De trabajo en Nueva York, pienso en cómo cambió el mundo en sólo un año. En noviembre de 2008, la ciudad estaba aplastada por la crisis. Ahora las empresas están con ganas de invertir. Un signo impactante del nuevo entusiasmo: la venta en un remate de una serigrafía de Andy Warhol, en casi 44 millones de dólares. Es un cuadro en tinta y lápiz, en que 200 billetes de 100 dólares están desplazados de a 10, en 20 compactas líneas horizontales. Algo nos dice del ambiente actual que estos dólares ficticios valgan tanto más que los reales. Algo sobre la inflación, quizás, pero aún más sobre las ganas de no seguir con dólares en efectivo, sino de convertirlos en activos físicos, cuyo valor provenga, como el del cuadro de Warhol, de la creatividad, la ocurrencia, la innovación.
La encuesta del CEP muestra lo mucho que cambió también Chile en un año. Si en noviembre del 2008, el 47 por ciento creía que la situación económica era “muy mala”, hoy día lo cree un módico 23 por ciento. Si entonces sólo el 31 por ciento creía que el país estaba “progresando”, hoy día lo cree un contundente 57 por ciento.
Por su parte, la popularidad de la Presidenta y de los conductores económicos ha subido del 43 y 32 por ciento al 78 y 69 por ciento. La Concertación también se ha visto favorecida. Hace un año, su tasa de aprobación era del 25 por ciento, sólo dos puntos arriba de la Alianza. Hoy ha subido al 41 por ciento, 14 puntos por encima de la Alianza.
Hace un año, con un Transantiago que despertaba una permanente bronca en los capitalinos, la pista parecía despejada para un candidato opositor. Hoy ya no lo está. Por eso es notable lo bien que se ha sostenido Piñera. Su desempeño en las encuestas no ceja. ¿Cómo lo hace? ¿Con una Alianza poco popular (Piñera es el único de su coalición entre los 10 políticos mejor evaluados del país), y un gobierno querido como nunca?
Hay una pista en las elecciones municipales del año pasado, en que a la Alianza le fue mal en concejales y bien en alcaldes. Demostraron que si bien la Alianza, como marca, tiene un techo bajo, éste es superado con creces por un buen candidato. Y eso es lo que es Piñera: un buen candidato. Así parece percibirlo una mayoría de chilenos, que no quieren perder la oportunidad de tenerlo como Presidente. Queda claro en el detalle de la encuesta CEP. Por ejemplo, los problemas del país más mencionados son delincuencia, educación, salud, empleo y sueldos. Cuando enseguida se pregunta cuál candidato da más confianza para enfrentar justamente esos problemas, Piñera barre.
Habla muy bien del votante chileno que sea capaz de superar sus prejuicios ideológicos y partidistas, para optar por un candidato nada más que por méritos personales. En un país que se recupera, y que tiene un gobierno ultrapopular, como el Chile de hoy, la gente parece apoyar a Piñera no tanto porque quiere un “cambio”, sino porque lo quiere a él. Un candidato que es favorecido tan claramente por sus méritos individuales tendría una gran legitimidad al llegar a la Presidencia. Una que le permitiría a Piñera construir una nueva mayoría que, por su amplitud, despejara la resistencia con que se topa la Alianza.
No debería ser tan difícil contruir esa nueva mayoría en torno a un proyecto de reformas modernizantes. Desde ya, no ha sido un éxito ese Frei estatista que han construido sus asesores, que parecen vivir en otra época, y que logran que él sea menos que su coalición. Enríquez-Ominami, por su parte, comprueba que la centroizquierda sigue con mucha vida cuando tiene un buen candidato, y se mantiene en su vertiente liberal.