciones, lo que parece muy improbable, ya es obvio que el liderazgo “natural” que por tanto tiempo se le atribuyó está desahuciado. Ésta es una buena noticia, aunque no sé si tanto como yo quisiera.
Es buena, pues perfila una derecha con mejores títulos democráticos. Una derecha que invite a mirar el futuro, por supuesto, pero que de cara al pasado no pierda la compostura ni tenga que hacer piruetas del tipo “si yo hubiera sabido…”. Una derecha que, al trajinar los cajones de su memoria, se encuentre con el “No” de 1988, o con un rechazo moral al abuso con que el Estado trató a muchas personas después del 73, cualquiera haya sido el contexto, y no sólo con la necesidad de compensar muertos y cifras económicas o, simplemente, con huesos.
La posibilidad de reciclaje se asegura si Piñera pasa a segunda vuelta, pero no si gana la elección. El reciclaje sólo parece posible fuera del gobierno, pues éste exige muchas transacciones y no deja tiempo para la discusión de principios y liderazgos, necesaria en la derecha tras el silencio en que se sumió a la sombra estéril de Lavín. Además, el próximo gobierno durará cuatro años y el tiempo, sabemos, vuela.
A mí me gustaría que del reciclaje saliera una derecha liberal. Una para la cual el voto “No” en 1988, la propiedad privada y el mercado sean importantes; pero también otras convicciones más sutiles como, por ejemplo, la idea de que la regla de defecto del orden político, en todos los campos, no sólo en la economía, es la autonomía individual; que la metáfora que mejor explica ese orden es el contrato y no un ente orgánico; que el Estado debe ser indiferente ante las distintas ideas del bien y sólo preocuparse de los contenidos y procedimientos que se tengan por correctos. ¿Es posible con Piñera?
Tengo dudas. Su referencia al “humanismo cristiano” y su continua invocación a Dios al hablar de la polis, son ejemplos que hacen dudar que posea esas convicciones. Hacen sospechar, más bien, que la suya es una versión actualizada de socialcristianismo, ese pensamiento abigarrado y poco liberal que en el siglo pasado sirvió de contacto entre la derecha y el centro político.
Ya sé: estamos en campaña y Piñera necesita crecer hacia el centro. Ésta podría ser nada más una estrategia para seducir democratacristianos y, una vez superado Lavín, surgiría la cara liberal de su derecha. Ojalá así fuera, pero intuyo que estoy pidiendo demasiado.