La Segunda, 19 de marzo de 2013
Opinión

Ad portas de la carrera

Leonidas Montes L..

Después de una jornada de quince días, al finalizar la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, la directora de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, remató la última sesión declarando: “Ahora una nota personal. Esta es mi última Comisión para el Estatus de la Mujer, vuelvo a mi país”. Naturalmente, la justificación fue por “razones personales”. Aunque este comentario puede sonar a todas luces innecesario, tiene un dejo institucional. Quizá una forma “ingenua” de agradecer al organismo que la acogió. Lo que no fue muy institucional fue lo que hizo la ONU. El viernes pasado, en su página de internet podía leerse: “Aunque aún no ha confirmado su postulación, la ex Mandataria se perfila como la favorita para los comicios presidenciales que se celebrarán en Chile en noviembre”. Esto no sólo era innecesario, sino inapropiado para un organismo internacional. Ayer la ONU cambió el comunicado.

Pasaron casi tres meses desde que Bachelet, de visita en Chile, declarara que “hay que bajar la angustia, hablemos en marzo”. Aunque Camilo Escalona ya había adelantado lo que iba a suceder —y cómo iba a suceder— los plazos se cumplen. Y lo más probable es que la candidata del silencio vuelva a Chile a fines de marzo. Se espera que entonces hable, tal como lo prometió. Mal que mal, la angustia permanece. Porque en este fabricado ambiente de incertidumbre todavía falta lo más importante: Bachelet debe anunciar formalmente su candidatura. Ya definido el cuándo, queda la incógnita del cómo. Aunque lo más probable es que sea algo sobrio y sencillo —quizá en su fundación y sin mucha compañía indeseada—, lo que haga constituirá una señal importante. Y no será fácil, pues muchos compañeros deberán permanecer tras bambalinas en esta cruzada.

De ahí en adelante comienza la carrera política. No habrá tregua. Atrás quedarán esos relajados años en la ONU. Esa vida simple y casi anónima en Nueva York. Bachelet deja esa cómoda butaca de espectadora para convertirse en la protagonista de una película cuya trama será compleja. Una película, no lo olvidemos, cuyo guión todavía no tiene desenlace. Bajará a la cruda realidad política local. Y tendrá que salir a luchar en la arena. Protegida por el escudo de la simpatía —esa conexión profunda que pocos líderes consiguen—, habrá gladiadores amigos y enemigos dispuestos a herirla. Su capital político —un patrimonio electoral que en su ausencia parecía invencible— naturalmente sufrirá. Encontrará acogida en las tribunas, algunos intentarán protegerla desde algún cuestionado palco, y otros, dañarla. Pero la contienda finalmente se dará y el público tendrá la última palabra. E independiente del resultado, quedarán muertos y heridos.

Se ha especulado que Bachelet primero recorrerá Chile escuchando a la gente. Es posible que esta estrategia de “escuchar a los chilenos” —un eufemismo para mantener el silencio— sólo podrá sostenerse por un tiempo acotado. En esta agonía de enfrentar la realidad, todo lo que brilla desde lejos inevitablemente pierde parte de su encanto con la cercanía. Y si toda realidad social tiene su representación estética, también es cierto que la cruda realidad es un disuasivo para demoler esa construcción estética que se ha formado en torno a la figura de Michelle Bachelet. Esa dimensión estética, bien lo sabemos, no puede disfrazar permanentemente la cruda y compleja realidad de la Concertación. En cambio, la realidad sí puede alterar esa idealización que se ha construido en torno a Bachelet. Este es el gran desafío que enfrenta su aterrizaje.

Es evidente que el bienestar económico comienza a dar sus frutos en términos de aprobación. Y el Gobierno ya dio una señal poderosa con el bono y la ceremonia de celebración de los tres años. La imagen de los dos candidatos de la Coalición entrando juntos es una señal clara de que el Presidente apoyará y guiará la continuidad del oficialismo. La creciente aprobación del Presidente le permite influir en la contienda y apoyar al candidato de la Coalición. Esta vez no presenciaremos ese tibio o casi imperceptible apoyo que Bachelet le dio a Frei. Piñera, a diferencia de Bachelet, que privilegió su popularidad, apostará a la continuidad de la Coalición.