Estarán que arden en Chile el Sename y Gendarmería, pero en estas últimas dos semanas es el resto del mundo el que se ha robado la película.
Estarán que arden en Chile el Sename y Gendarmería, pero en estas últimas dos semanas es el resto del mundo el que se ha robado la película. Se la ha robado con la persistente y confusa resaca del Brexit, la masacre de Niza, el golpe en Turquía, y la aguerrida Convención republicana en Cleveland.
El Brexit sigue provocando confusión en el Reino Unido y en la economía mundial porque los que lo apoyaban no tienen idea de qué hacer ahora. Es lo que pasa cuando triunfa una campaña inspirada solo en sentimientos negativos.
No ayuda que en el Reino Unido haya un gobierno nuevo e inexperto. Hasta hora el principal atributo de Theresa May era que nadie sabía lo que pensaba. Fría y cautelosa, nunca se había jugado por nada. Por ejemplo, estaba a favor de quedarse en la Unión Europea, pero con tal falta de entusiasmo, que se había ganado el cariño de quienes querían irse. Ahora estamos descubriendo algo de lo que piensa. En pocos días, ha despotricado contra los «privilegiados», y ha anunciado que se pondrán límites a las remuneraciones de los ejecutivos de las empresas. Estas a su vez tendrán que tener a «trabajadores y consumidores» en sus directorios. ¡Todo esto cuando miles de empresas ya analizaban si quedarse o no en el Reino Unido!
Habrá que darle más tiempo antes de juzgarla. Pero es una lástima la ida de Cameron. Era un referente importante para el mundo, porque había forjado una derecha moderna, de gusto universal, y lo había hecho con políticas sustentables, sin recurrir a populismos, y sin imitar a la izquierda. No es casual que el intervencionismo con sabor a izquierda que anuncia May congenie con el populismo de los que lideraron el Brexit.
En cuanto a la masacre en Niza, demuestra lo peligroso que está el mundo. Hemos descubierto que el terrorismo ahora se contagia como un virus, sin que Isis tenga siquiera que molestarse en reclutar a nadie. Un virus que se disemina con alarmante velocidad. Notable que el asesino se haya «radicalizado» tan rápido, dejándose crecer la barba solo 10 días antes del atentado, siendo que hasta entonces «comía cerdo, bebía alcohol, consumía drogas y llevaba una vida sexual desatada». Por lo visto se ha constituido una letal alianza entre Isis y psicópatas solitarios esparcidos por el mundo, por lo que ya no hay lugar inmune frente a quienes pretendan convertir su suicidio en arma de destrucción masiva.
En cuanto al golpe en Turquía, es de motivos enigmáticos. ¿Militares defensores de la constitución laica que se oponían al autoritarismo islamista de Erdogan? Tal vez, pero no se les oyó decirlo. ¿Seguidores del islamismo apolítico y tolerante de Fetulá Gülen, el clérigo que fue aliado de Erdogan y que ahora está exiliado en Estados Unidos? Tal vez, pero Gülen lo niega. Lo único seguro es que el más favorecido es el mismo Erdogan, quien tiene ahora un gran pretexto para acentuar su autoritarismo teocrático. En eso el golpe se parece al que sobrevivió Chávez en 2002, y que le dio un pretexto para profundizar su revolución bolivariana.
Ahora Erdogan está dedicado a la caza de brujas. Quiere restituir la pena de muerte, con efectos retroactivos. Con fervor fascista está purgando a las FF.AA., la prensa, el profesorado y el poder judicial. Después volverá a sus prioridades de siempre. Arremeter contra los kurdos mientras pretende combatir a Isis. Albergar a la Hermandad Musulmana egipcia hasta que logren derrocar a Al-Sisi. En general, consolidar su poder mientras desmantela el estado laico de Atatürk.
En cuanto a la Convención republicana, queda claro que ni Turquía ni África ni América Latina tienen exclusividad en materia de caudillismo demagógico. Lo escalofriante es que se dé en un país con el poder de Estados Unidos.