El Mercurio, 5/11/2011
Opinión

Volver a Berlin

Lucas Sierra I..

Hace 53 años, Isaiah Berlin pronunció en Oxford un discurso que se ha transformado en una de las miradas más intuitivas y profundas sobre el poder y su justificación en las sociedades modernas. Se trata de «Dos conceptos de libertad».

Berlin dice que habría un concepto «positivo» de la libertad y uno «negativo». El primero se pregunta por el control que efectivamente una persona tiene sobre sí misma y sus potencialidades. El segundo, en cambio, se pregunta por el ámbito en el cual una persona no es interferida por otra. Así, por ejemplo, un prisionero podría tener libertad positiva en la medida en que, no obstante su prisión, él es el verdadero amo y señor de su cuerpo y de su mente. Pero no tendría libertad negativa.

A la inversa, una persona que no está en la cárcel tiene libertad negativa de movimiento. Sin embargo, podría no tener libertad positiva si su personalidad es la de un viajero, pero es pobre y no puede viajar. La libertad positiva, advierte Berlin, es más cercana a la igualdad que la libertad negativa.

Junto con desarrollar estos conceptos de libertad, Berlin advierte contra los pensadores y doctrinas que olvidan la incesante pugna que en las sociedades hay sobre los fines de la vida, suponiendo una especie de paraíso donde todos se armonizan y conviven al amparo de una idea básica. Esta sería una utopía políticamente peligrosa, porque conlleva el riesgo de una concentración de poder en la que la primera víctima es la libertad negativa.

El discurso de Berlin parece tener una resonancia especial hoy en Chile. El explicable y justificado interés público por la educación y sus mejoras parece haber devenido en un monopolio de todas las preocupaciones. A veces pareciera que fueran la educación y la igualdad con la que se la asocia, ese paraíso utópico en el que se hermanan los diversos fines que entre sí pugnan en una sociedad compleja.

Y en la búsqueda de ese paraíso, la libertad negativa va pasando al olvido. Así, por ejemplo, al demonizar el «lucro» en la educación -esa nueva beatería- se coarta la libertad negativa para enseñar y aprender. Ojalá esto sea algo pasajero, y no una tendencia de largo plazo. Son muchos los desafíos políticos que se pueden enfrentar mejor desde el valor de la libertad negativa, y no desde la libertad positiva y su prima hermana la igualdad. Esto es, enfrentarlos desde el valor que hay en un radio sin interferencias por parte de la comunidad política organizada como Estado.

Un ejemplo está ahora en el Congreso: el proyecto que despenaliza distintas formas de aborto y que, en algún sentido, vuelve al estado de cosas vigente en Chile sobre la materia hasta 1989. Para justificar ese proyecto no sirven la libertad positiva ni la igualdad. Es la libertad negativa la que nos recomienda depositar en la madre -y no en el Estado- la decisión sobre su embarazo.

Por esto, en medio del pensamiento utópico que a ratos parece apoderarse monotemáticamente de todo, vale la pena volver a Berlin.

Nota: Ver sobre Isaiah Berlin en Estudios Públicos.