Durante las últimas elecciones presidenciales se hablaba de la siesta chilena. Ciertamente nuestra capacidad de crecimiento –con una productividad a la baja– no gozaba de buena salud. Y Piñera prometía una y otra vez que Chile volvería a crecer a tasas del 6% y que durante su gobierno se crearían un millón de empleos. En ese entonces ambas promesas parecían una irresponsabilidad técnica. O al menos, una mera utopía política. Nuestra memoria es frágil, pero destacados economistas dudaban que Chile podía volver a crecer sostenidamente a esas tasas. Habría razones estructurales que lo impedirían. Y en el frente político, los expertos electorales solían esbozar una sonrisa para recordarnos que “en el prometer no hay engaño”. Recuerdo también una discusión que reflejaba este escepticismo: ¿se refería a 1.000.000 de empleos durante los 4 años de gobierno o 200.000 empleos al año a partir de marzo? Pero el Presidente insistía con el millón de empleos y con la capacidad del país para retomar esas elevadas tasas de crecimiento. Para muchos, todo esto parecía sólo una quimera.
A un año de finalizar este gobierno, es muy posible que se cumplan –puntos más, puntos menos– estas dos grandes promesas. Y todo esto no ocurre, como algunos pretenden creer, por arte de magia. Chile tiene una institucionalidad fiscal que es reconocida y admirada a nivel internacional. Hemos sido tradicionalmente responsables en materias macroeconómicas. Y también es cierto que existen condiciones favorables. Pero no se trata sólo del precio del cobre. Para que gire la rueda de la economía se requiere de muchas variables. Y de una componente intangible: esa convicción y determinación que inyecta una buena dosis de confianza. Es, en otras palabras, el animal spirits que este gobierno ha generado en materias económicas. Irónicamente, aunque los chilenos somos los campeones de la desconfianza, existe mucha confianza en nuestra economía. Las cifras –consumo e inversión– y las expectativas hablan por sí solas.
Faltaba un nuevo impulso para remecernos y despertarnos de la siesta. Y vaya el impulso económico que hemos vivido y seguimos viviendo. El año 2010 nuestro PIB creció un 6.1%. El 2011, cuando existían dudas respecto a la sorprendente reactivación del año anterior –se hablaba del efecto terremoto– crecimos al 6%. Y el año 2012 también fue espectacular no sólo en términos de crecimiento –un 5,6% – sino también de inflación y desempleo. Cuando se esperaba una desaceleración para comienzos de este año, la tasa del IMACEC de enero creció a un 6.7% anual. La inflación fue menor a lo esperado: un 0,2% en enero mientras que en febrero se redujo a 0.1%. Y en el trimestre noviembre-enero el empleo aumentó un 2% anual y la tasa de desempleo se redujo hasta un 6%, con los salarios creciendo a tasas reales del 4,4%. El gran sueño keynesiano del pleno empleo.
Naturalmente todas estas buenas noticias implican serios desafíos macroeconómicos. Chile no baja la velocidad. Como planteó Vittorio Corbo en su última brillante presentación del Momento Económico en el CEP, “Chile sigue a 120 km/hora bajo la lluvia”. Claramente el escenario interno no está exento de riesgos macro. A nivel externo, la crisis europea y las negociaciones fiscales en los Estados Unidos pueden convertirse en una lluvia de granizos. Y obviamente una caída de China sería una tormenta. Pero pese a las condiciones climáticas, todo hace prever que este gobierno cumplirá sus dos grandes promesas: crecimiento en torno al 6% y un millón de empleos.
Más aún, en términos de política fiscal la meta es alcanzar un déficit estructural del 1% del PIB al final de este gobierno (recordemos que este gobierno recibió, debido a la crisis financiera internacional del 2008, un déficit por sobre el 3%). Pero en materias fiscales no sólo podemos enorgullecernos de las cifras. También existen otros logros concretos. Basta recordar las exitosas colocaciones de bonos soberanos a tasas históricas. Esto ha permitido que las empresas chilenas accedan a financiamiento en condiciones muy convenientes. Y hay una serie de pequeños cambios. Por ejemplo, la nueva ley 20.552 exige que los seguros de los créditos hipotecarios sean licitados. Se estima que los seguros para un crédito hipotecario de UF 2.000 bajaron a casi la mitad, generando un ahorro significativo para los consumidores. Evidentemente la competencia por este seguro mejora las condiciones, eliminando, de paso, los incentivos perversos para proveer este servicio amarrado.
También hay mejoras institucionales. La creación de un Consejo de Estabilidad Financiera, integrado por el Ministro de Hacienda, los Superintendentes de Valores y Seguros, Bancos e Instituciones Financieras y Pensiones y el Presidente del Banco Central, es una necesaria iniciativa de coordinación. En relación a la SVS, el proyecto de ley de Hacienda para crear una Comisión de Valores, en un mundo financiero cada vez más complejo, es loable. Ambas van en la misma dirección: un órgano colegiado, que ayuda y facilita la toma de decisiones mediante un proceso deliberativo. Y esta misma línea, el Ministro de Hacienda ha propuesto crear un Consejo Asesor Fiscal. El rol de este Consejo puede ser crucial para nuestra institucionalidad fiscal. Velar por la estabilidad fiscal y la consistencia metodológica es fundamental para nuestro futuro económico.
En el capítulo 12 de su General Theory (1936), John Maynard Keynes define el animal spirits como un impulso casi irracional. Hoy, en términos de expectativas, Chile está viviendo y gozando de este fenómeno.