El Mercurio, lunes 5 de septiembre de 2005.
Opinión

VoIP

Lucas Sierra I..

Pasado y futuro se tocan en un caso antimonopolio.

Mientras usted realiza el cotidiano acto de hacer o recibir una llamada telefónica, el tribunal antimonopolios estudia un caso que, potencialmente, envuelve un gran cambio no sólo en la forma en que hablará por teléfono, sino también en la que usará todas las telecomunicaciones.

Es un caso sobre la telefonía que usa internet (VoIP, según su sigla en inglés). Ésta permite llamar desde un computador a un teléfono fijo, celular o a otro computador, y viceversa. La vía que recorre la llamada no es la tradicional, de teléfono a teléfono, sino que es la infinita y ubicua red por la que navegamos. La voz se convierte en paquetes de información diseminados por la red y, justo antes de alcanzar a nuestro interlocutor, ellos son reconvertidos en voz. En principio, el costo de esta llamada es muchísimo menor.

La fiscalía antimonopolios y una empresa de VoIP piden al tribunal sanciones contra una telefónica que estaría obstaculizando el desarrollo de esta tecnología en Chile, negando sus redes a quienes la ofrecen. El caso no es raro: en todas partes se ha producido una tensión entre las telefónicas tradicionales y las VoIP. Tampoco es fácil: las tradicionales quieren proteger su infraestructura de un peligroso competidor, y las VoIP quieren acceso para ofrecer una tecnología competitiva y llena de futuro.

Lo más interesante del caso, con todo, es la solicitud hecha al tribunal para que pida al Gobierno impulsar cambios en la regulación de telecomunicaciones. Es comprensible que esta solicitud se haga a propósito de la telefonía VoIP, pues ella refleja bien el fenómeno que hoy experimentan las telecomunicaciones: convergencia. La tecnología digital ha permitido traducir sonidos, imágenes y datos a un solo formato, por lo que telefonía, radio, televisión, internet y demás medios de telecomunicaciones convergen en una misma forma y soporte tecnológico.

El desafío de la convergencia es enorme. Desde las leyes de correos y telégrafos de 1852, y del decreto sobre líneas telefónicas de 1888, la regulación se ha desarrollado separando cada medio de telecomunicación en un servicio específico. Es así como hoy tenemos normativas para telefonía, radio, televisión e internet. El principio regulatorio, por tanto, ha sido la divergencia y no la convergencia.

En las dos últimas décadas, algunos avances importantes en las telecomunicaciones se han iniciado en el tribunal antimonopolios. Ésta es una nueva oportunidad de saltar al futuro.

Para hacerlo, sin embargo, la regulación debe levantar el peso de su propia historia.