El Mercurio, viernes 20 de enero 2006.
Opinión

Un cuatrienio promisorio

David Gallagher.

Antes que nada, un entusiasmado homenaje a Sebastián Piñera. Chile necesita una derecha moderna y universal, que sea una alternativa real para una mayoría de ciudadanos. Gracias a la candidatura de Piñera, alcanzamos a vislumbrar cómo podría ser esa derecha.

No por el “humanismo cristiano”. Esa parte de la campaña nunca me gustó, porque Dios no debería ser un factor de división política. Más bien porque Piñera contribuyó a liberar a la derecha de una herencia prohibitivamente complicada, distanciándola de sus fantasmas. La Concertación no acarrea los pecados de Allende porque incluye a la DC, que se opuso a él. Para estar igualmente libre del pasado, la derecha tiene que acoger a más líderes que se opusieron a Pinochet. El momento que lo haga, estará en condiciones de proveernos la alternancia en el poder que la democracia chilena tanto necesita. Lagos, en su elogio a la Concertación y a sus tres excelentes gobiernos, dijo con razón, la noche el domingo, que la Concertación era “un patrimonio de Chile”. Pero si no gana la Alianza algún día, será Chile el que se convertirá en patrimonio de la Concertación. Como dijo Patricio Navia esa misma noche, sin alternancia terminaremos confundiendo Concertación con Estado.

De paso es curiosa la rabia que despertó en la Concertación y el gobierno el surgimiento de esa derecha nueva. Uno diría que por el bien del Chile republicano, ella sería acogida con felicidad por quienes restauraron nuestra democracia. Pero al contrario, una derecha profundamente democrática produce en sectores de la izquierda la misma indignación que provoca en algunos rincones de la derecha un presidente Lagos libremercadista.

Desde luego es más fácil lidiar con un adversario caricaturesco que con uno de alcance universal. Nada peor que un adversario que se renueva, si lo que más importa no es el bien del país sino el poder. Por cierto no basta que la derecha se libere de sus fantasmas. Tiene también que consolidar su unidad recién ganada, y enseguida complementarla con más amplitud. Tiene que evitar esta vez quedarse pegada a un solo candidato: como lo hace la Concertación, debería levantar a una docena de figuras presidenciables. Pero más que nada tiene que volverse atractiva y seductora, sobretodo para los jóvenes. Es lo que ocurre con el partido conservador en Gran Bretaña, donde David Cameron, su joven líder nuevo, ha logrado reclutar hasta a Bob Geldoff, el músico rock que busca salvar África.

Que la Concertación tenga mientras tanto una impresionante capacidad para renovarse fue demostrado por la contundente mayoría de Michelle Bachelet. Estoy seguro que muchos chilenos que no votaron por ella amanecieron el lunes felices de tener como presidente a una mujer, que, además, promete un tipo tan nuevo de liderazgo.

Bachelet abre perspectivas estimulantes y entretenidas para Chile. Desde ya será una inspiración para las mujeres, lo que es bueno para el país entero, porque con más contribución de ellas, nos enriqueceremos todos. En general, Bachelet tiene ahora un gigantesco capital político. En Chile, éste le servirá para resistir las presiones de grupos de interés entre sus propios adherentes. Pero es un capital que se extiende también al ámbito internacional. Los países más poderosos del mundo la festejarán, lo que debería darle confianza para ser asertiva con los pocos países que puedan querer perjudicarnos. Por último Bachelet tiene como nadie el capital moral para cerrar de una vez las heridas del pasado. Con sólo ese logro justificaría su cuatrienio.