La Tercera, 14/6/2009
Opinión

Aires de cambio

Leonidas Montes L..

Las deficiencias de nuestra educación escolar son conocidas. La revolución de los pingüinos nos despertó. Reaccionamos ante el marasmo. De paso, descubrimos graves irregularidades. En general, una situación inaceptable que afectaba directamente el futuro del país. Y cuando pensábamos que las cosas estaban cambiando, revienta el escándalo con los bonos SAE. Como en este país el que no llora no mama, paro del Colegio de Profesores. Muchos docentes trabajaron. No se les premia. La responsabilidad y la dignidad no pagan. Las clases se suspendieron. Cerca de un millón de niños perjudicados.

Algunos alumnos siguen en paro, exigiendo la estatización de la educación. Mientras tanto, los padres que pueden cambian a sus niños a escuelas subvencionadas.

Acaba de terminar una toma de 42 días en la emblemática Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Los universitarios también exigen cambios. Algunos llaman al Estado a asumir su rol en la educación superior. Quizá también llegó la hora de discutir seriamente lo que está sucediendo con nuestras universidades.

Las universidades estatales, usando el concepto de equidad como bandera de lucha, exigen un “nuevo trato”. Claman por más recursos. Pero la solución no sólo pasa por mayor financiamiento estatal. También existen problemas de gestión. Y una serie de trabas institucionales que impiden la competencia.

En el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas -el “exclusivo” Cruch, que agrupa a sólo nueve universidades privadas y a las 16 públicas- conviven animales de distinta especie. Por lo tanto, aunque los une el natural espíritu de cartel ante el 0,6% del PIB que invertimos en educación superior, ya se perciben algunas divisiones. Se acaba de crear la Red Universitaria Cruz del Sur, que agrupa a cinco universidades privadas. Es simple: quieren desmarcarse, porque consideran que académicamente son mejores.

Las universidades estatales tienen bastante en común con nuestras empresas públicas. Por razones de economía política evidentes, son más proclives a caer bajo el encanto de la política. No es casual que Eduardo Frei haya lanzado su candidatura en una universidad pública. Este simple hecho, aunque insignificante, es ilustrativo. Pero algunos escándalos recientes son más inquietantes. El caso MOP-Gate. Asesorías millonarias al Estado que no se realizan o simplemente se utiliza la poco académica técnica del copy-paste. Un ex rector condenado por fraude al Fisco. Un ex ministro que recibe honorarios por administrar un predio urbano. Y un bullado caso de plagio propio de país subdesarrollado. Imagínese usted que tuvo que intervenir la Presidenta.

Institucionalmente, las universidades públicas se encuentran bastante amarradas. La Chile se parece mucho a Codelco. Por cada alumno en la Universidad de Chile existen 3,6 funcionarios no académicos. Con un número similar de alumnos, esta proporción es de 12,9 en la Universidad de Concepción. Para que usted se haga una idea, la Chile tiene unos 7.000 funcionarios no académicos y su planta académica asciende a más de 3.000 académicos, el doble que en la Universidad de Concepción. Para disminuir su pesada planta se ha trabajado en un plan con incentivos para retirarse. Pero los incentivos perversos también funcionan. ¿Cómo impedir que no se vayan los buenos? Y el futuro no es alentador: la Universidad Católica tiene casi el doble de académicos doctorados que la Chile. (1) Don Andrés Bello estaría preocupado ante estas cifras.

Existe, sin lugar a dudas, investigación de punta en la Chile. El Centro de Modelamiento Matemático (CMM) es un ejemplo notable. Pero, ¿por qué cree usted que el destacado biólogo Pablo Valenzuela o el gran físico Claudio Bunster no instalaron sus centros de investigación en la Chile? Los resultados que han tenido ambas iniciativas no hubieran sido los mismos.

Se ha propuesto eliminar o cambiar el Aporte Financiero Indirecto (AFI) que, como corresponde, es un incentivo a la calidad. La Oecd propone terminar con el cartel Cruch y distribuir la ayuda estatal en base al desempeño. En cambio, el discurso de las universidades públicas habla de aportes basados en la equidad. Pero el mundo académico y universitario es competitivo, no equitativo. Prima el mérito, no la igualdad. Algunos tienen buenas notas. Otros, malas. Algunos investigan y publican bien. Otros simplemente no investigan o publican mal. Soplan vientos de cambio en la educación superior. Para aquellos que abogan por las universidades estatales, la realidad no es alentadora. Y si analizamos otras universidades estatales, la situación puede ser desoladora.

(1) Cifras de 2007. Ver www.cruch.cl/anuarios_estadisticos.html