El Líbero
Opinión

Sí, estamos haciendo historia

Nicole Gardella.

Sí, estamos haciendo historia

Es inútil pensar el futuro con las categorías del presente y actuar en nombre de este como si fuésemos un oráculo; es ridículo y una amenaza.

En la década de 1940, Marc Bloch (Apología para la historia o el oficio del historiador, 1949) apuntó que las personas no podían dejar de ser hijos de su tiempo. Esto significa que el presente determina nuestras particularidades e intereses, porque el pasado nos condiciona en toda dimensión. Antes de Bloch, la historia venía labrándose con métodos en los cuales el historiador -supuestamente- quedaba fuera del discurso que ofrecía y su mérito radicaba en ser un buen detective de fuentes que demostraban algo. Su tesis amenazó la creída objetividad que caracterizaba a los discursos históricos, porque ahora implicaba, tal como señaló Lucien Febvre, que el historiador ´re-construía´ o ´co-construía´ un relato, ayudado por las fuentes sin duda, pero mirando y destacando lo que a ojos de su presente importaba. La comprensión de esto último ha sido conceptualizado como conciencia histórica y admite, entre otras cosas, que la memoria histórica tiene una función política (Piere Nora) tanto en el espacio de experiencias como en el horizonte de expectativas (Reinhard Koselleck).

Con la tesis de Bloch se dispersó también la idea de que todos nosotros estamos haciendo historia, no como historiadores, sino como fuente histórica, pues en el futuro, este presente será el pasado de alguien. Es complejo sabernos una fuente histórica. Ello alerta una preocupación elemental, y es que actuar con el solo interés de artificiar el futuro con nuestras acciones presentes puede ser muy dañino para el mundo común que nos reúne, porque es pensar que podemos saltarnos el presente para convertirnos ya en el futuro.

Desde hace unos días entramos en un proceso constitucional que cambiará el destino de Chile en el siglo XXI. Y sí, estamos haciendo historia, pero esto requiere tomar una actitud muy cuidadosa que nos exige vivir el presente como tal y no adelantarnos en el largo tiempo histórico. El debate constitucional tiene este riesgo. Evidentemente será valioso identificar los valores que queremos promover como la igualdad de oportunidades y de trato para mujeres, educación de calidad, una salud integral, etc., o cualquier otro tópico que consideremos auspicioso para el futuro y buscar alcanzarlos. Pero al mismo tiempo será necesario aceptar nuestras limitaciones en el sentido de que no podemos saber cuáles serán las preocupaciones y necesidades de los ciudadanos del futuro, ni materiales ni simbólicas.

Es inútil pensar el futuro con las categorías del presente y actuar en nombre de este como si fuésemos un oráculo; es ridículo y una amenaza. La historia que hacemos día a día es en realidad una donde somos fuentes no-voluntarias, lo que ciertamente nos convierte en personajes de una trama, pero no necesariamente en héroes de este episodio. Esto es particularmente delicado porque quienes quieren ser héroes, se ven a sí mismos como nuevos mesías, salvadores de una época, de la nación, del pueblo.

Tener conciencia histórica implica abandonar toda posibilidad de ejercer conscientemente el rol de héroes, precisamente porque el pasado nos ha enseñado que quienes se consideraron adánicos, terminaron encarnando el horror y su mensaje en realidad fue espejo de un mero amor propio. Quienes pretenden vivir su presente como héroes, quienes dicen aunar todas las capacidades para dibujar el anhelado futuro que aparentemente todos queremos, están en realidad satisfaciendo sus propios egos. Podríamos estar frente a futuros tiranos o dictadores. Entonces sí, estamos haciendo historia, pero debemos ser prudentes, mirar el pasado y no pretender saltarnos el tiempo histórico. Ser sensatos para no caer en el peligro inminente de convertir a nuestros sucesores en víctimas de una historia que no queremos y en sembrar en ellos rencor por la escasa conciencia histórica que tuvimos.