Quienes afirman que el lucro necesariamente afecta de forma negativa la calidad de la educación cometen el mismo error que quienes afirman que éste necesariamente tiene efectos positivos.
El efecto que pueda tener el lucro sobre la calidad de la educación no es un asunto que pueda zanjarse a priori, sino que es un asunto empírico y como tal exige buscar la respuesta en la experiencia empírica. Esto, por cierto, no significa que no puedan existir otras razones que no requieren de evidencia empírica para oponerse al lucro en educación, pero estas razones no deben confundirse con aquellas que sí lo exigen.
¿Qué nos dice la evidencia nacional sobre la posibilidad de compatibilizar el lucro con la calidad de la educación? En nuestro país contamos con ejemplos valiosos de escuelas con fines de lucro que atienden a una población vulnerable y entregan una educación de excelencia, como por ejemplo, la escuela Francisco Ramírez, en San Ramón, y el colegio Eduardo Martín Abejón, de Constitución. Estos proyectos educativos son un ejemplo de que es posible compatibilizar ambos aspectos.
Ahora bien, como la excepción confirma la regla, es menester analizar si, en general, el lucro afecta de forma negativa la calidad de la educación escolar. A partir de los estudios nacionales no encontramos evidencia alguna que permita afirmar que el lucro atenta contra la calidad de la educación. Los trabajos de Chumacero y Paredes (2008) y Elacqua, Martínez y Santos (2011), entre otros, encuentran que los establecimientos con fines de lucro tienen un leve mejor rendimiento en el Simce que los establecimientos municipales. Contreras, Hojman, Huneeus y Landerretche (2011) realizan una revisión de la literatura nacional e internacional y concluyen que “la literatura existente sugiere que no existe diferencia significativa a favor de las escuelas privadas en general y con fines de lucro en particular”. Si atendemos a los resultados en el Simce, controlando por nivel socioeconómico, lo que observamos es una gran heterogeneidad de resultados para igual nivel socioeconómico en todos los tipos de sostenedores, lo que nos indica que el problema de la calidad no es exclusivo de un sector, sino transversal a todos los sectores.
Algunos afirman que esta comparación es injusta, porque los colegios con lucro tienen más recursos por alumnos que los municipales, gracias al copago. Es verdad que la comparación es injusta, pero por la razón opuesta. Mientras un alumno de un colegio particular subvencionado recibe en promedio $ 12.000 mensuales adicionales vía financiamiento compartido, un alumno de una escuela municipal recibe, en promedio, cerca de $ 23.000 adicionales vía transferencias del Estado.
Si observamos otros indicadores de calidad como retención de alumnos o porcentaje de reprobación de alumnos, controlando por nivel socioeconómico, advertimos que los colegios con fines de lucro tienen, en promedio, mejores índices que los establecimientos municipales. Se critica que los resultados en el Simce no son un indicador válido para evaluar la calidad de la educación o que la evidencia existente es precaria. No cabe duda que la calidad no puede reducirse a los resultados del Simce, sino que abarca múltiples aspectos, algunos de ellos inconmensurables, y tampoco se puede negar la precariedad de los datos, pero si vamos a sostener un juicio empírico, entonces estamos obligados a atender la evidencia existente, por más precaria que sea.
En suma, la evidencia disponible no permite establecer que lucro y calidad sean incompatibles. Afirmar lo contrario exige presentar evidencia que lo avale, algo que hasta ahora no se ha hecho.