QuéPasa, 8 de enero de 2015
Opinión

Se acortan las brechas

Raphael Bergoeing Vela.

Durante los últimos 30 años el producto per cápita de Chile se ha multiplicado por tres. Esto supera lo conseguido durante las ocho décadas previas. Nunca antes en nuestro país una generación había avanzado tanto con respecto a la previa. Así, después de compartir condiciones económicas similares con la mayoría de los países en América Latina, hoy los miramos por el espejo retrovisor. El efecto de esta transformación económica ha sido un aumento enorme y generalizado en el acceso a bienes y servicios. Con todo, actualmente aparecemos en el lugar 30 del mundo en el Índice de Progreso Social publicado por el Banco Mundial.

Dos indicadores reflejan el impacto social en prosperidad: desde 1990, la pobreza cayó desde 38,6% a 14,4% y la esperanza de vida al nacer aumentó en 8 años. De hecho, según un estudio reciente realizado por Naciones Unidas, Chile es el mejor lugar para nacer y para envejecer en la región.

Pero no sólo los estratos más pobres de nuestro país se han beneficiado con el mayor crecimiento. Hoy, una clase media empoderada, más educada y menos paciente, define ampliamente las expectativas y aspiraciones de nuestra sociedad. Atrás quedaron la preocupación por la subsistencia y el conformismo con la cantidad: fueron reemplazados por un foco en la calidad. Esto ha generado tensión entre los distintos actores del proceso productivo y representa un desafío natural en un país que ha alcanzado la mitad del camino hacia el desarrollo económico.

Una cosa es la comparación con nuestra propia historia, otra es la aspiración de alcanzar niveles de bienestar incluso mayores, y en función de cualidades cada vez más complejas. La clase media vive entre la satisfacción de saberse más próspera que sus padres y el temor de perder ese privilegio; entre la tranquilidad de haber superado sus necesidades básicas y la ansiedad de alcanzar otras superiores.

Por ejemplo, la encuesta muestra que las personas que integran el nivel socioeconómico medio tienen una opinión mucho más favorable sobre las reformas que buscan balancear poderes en la sociedad, como la educacional y previsional, pero no sobre la tributaria. Es probable que el discurso opositor sobre que esta última reforma afectaría el empleo y exigiría el pago de mayores impuestos de todos haya penetrado. Así, una parte importante de la clase media, que apenas una generación atrás conoció la pobreza, entiende mejor qué significa perder lo alcanzado. Es ese grupo amplio de personas en donde la reforma tributaria recibe menor aprobación.

Chile ha crecido mucho, pero mantiene necesidades materiales no resueltas. La brecha con los países más avanzados recién comienza a cerrarse. De hecho, cuando se pregunta sobre si durante 2015 se espera comprar bienes tecnológicos, salir de vacaciones y comprar más en malls, la respuesta afirmativa mayoritaria corresponde a las personas del estrato socioeconómico más bajo, precisamente aquellas que recién comienzan a acceder a bienes durables y a servicios suntuarios, como las vacaciones. Durante los próximos años, más allá del ciclo económico, la tendencia debería ser a continuar cerrando estas brechas.

Al profundizar en los efectos del ciclo económico aparece otro antecedente interesante. Porque una cosa es lo que somos, otra es cómo estamos. Es natural que en un entorno de desaceleración profunda las expectativas económicas se ajusten a la baja. Pero en esta ocasión esta tendencia ha sido menos marcada. Ante la consulta sobre las condiciones económicas esperadas durante 2015, y a pesar de que el crecimiento del 2014 será el más bajo en 31 años -si excluimos los años 1999 (crisis asiática) y 2008 (crisis subprime)-, la mayoría espera que sus condiciones económicas mejoren. Esto refleja en parte una base de comparación poco exigente, pero también lo que ha ocurrido con el mercado laboral. Porque, contrariamente a lo proyectado por los expertos, la desaceleración actual ha impactado poco los salarios y el empleo. Hasta ahora, al menos.

Entre los expertos esto ha generado dudas sobre la validez de las cifras del INE para el mercado laboral. La encuesta en parte despeja esta inquietud. Porque en el estrato económico bajo en donde los ingresos laborales son la única fuente de ingresos posible, la mayoría dice estar tranquila con respecto a la estabilidad de su trabajo, el nivel que tendrá su ingreso familiar y su capacidad para pagar sus deudas, reflejando que el empleo hoy sigue fuerte. La evidencia empírica sugiere que estas personas están cometiendo un error. Ojalá, en esta ocasión, la equivocada sea la economía.

 

 

Nota: Opinión sobre los resultados de la Encuesta Cadem/Qué Pasa de Expectativas 2015.