La Segunda, 3 de mayo de 2013
Opinión

A sangre fría

Leonidas Montes L..

Laurence Golborne, quien ganó su popularidad siendo ministro de Piñera, se esforzó. Esa merecida popularidad, junto al discurso del mérito y su simpatía, lo convirtieron en el candidato que tenía más opciones. Ungido por la UDI, recorrió el país e intentó encantarlo con el eslogan “es posible”. Aunque desde un comienzo se evidenciaron algunas diferencias —Golborne, hay que reconocerlo, es más liberal—, se mantuvo firme junto al partido. Pero las encuestas comenzaron a mostrarse esquivas. Así, el ímpetu inicial que había convencido a la UDI de que era la carta ganadora se desvanecía gradualmente. Mientras Golborne y ese partido se ponían nerviosos, Allamand avanzaba lento, pero a paso firme. Pese a su independencia, Golborne se identificó y se mantuvo leal con la UDI. Quizá demasiado leal. La semana pasada partió promoviendo una baja al impuesto específico a la gasolina, una medida muy cuestionable, que ha sido largamente acariciada por el gremialismo. El propio Presidente de la República tuvo que salir a poner los puntos sobre las íes en esta materia.

Golborne tuvo que enfrentar la crisis de la resolución de la Corte Suprema contra Cencosud. Se defendió con poca habilidad política. Era una situación que exigía estar preparados. Los abusos son el tema que hoy irrita a la sociedad. Y éste era un flanco abierto que podía estallar en cualquier minuto. Finalmente estalló. Pero lo que no podía hacer el ex gerente de Cencosud, como candidato presidencial, era culpar al directorio de la empresa. Se intentó corregir el entuerto, pero ya era tarde. Obviamente, las reacciones no se hicieron esperar. El gen de rugbista de su contrincante le propinó un golpe severo. Un tacle demasiado duro, para algunos, pero son las reglas del juego político. No olvidemos que ni siquiera Evelyn Matthei, emblema de la UDI, titubeó: públicamente llamó a Golborne a responder. Hay que dar la cara, decía el coro al unísono en esta tragedia. Sólo Longueira se mantuvo en silencio, expectante.

Por si fuera poco, aparecieron las Islas Vírgenes como la última corona presentada al rito funerario. Este fue el golpe de gracia a la carrera presidencial de Golborne. Algunos especulaban que el domingo ni siquiera se presentaría al polémico programa “Frente al Espejo”, de TVN. Ya le habían dado duro a Allamand la semana anterior. Y ahí estaban las críticas de la UDI ante el trato más amigable que le dieron a Bachelet. Pero Laurence Golborne fue al programa, y con entereza dio la cara frente al país. Estuvo sólido y asertivo. Defendió con valentía su dignidad. Aunque ingenuamente condicionó su candidatura a las primarias, fue honesto y declaró, o mejor dicho adelantó, un desenlace que a esas alturas ya era predecible.

Las huestes de la UDI reaccionaron con premura citando a un Consejo General. Fue un guión precipitado, pero preparado a sangre fría. Laurence Golborne dijo: “En este momento, yo bajo mi candidatura a cualquier forma de postulación”. El presidente del partido, Patricio Melero, manifestó su gratitud al candidato que pasaba a ser ex candidato. Incluso le pidió perdón. Después de esta rápida y digna sepultura, nacía un nuevo candidato de la UDI y para la UDI. Enterrado Golborne con honores, proclamaron con vítores a Pablo Longueira. Su discurso energizó y sacudió, parafraseando a Evelyn Matthei, las raíces más profundas de la UDI. Estas son buenas noticias para el sector. Si alguien puede imprimirle mística y épica a la UDI, ése es, precisamente, Pablo Longueira, quien regresó para tomar las riendas del partido. Inmediatamente Andrés Allamand declaró sentir gran respeto por Longueira. Vaya que no. Ahora se enfrentan dos grandes de la derecha.

Aunque las cosas se precipitaron, aún no decantan. Tenemos a los atletas, pero falta conocer la carrera. Lo más probable es que se mantengan las primarias. Sería impresentable para el Gobierno y para la Coalición saltarse este proceso. El respeto mutuo que han manifestado ambos candidatos frente a las primarias, y el apoyo recíproco que se han prometido una vez finalizado este proceso, son una señal alentadora y valiosa para la Coalición. La UDI podría querer saltárselas, pero la verdad es que sería una mala señal. Hay 60 días para competir en buena lid y elegir al candidato que llegará hasta el final. A prepararse: esta sí que será una pelea de perros grandes.