www.t13.cl/blog, 5 de diciembre de 2014
Opinión

Una columna macro: aburrida, pero necesaria

Raphael Bergoeing Vela.

A mí, la coyuntura macro me aburre. Que si esta semana el Banco Central mantendrá su tasa de política monetaria en 3% o la bajará un cuarto de punto porcentual, que si el próximo Imacec será 1,3 o 1,5%, que si el tipo de cambio cerrará el año sobre o bajo los $600. Para un inversionista financiero, estas diferencias pueden representar millones, pero desde la política pública, poco importan. Y cuando importan, estamos en problemas.

La irrelevancia de la coyuntura macro durante las últimas décadas, más allá de un par de crisis puntuales, ha sido clave para que Chile avance hacia el desarrollo. La estabilidad ha permitido despreocuparse del ciclo recurrente o de la volatilidad de los precios, redirigiendo el foco hacia las inversiones de largo plazo.

Lamentablemente, esto podría estar cambiando. Porque desde mediados de 2013, y casi sin excepción, el crecimiento se desacelera y la inflación aumenta. El año pasado, Chile crecía sobre 4% y la inflación estaba en torno al 2%; hoy crecemos 1,5% y la inflación llega a 5,7%.

Para la política macro este escenario es incómodo. El Banco Central enfrenta la presión de bajar su tasa para impulsar la demanda agregada. Pero hacerlo es riesgoso: los precios podrían subir aún más y las expectativas inflacionarias de mediano plazo desanclarse. Y si eso ocurre, será demasiado tarde: la reputación del instituto emisor se dañará, lo mismo que la confianza en la economía.

¿Por qué llegamos a esta situación? Partamos reconociendo que, contrariamente a lo que ha sostenido el gobierno, la explicación no se encuentra allende Los Andes. Las proyecciones del Banco Central, publicadas en septiembre de 2013 y de 2014, lo demuestran. Mientras el banco ajustó a la baja su expectativa para el crecimiento en este año, desde 4,5 a 2%, mantuvo fijas sus estimaciones para las variables externas clave: crecimiento de nuestros socios comerciales, tasa de interés internacional, precios del cobre y del petróleo. Porque el resto del mundo nos afecta, pero entre el tercer trimestre del año pasado y el tercero de éste, el escenario internacional no cambió. Nosotros sí.

Por lo tanto, la desaceleración se explica internamente. Hay factores de demanda, como la caída en la inversión generada por el fin del ciclo de inversión post terremoto y de varios proyectos mineros. Sin embargo, las señales – bajo crecimiento y alta inflación – apuntan también a restricciones desde la oferta. En mi opinión, aquí radica nuestro principal riesgo de corto plazo.

La producción se contrae cuando los costos suben. Y los costos, en Chile, están subiendo. Primero, porque durante más de una década la energía se ha encarecido y la productividad se ha estancado; y ahora, por dos reformas que, aunque conceptualmente necesarias, dificultarán el acceso de las empresas al capital – la tributaria- y al trabajo – la laboral.

Así, pretender resolver esto sólo desde la demanda, con mayor gasto fiscal y una política monetaria expansiva, falla el punto. Hoy es más relevante para el sector privado que sus costos están subiendo, junto a la expectativa de que lo seguirán haciendo.

Con todo, proyecciones recientes del Banco Central y del FMI esperan que durante 2015 haya un rebote del crecimiento y una normalización de la inflación, ambos hasta valores en torno al 3%. Pero ésta es una apuesta: supone que la incertidumbre doméstica se despejará, y que los factores de oferta no continuarán presionando los precios. Ojalá tengan razón, para volver a enfocarnos en una pregunta menos coyuntural y más relevante: qué debe hacer Chile para volver a crecer sostenidamente sobre el 5%.