El Mercurio, 13 de mayo de 2018
Opinión

Amy Schumer

Ernesto Ayala M..

Schumer explora la falta de confianza en las mujeres. El tema de la belleza física y su poder es extremadamente peliagudo, en parte porque la naturaleza es injusta en esta materia y no hay discurso que pueda resolver esa herida.

«Sexy por accidente»
Dirigida por Abby Kohn y Marc Silverstein. Con Amy Schumer, Michelle Williams, Emily Ratajkowski.

Si excluimos los enormes méritos de Charlize Theron, ninguna otra actriz en Hollywood lleva hoy una agenda tan puntuda acerca del papel de la mujer como Amy Schumer. La bella Jennifer Lawrence ha hecho lo propio, pero no la alcanza ni de cerca. Con unas pocas películas, shows y standups , donde suele ridiculizarse a sí misma, Schumer lleva adelante un programa que, dada su naturaleza popular y aparentemente liviana, cuesta apreciar en toda su magnitud.

«Sexy por accidente», recién estrenada en Chile, es un buen ejemplo. La premisa es un espejo casi perfecto de la brillante e injustamente despreciada «Amor ciego» (2001), de los hermanos Farrelly. Si en aquella cinta el protagonista sufría un shock que le permitía ver a las personas exclusivamente de acuerdo a su belleza interior, algo que lo llevaba a enamorarse de una mujer con obesidad mórbida, aquí Renee Bennett (Schumer) sufre un shock que le permite verse a sí misma como siempre soñó: flaca, firme e «innegablemente atractiva». Esto le da tal confianza que puede moverse del subterráneo donde trabaja para una empresa de cosméticos a su edificio corporativo en la Quinta Avenida. La misma confianza le entrega también retribuciones sexuales y afectivas. La nueva «personalidad», sin embargo, atrae problemas, en parte porque Renee la vive con hiperactividad y pérdida de sensibilidad, un entusiasmo que recuerda al efecto de la cocaína.

El tema de la belleza física y su poder es extremadamente peliagudo, en parte porque la naturaleza es injusta en esta materia y no hay discurso que pueda resolver esa herida. Una sociedad que premia ciertos estándares, muy específicos especialmente en la mujer, tampoco ayuda. Como le sucedió a «Amor ciego», basta con perturbar los consoladores lugares comunes para recibir las flechas inmaculadas de lo políticamente correcto. Si bien «Sexy por accidente» no está a la altura de su antecesora, ha recibido también su cuota de menosprecio. Hollywood está construido sobre rostros y cuerpos excepcionales, pero parece ser de mal gusto reconocer siquiera que existen estándares físicos más afortunados que otros.

Respecto de eso, hace pleno sentido que Amy Schumer haya protagonizado esta cinta. Si bien es cierto que ella está lejos de verse tan mal como el rol exigía, su programa apunta, en última instancia, a desacralizar el papel de la mujer, a liberarla de la contención que se le pide. Por qué las mujeres tienen que vivir sometidas a permanentes inseguridades que los hombres no conocen, dice Schumer. Los hombres, al menos entre sí, aplauden sus despliegues en el sexo y la bebida. ¿Por qué las mujeres, en cambio, sienten vergüenza de su cuerpo, de su vagina, de sus apetitos? Schumer no está en la lógica puritana en que el feminismo parece hoy encaminado. Su exploración es de otro signo: la falta de confianza que la mujer tiene en sí es, para ella, en buena parte su propia responsabilidad; está en sus manos dejar de atender a las expectativas de los otros y, entre otras cosas, entender el cuerpo más como una casa imperfecta pero gozosa que como un santuario. Esto es más de lo que «Sexy por accidente» aborda, por supuesto, pero es parte de esa exploración. La cinta podrá estar dirigida por Abby Kohn y Marc Silverstein, una pareja de guionistas responsables de varias comedias decentes, pero Schumer hace la película suya. No es raro. Esto es muy propio de un artista en control de su obra.