En los últimos años se ha instalado la idea en nuestro país de que la calidad de nuestra educación escolar es baja; de ahí la necesidad de una reforma profunda. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja.
La última prueba Pisa muestra los avances y desafíos que tiene nuestro sistema escolar. Por una parte revela que nuestro país obtiene los mejores resultados en Lectura, Matemática y Ciencia entre los países de Latinoamérica, superando con distancia a Colombia, Brasil, Uruguay y México. Si nos comparamos con países cuyo Producto Interno Bruto (PIB) es similar, advertimos que nuestro rendimiento es semejante al de ellos en Ciencia, e incluso superior en Lectura. Además notamos cómo en los últimos 15 años hemos logrado mejorar significativamente los resultados, reduciendo la brecha con los países de la Ocde, que en promedio tienen un PIB mayor que el nuestro.
Por otra parte nos muestra los tremendos desafíos que debemos enfrentar. Entre ellos, sin duda el principal es reducir el porcentaje de alumnos que no alcanza las competencias básicas en Ciencia, Lectura y Matemáticas para insertarse de forma efectiva en el mundo de hoy. No es posible que uno de cada tres jóvenes de 15 años no cuente con las competencias mínimas en Ciencia y Lectura para desenvolverse de forma efectiva en el mundo, y es dramático que en matemática la mitad de los jóvenes se encuentren en esa situación.
Es en esos jóvenes donde el Estado debe concentrar sus esfuerzos. Para ello necesitamos un sistema de aseguramiento de la calidad cuyo foco esté puesto en el alumno, de manera de detectar a todos los niños que muestran rezago de forma temprana. Igualmente, requerimos un Ministerio de Educación con mayores capacidades técnicas, y capaz de entregar las herramientas necesarias a los sostenedores y docentes para que puedan ayudar a estos niños y jóvenes.
Abordando la inequidad en los resultados de aprendizaje, abordaremos también la inequidad socioeconómica, entregando más y mejores oportunidades a los jóvenes de escasos recursos.
