La Tercera
Opinión

Retorno a la escuela

Sylvia Eyzaguirre T..

Retorno a la escuela

La suspensión de las clases presenciales aumenta la probabilidad de la deserción escolar y el aumento de brechas en los logros de aprendizaje.

Perder un año de clases no es nada en comparación con perder la vida. ¿Quién en su sano juicio podría refutar esta afirmación? La trampa está en que, por una parte, se invisibiliza los riesgos que conlleva la prolongada suspensión de clases presenciales y, por otra parte, la evidencia médica hasta ahora disponible cuestiona que los niños sean un vector de contagio. 

Diversas organizaciones internacionales (FAO, Unesco, OCDE, ONU, OMS) han alertado respecto de los efectos adversos del confinamiento en la población infantil. La ONU estima que mensualmente en el mundo están muriendo 10 mil niños más de hambre y cada mes 500 mil nuevos niños sufren de desnutrición producto de las medidas implementadas para contener la pandemia. En Chile, antes de la aparición del Covid-19 cerca de 1,5 millones de niños recibía alimentación en sus establecimientos educacionales y para muchos era su única comida. La situación se vuelve más dramática ahora producto de la crisis económica, que ha dejado a cientos de miles de familias sin trabajo (la tasa de desocupados alcanza el 11%). 

Pero el hambre y la desnutrición no es el único efecto adverso de cerrar los colegios, otra amenaza para los niños es el potencial aumento del maltrato y abuso infantil. Los factores que inciden en el maltrato y abuso de menores, como la ansiedad, el estrés, hacinamiento, problemas económicos, enfermedades mentales, distanciamiento social y consumo de drogas y alcohol, han aumentado exponencialmente. También en los meses de confinamiento se advirtió un aumento significativo de denuncias de violencia intrafamiliar y de descargas de páginas de pornografía infantil en internet. Ello ha alertado a los expertos a nivel mundial respecto de los riesgos que corren los niños encerrados en sus casas sin la posibilidad de pedir ayuda, dejando secuelas que pueden durar toda la vida. La Organización Mundial de la Salud también ha advertido de los efectos del confinamiento en la salud mental de la población infantil, especialmente en los adolescentes. Estudios basados en el brote epidémico del SARS en 2003 muestran que el confinamiento y el cierre de escuelas produjo un aumento de ansiedad, depresión y estrés postraumático en los adolescentes. Ello es especialmente preocupante para nuestro país, que tiene una de las prevalencias más altas entre los países de la OCDE de enfermedades mentales en menores de 20 años. 

Finalmente, la suspensión de las clases presenciales aumenta la probabilidad de la deserción escolar y el aumento de brechas en los logros de aprendizaje. Actualmente, aproximadamente 180 mil niños y jóvenes están excluidos del sistema escolar y el Ministerio de Educación estima que estos podrían aumentar en 40%, superando con creces los 200 mil jóvenes excluidos del sistema escolar. La evidencia nos muestra que los niños excluidos del sistema escolar tienen más probabilidad de consumo abusivo de alcohol y drogas, de cometer delitos, de encontrar trabajo y de tener recursos económicos suficientes para solventar su vida. El aumento de las brechas escolares también afecta de forma dramática las oportunidades futuras de los estudiantes, especialmente de quienes pertenecen a familias de bajos ingresos. El estudio realizado por el CEP muestra la enorme desigualdad en las condiciones que exige la educación a distancia, que están altamente correlacionadas con ingreso económico. No solo las condiciones materiales como el hacinamiento, condición de la vivienda, acceso a internet y a un dispositivo tipo computador o tablet son esenciales para la educación a distancia; sino también las habilidades en el uso del computador y la comprensión lectora, hábitos de estudio y capital cultural de los adultos en el hogar. Estas condiciones se encuentran distribuidas de forma desigual en la población, perjudicando las oportunidades de quienes precisamente tienen menos. 

Un retorno seguro a las clases presenciales es urgente. No se trata de un año perdido, sino de millones de vidas de niños y jóvenes que producto de malas decisiones pueden quedar truncadas.