OPINIÓN / El Mercurio
Opinión

A vuelo de cóndor

Leonidas Montes L..

A vuelo de cóndor

En algún momento se propuso cambiar nuestro lema a “por la fuerza de la razón”. No pareció necesario; el logos, la palabra, la conversación y el diálogo tienen fuerza propia. Pero la fuerza, acompañada de la necedad, ha tomado vuelo.

Cuesta entender todo lo que ha sucedido con la PSU. Para la gran mayoría, la prueba de selección para entrar a la universidad es uno de esos recuerdos angustiantes. Es el salto de la adolescencia a la madurez, donde nos jugamos el futuro. Personalmente, recuerdo no haber pasado una buena noche. En la sala había rostros tensos. La esperanza, escondida bajo un puñado de preguntas, reñía con la ansiedad y el temor al fracaso. Y unos borrosos rayos de sol calmaban los nervios del momento.

Este año más de 42.000 alumnos no pudieron dar la PSU. No porque no quisieran o no pudieran. Simplemente, porque unos pocos lo impidieron. Y lo hicieron, como ya se está haciendo cada vez más habitual, por la fuerza. Poco a poco se nos impone una nueva “normalidad”. Las barricadas de unos encapuchados han ido reemplazando el rostro humano de la deliberación. La razón ha ido cediendo ante la fuerza. Y la sensatez, ante la violencia.

Me he acordado de nuestro escudo nacional. En 1832, poco antes de aprobarse la Constitución de 1833, el presidente José Joaquín Prieto le propuso al Congreso un nuevo emblema patrio. Fue diseñado por el artista inglés Charles Wood. Eligió un cóndor a la derecha y un huemul a la izquierda como símbolos patrios. En su propuesta al Congreso para el nuevo escudo, Prieto nos explica: “Los soportes representan un huemul y un cóndor; este, el ave más fuerte, animosa y corpulenta que puebla nuestros aires, y aquel, el cuadrúpedo más raro y singular de nuestras sierras, del que no hay noticia que habite otra región del globo”. El cóndor se enfrenta al huemul, ambos apoyados sobre la estrella. ¿Será Chile, esa frágil estrella del firmamento latinoamericano, un país de cóndores o huemules?

En nuestro primer escudo —el de José Miguel Carrera— se podía leer la inscripción aut consiliis aut ense (algo así como “por la discusión razonada o por la espada”). Esta expresión romana refleja esa vieja discusión platónica del dilema que enfrenta el poder. Esta tensión entre razón y fuerza es una reflexión que ha inundado la filosofía política con grandes ideas y maravillosas metáforas. De aquí viene el histórico y polémico “por la razón o la fuerza” de nuestro escudo. Esta leyenda se ha usado por más de 200 años. Eso sí, es sorprendente el uso de la conjunción “o” y su sentido. Un “o” excluyente resultaría aterrador. Lo notable es que no siempre fue así. Desconozco las razones, pero en ciertos períodos de nuestra historia se usó “por la razón y la fuerza”. Ciertamente, la conjunción “y” es más inclusiva, moderna y democrática.

Nuestro querido Chile está viviendo momentos complejos en la tensa y difícil relación entre razón y fuerza. No es posible que la fuerza triunfe por sobre la razón. No es tolerable que la amenaza impida el diálogo. No es sano que el silencio reemplace a la conversación, que el miedo paralice a la palabra. Lo que pasó con esos 42.000 jóvenes que no pudieron dar la PSU es realmente inaceptable.

En algún momento se propuso cambiar nuestro lema a “por la fuerza de la razón”. No pareció necesario; el logos, la palabra, la conversación y el diálogo tienen fuerza propia. Pero la fuerza, acompañada de la necedad, ha tomado vuelo. A ratos pareciera que en nuestro querido Chile algunos coquetean con una nueva forma de entender esa difícil tensión entre razón y fuerza. ¿No estaremos avanzando hacia un nuevo lema patrio, hacia un “por la razón de la fuerza”?

Preocupantes señales políticas también apuntan en esa dirección. Por de pronto, algunos prominentes representantes del mundo político han dado su opinión respecto de lo que sucedería si ganara la opción del rechazo en el plebiscito. Chile quedaría a merced de la fuerza. Seríamos un país de cóndores.