En conversación con Estrategia, el economista jefe de políticas sociales del Centro de Estudios Públicos (CEP) señaló que es “realmente sorprendente” que no se cuente con un marco programático a tan poco tiempo de la elección presidencial.
—¿Cómo se puede hablar de pleno empleo cuando nuestras tasas de participación son tan bajas?
—Para el pleno empleo estamos mirando el 5,7%, que es una excelente noticia. Ahora, ¿es esa una visión poco amplia?, sí, lo es a la hora de tener un diagnóstico del mercado laboral. Lo que hace a Chile un caso particular en las economías de ingreso medio, medio-alto, es la baja participación laboral femenina, pese a que esto se ha comenzado a revertir en los últimos años. Pero la dimensión más importante es el desempleo de los jóvenes y los que no participan.
—¿Cuál es la calidad del trabajo que se ha creado en los últimos años?
—No hemos tenido la discusión de reformas estructurales integrales al mercado laboral, entonces cuando vemos que 45% de la creación de empleos desde 2010 corresponde a subcontratación, es probable que dadas las rigideces, las empresas tengan que optar por las alternativas que existen. Ahora, ¿eso es malo o bueno? Hay que verlo, porque probablemente es mejor que un desempleo del 12%. Y aquí no se plantean alternativas, la discusión ha estado extremadamente politizada. En el sistema de capacitación, por ejemplo, se gastan US$300 millones al año, con cero impacto, y ese es un programa muy difícil de cambiar.
—¿Cuánto ha ayudado a este gobierno el “efecto rebote” de la actividad y cuánto ha sido mérito propio?
—No se puede dar un porcentaje. Sí sabemos que Chile ha contado en esta administración y en la anterior con precios del cobre extremadamente inusuales, lo que ha permitido al Estado contar con muchísimos recursos; la entrada de reservas de una magnitud impensada, y por lo tanto esto ha sido importantísimo para el crecimiento y empleo. Ahora, estas cosas no ocurren por arte de magia, uno puede gastarse todo. El caso patológico es Venezuela. En ese sentido, hay que darle méritos a esta administración, que ha utilizado las buenas condiciones para impulsar el crecimiento.
—¿Con que medidas, en particular?
—La agenda de impulso competitivo, por ejemplo. Cuando uno ve las cincuenta medidas que la ex presidenta planteó de forma medio ambigua, algo suena que innovación y emprendimiento va a estar ahí, lo que refuerza el rol de dicha agenda. En segundo lugar, destaco el enfoque que se le ha dado a las políticas sociales: acá vemos la incorporación del ingreso ético familiar como una política que premia el esfuerzo, cosa que no teníamos en Chile. Agrego un tercer elemento; el orden macroeconómico, con instituciones serias, y buna baja inflación que ha sido clave para la confianza.
—¿Qué cosas, asimismo, no se han hecho bien?
—En materia laboral se podría haber avanzado más, entendiendo la complejidad de la economía política, con un nuevo programa de capacitación. El uso de información fue una cosa traumática, pero al final del día ha planteado una discusión que se iba a dar sí o sí. Hoy día el nivel técnico en Chile es muy alto, y por lo tanto shocks de este tipo, la Casen, el Censo, son cosas que se producen. Lo importante es que estos shocks sean bien utilizados.
—¿Qué podemos esperar en materia económica en caso de que gane Michelle Bachelet?
—Es realmente sorprendente que a tan poco tiempo de la elección, la candidata que lidera no tenga un programa de gobierno, para bien o para mal. Si tú miras las 50 propuestas, no se puede opinar sobre ellas porque no se entienden, no hay un documento con lo que es la reforma educacional. O sea, no puede ser sólo un título; también con la reforma tributaria. Yo tengo la mejor opinión técnica del equipo de economistas que trabaja con la ex presidenta, pero a mí me sorprendería que ellos estuviesen tranquilos con eso. Eso se hace urgente para levantar un programa económico. Espero que eso se pueda resolver a la brevedad.
