Estoy convencido que, cuando hay buenos contendores, la política gana. Y Jaime Guzmán era un adversario de altura y de temer.
¿Qué hubiera pasado si Jaime Guzmán no hubiera sido asesinado hace 40 años? ¿Cómo hubiera evolucionado la derecha si el senador no hubiera sido acribillado por terroristas? ¿En qué pie se encontraría el país?
Mi conjetura es que la derecha le hubiera ido mucho mejor de cómo le ha ido. Estaría más ordenada, actuaría con mayor pragmatismo, tendría mayores capacidades para negociar, y estaría menos ensimismada. Más aún, creo que, si Guzman hubiera vivido, la derecha sería menos dogmática y menos dura. Sería una derecha más “suave” – que no es lo mismo que “blanducha” -, y con una mayor conexión con las personas comunes y corrientes.
Durante los últimos días le planteé esa hipótesis a varios amigo y amigas, y prácticamente todos estuvieron en desacuerdo.
Algunos reaccionaron como si yo tuviera amnesia, y me hicieron un pequeño curso de historia. Me recordaron que Guzmán fue un importantísimo asesor de la dictadura, y el padre de esa constitución que, hoy, los chilenos repudian mayoritariamente y quieren cambiar a toda costa y por cualquier cosa. Según varios, con Guzmán la derecha hubiera estado aún más arrinconada de lo que está en estos momentos.
El editor Felipe Gana – quien es una especie de Pepe Grillo – me recordó que Guzmán había apoyado a torturadores, y que, si de él hubiera dependido, en Chile todavía no habría ley de divorcio, y la sodomía seguiría penada por la ley.
El filósofo Renato Cristi, autor de una magnífica biografía intelectual de Jaime Guzmán, cree que el ex senador hubiera seguido atrapado en la telaraña de la doctrina social de la iglesia. Esto, añade Cristi, es lo que sucede con otros ideólogos de derecha, como Joaquín Fermandois y Carlos Frontaura. Cristi, quien vive en Canadá, es una de las autoridades mundiales sobre el pensamiento del jurista alemán, y militante Nazi, Carl Schmitt. En libros y artículos, Cristi argumenta que Jaime Guzmán fue influenciado por las críticas del germano a las democracias liberales. Cristi cree que Guzmán hubiera defendido con fuerza (y posiblemente con éxito) la Declaración de Principios de la UDI ante aquellos militantes jóvenes que buscan modernizar el partido.
Patricio Navia, el politólogo y profesor de la New York University, opina que Jaime Guzmán no hubiera podido evitar los desaciertos de la derecha. Según Navia, para Guzmán la idea central era gobernar “para” el pueblo, pero “sin” el pueblo. Y esta receta no funciona en pleno siglo XXI.
Si bien reconozco que estos argumentos son razonables, sigo pensando que con Jaime Guzmán la derecha hubiera tenido un mejor desempeño que el que ha tenido. Es difícil, casi imposible, concebir una peor situación para la derecha que la que vive hoy en día.
¿Cuán diferente sería la política chilena si Jaime Guzmán estuviera vivo? Obviamente, nunca lo sabremos, pero podemos imaginar: Para empezar, los economistas hubieran tenido mucho menor influencia de la que tuvieron en los últimos 40 años. La derecha hubiera sido un conglomerado con más política y menos finanzas, con mayor conexión con las personas y menos miedo a Standard & Poor, con mayor arraigo popular y menos reverencias a los empresarios. En suma, una derecha menos economicista. También más nacionalista y menos cosmopolita.
En segundo término, es muy posible que Sebastián Piñera no hubiera sido presidente de Chile. Jaime Guzmán se hubiera movido sin descanso hasta lograr un candidato con mayor peso político, con una espina más dura y una cintura más ágil.
En tercer lugar, la derecha hubiera tenido un “relato” coherente y atractivo. Jaime Guzmán era, ante todo, un gran profesor. Basta con mirar videos de su participación en el mítico “A esta hora se improvisa” para confirmarlo. En uno de ellos, de 1973, al referirse a la situación del momento dice: “Eso se puede explicar en 30 segundos”, y con una capacidad de síntesis asombrosa da una explicación corta, coherente y persuasiva. Durante los últimos 40 años la derecha creyó, erróneamente, que conceptos como productividad, eficiencia, competencia, y tasas de retorno podían reemplazar el relato político, y entusiasmar políticamente a la ciudadanía.
Es verdad que Jaime Guzmán venía de una matriz sumamente conservadora y católica, y que de joven fue influenciado por el pensamiento carlista y los principios de la Falange de Primo de Rivera. Pero eso fue hace 40 años. Y si había algo que Guzmán entendía era la necesidad de los políticos de adecuarse a los tiempos. Eso quedó claro cuando, ya a medidos de los 1980, empezó a distanciarse de Pinochet y de los duros de la dictadura.
¿Hubiera cambiado lo suficiente para entender a las nuevas generaciones? No lo sé. Pero estoy convencido que, cuando hay buenos contendores, la política gana. Y Jaime Guzmán era un adversario de altura y de temer.