La Segunda, 22 de enero de 2013
Opinión

Algunas curiosidades de los DD.HH. en Chile

Leonidas Montes L..

A raíz del debate en torno a la violencia en La Araucanía, en una entrevista, Lorena Fries, directora del Instituto de Derechos Humanos, plantea que, “cuando se habla de derechos humanos, hablamos de ciertas garantías y atributos que el Estado debe respetarles y reconocerles a las personas. Quien viola los derechos humanos es el Estado. Por lo tanto, incendios u homicidios son delitos entre particulares…”. Para un lego en la materia, esta afirmación puede parecer sorprendente: el brutal y cobarde crimen del matrimonio Luchsinger-McKay no sería un caso de DD.HH. Pero técnicamente es así. Y hay buenas razones para ello. Luego de la Segunda Guerra Mundial, se tomó conciencia de que el Estado, que tiene el monopolio de la coerción legítima, podía cometer atrocidades que requerían ciertas normas internacionales de DD.HH. Aunque legalmente esta definición está en lo correcto, moralmente es, a lo menos, discutible. ¿Cómo les explica usted a los hijos y familiares que el acto terrorista que terminó con los cuerpos de sus padres calcinados no sería un caso de DD.HH.?

Este caso particular tiene otra componente moral. Las imágenes a veces lo dicen todo. Martín Cárcamo fue detenido por conducir después de beber. No le hizo daño a nadie. Simplemente fue sorprendido manejando con unas copas de más. Al enfrentar su juicio, entró a la audiencia esposado, abatido y cabizbajo. Naturalmente, su rostro delataba arrepentimiento. En cambio, Celestino Córdova Tránsito fue detenido por participar en el brutal asesinato delmatrimonio Luchsinger-MacKay. Emperifollado con una camisa que sería la envidia de Evo Morales, sin esposas, entró a la sala con su puño izquierdo en alto. Su rostro no daba señales de arrepentimiento. Sólo transmitía un orgullo glacial. El contraste habla por sí solo.

En resumen, plantear que los Luchsinger-Mackay no serían víctimas de DD.HH. sería técnicamente correcto. Pero si aplicamos el sentido común, ellos, como tantos otros, efectivamente fueron víctimas de los DD.HH. Y de un acto terrorista. Negarlo sería, como me dijo un amigo por quien siento especial admiración intelectual, “una cruel pedantería academicista”.

Oswaldo Payá fue a un colegio católico. Fue el único estudiante que se opuso a formar parte del Partido Comunista. Cerraron ese colegio. A los 17 años, fue condenado por tres años a trabajos forzados en la Isla Pinos. Cumplida la pena, estudió Física en la Universidad de La Habana. Las autoridades lo echaron por seguir siendo católico practicante. Vivió o, mejor dicho, sobrevivió en Cuba promoviendo la libertad y las elecciones democráticas. Hace sólo seis meses murió en un misterioso accidente automovilístico. En su vida había recibido muchas amenazas. Su hija, Rosa María Payá, está convencida de que la muerte de su padre no fue casual. Quiere estudiar en Chile. Pero no la dejan salir de Cuba. Este parece ser otro caso de DD.HH. Pero el presidente del Partido Socialista, Osvaldo Andrade, refiriéndose a la situación de Rosa María Payá, declaró públicamente, con total desparpajo, “que entre o salga me da lo mismo”. Hubiera esperado esto de algún dirigente comunista —algunos en el PC todavía siguen recitando la “Oda a Stalin” de Pablo Neruda junto a un caldillo de congrio—, pero que el PS chileno no haya evolucionado es realmente sorprendente. Y muy contradictorio. Los DD.HH., comoprincipio moral universal, se aplican a todos en todos los países, y no a unos pocos, en algunos países.

En otro caso de DD.HH., el destacado empresario Max Marambio, en una entrevista, describe la persecución que ha sufrido desde que se cerró y confiscó su empresa en Cuba. La empresa fue intervenida y sus empleados, detenidos. El gerente general de Río Zaza, después de ser interrogado, murió. Marambio ha sido acosado y perseguido por el gobierno cubano. Tampoco han respetado los fallos internacionales que favorecen su causa. El mismo Marambio estima que hay en juego unos 200 millones de dólares. En resumen, una verdadera pesadilla. No obstante, resulta notable que quien considerara a Fidel Castro como su padre recién ahora se dé cuenta de que no se respetan los DD.HH. en Cuba. Estas son sólo algunas peculiaridades de nuestra concepción de los derechos humanos.