El Mercurio
Opinión

A la sombra electoral

Leonidas Montes L..

A la sombra electoral

Seguimos muy en deuda con el Estado. Nuestro Leviatán no ha podido avanzar al ritmo de la sociedad.

La tensa relación entre política y economía se manifiesta con mucha más fuerza en períodos electorales. Parlamentarios y candidatos presidenciales toman la temperatura ambiente a la luz de las elecciones. Hemos visto osadas acrobacias y también volteretas. En la cancha electoral, el interés propio es más fuerte que el interés de la sociedad. Ni los más puristas escapan a esta dura y cruda realidad. La irresponsabilidad del cuarto retiro de las pensiones es el mejor ejemplo. Más aún si consideramos el alcance y la magnitud de las recientes ayudas.

Hay una ironía para todos nuestros “septones” aversos al mercado y escépticos de la economía. En el rudo juego de Games of Thrones, la racionalidad económica puede explicar mucho mejor este fenómeno político. Como diría James Buchanan, el premio nobel de Economía que junto a Gordon Tullock aplicó la racionalidad económica a la política, “welcome to public choice”. En democracia, se maximiza la utilidad en función de los votos. Y en campaña, ese mercado es cruel.

Han sido años muy difíciles para todos. Pero en medio de esta vorágine, las auspiciosas cifras del covid-19, el crecimiento trimestral del 18,1%, junto con algunas iniciativas legales, surgen como un sano regreso a la normalidad política. Los recientes proyectos de ley para mejorar nuestro Estado son una señal alentadora. Se echaba de menos volver a pensar sobre nuestro Leviatán.

La importancia y urgencia de adaptarlo al siglo XXI es evidente. Esa figura que nos muestra Hobbes es un cuerpo fuerte con órganos que actúan y se mueven al ritmo de las necesidades.

Seguimos muy en deuda con el Estado. Nuestro Leviatán no ha podido avanzar al ritmo de la sociedad. Mejorarlo, recuperando la confianza y acercándolo a la ciudadanía, ha sido y sigue siendo el gran desafío para el progreso. Y la verdad es que no hemos estado a la altura.

Nuestro Leviatán es corpulento. Cifras recientes nos muestran que en Chile tenemos 5 millones de asalariados en el sector privado, y un millón de personas en el sector público (Encuesta Nacional de Empleo 2021). En otras palabras, más de un millón de chilenos dependen del Estado. Y todos nosotros dependemos de ellos. Pero nuestro Leviatán no es ágil. Tiene serias deficiencias de coordinación. La razón es simple. El statu quo es una barrera colosal. Y el cambio es resistido porque no genera votos.

El empleo público es rígido y seguro. Y si antes era mal pagado, hoy no es así. Un estudio reciente estimó un premio salarial de 20% entre el sector público y privado (Fuentes y Vergara, 2018). Ahora bien, el gran problema es que su regulación está anclada en una mirada obsoleta. Tenemos una carrera pública vertical y con poca coordinación entre las distintas áreas.

Por si fuera poco, el Estado no conversa con las nuevas generaciones. Hoy en día los jóvenes son más reacios a seguir una larga carrera en un mismo servicio. En la era de la inmediatez y el cambio, una carrera lenta y vertical no resulta atractiva. Esto es preocupante para el futuro de nuestro Leviatán. Y también del país.

Un Estado meritocrático para la ciudadanía debe partir por contar con una regulación del empleo público acorde con los desafíos del siglo XXI. Esta urgencia, que tiene una larga historia, debe ser abordada.

Hay nuevos proyectos de ley que nos devuelven el alma al cuerpo. Uno apunta a fortalecer el mérito promoviendo la necesaria movilidad dentro del Estado. El otro mejora los gobiernos corporativos de nuestras empresas públicas. Y un último proyecto de donaciones, que amplía la participación de la sociedad civil en otros asuntos públicos, incluyendo, por ejemplo, la conservación de la naturaleza.

Solo cabe esperar que pase el mareo electoral, que prime lo razonable y se vuelvan a debatir estos temas. Mejorar el Estado es una obligación que no puede seguir esperando.