www.T13.cl/blog, 12 de marzo de 2015
Opinión

Sobre los escándalos económicos recientes

Raphael Bergoeing Vela.

Desde la crisis subprime abundan los escándalos financieros en el mundo desarrollado, y más recientemente, también en Chile. No sé si aumentaron con respeto al pasado, porque los estándares de exigencia hoy son mayores, y la información, gracias a las redes sociales, está más fácilmente disponible. Sí sé que estos escándalos corroen las bases del sistema económico.

El modelo de mercado globalizado ha producido prosperidad como nunca antes había ocurrido en la historia de la humanidad. Sin embargo, hoy este modelo está bajo escrutinio. En parte, por la desigualdad que causa; pero también por la desconfianza generada por los escándalos. El peligro es que, desde la política, se responda con regulaciones excesivas que limiten el crecimiento o predomine el populismo.

En este contexto, quiero hacer dos comentarios: el primero, sobre el rol de las empresas y el Estado; el segundo, sobre la responsabilidad que le cabe a la enseñanza de economía.

Al referirse al deber de las empresas en una economía de mercado, es usual que se cite al Premio Nobel de Economía Milton Friedman, quien sostenía que “la única responsabilidad social de un negocio es aumentar sus utilidades”.

Mucho ha cambiado desde que Friedman escribió esto en su libro “Capital y liberalismo”, en 1962. Pero incluso bajo una lectura literal, es interesante notar que este típica cita es parcial. El texto completo que escribió Friedman dice: “en una sociedad libre existe una y solo una responsabilidad social de la empresa: usar sus recursos y participar en actividades diseñadas para aumentar sus ganancias con tal de permanecer dentro de las reglas del juego; es decir, de comprometerse en una competencia abierta y libre sin engaño o fraude”.

Los conceptos engaño y fraude, por obvios, no requieren análisis. Sí conviene detenerse en la importancia que Friedman asigna a que el entorno sea abierta y libremente competitivo. Y es que, en una economía de mercado, la competencia es precondición para que el interés privado y social sean compatibles. La implicancia de política es directa: la institucionalidad de libre competencia, como pilar de la economía moderna, requiere ser permanentemente fortalecida.

Por último, ¿cuál ha sido el rol que ha tenido la educación en todo esto? Llevo 25 años enseñando economía, muchos de ellos en escuelas de negocios, en Chile y en Estados Unidos, y sé que hoy, más que antes, se cuestiona ampliamente la manera cómo estamos enseñando esta disciplina. Pese a ser una ciencia social, pues trata sobre el comportamiento de personas, la enseñamos, la mayor parte del tiempo, como si fuera una ciencia exacta.

Luigi Zingales, profesor en la Escuela de Negocios Booth, de la Universidad de Chicago, desarrolla esta idea en un artículo titulado “¿Están las escuelas de negocios incubando criminales?”. Zingales reclama que enseñemos economía y negocios como si fueran física, una disciplina amoral. El problema es que el comportamiento de los átomos no depende de cómo enseñamos física, pero el comportamiento de las personas sí depende de cómo enseñamos economía y negocios.

De hecho, evidencia reciente sugiere que, después de tomar un curso de economía, las personas tienden a interesarse más en lo individual que en lo público. Del mismo modo, Sumantra Ghoshal, uno de los intelectuales en temas de negocios más influyentes, sostiene que “la manera como se educa a los estudiantes de MBA los ha liberado de cualquier sentimiento de responsabilidad moral sobre lo que luego hagan en su vida laboral”.

Con todo, nada acabará con las conductas inapropiadas. Estas ocurren tanto en países pobres como ricos. La diferencia en ambos casos radica en la capacidad para detectarlas y sancionarlas. Tanto la regulación como la enseñanza de economía tienen mucho que aportar con este fin.