La elección presidencial parece que será más abierta de lo que se pudo haber pensado después de las municipales. La reciente encuesta CERC sugiere que las opciones de Lavín, aunque se han debilitado, siguen vigentes. El 35 por ciento de los entrevistados señala que le gustaría que fuese el próximo Presidente, mientras que el 30 por ciento se inclina por Bachelet y 10 por Alvear.
Sin lugar a dudas, este año estará marcado por las campañas presidencial y parlamentaria de diciembre próximo. La tarea inmediata para la Concertación es designar a la persona que aspirará a la banda presidencial. Se debe resolver antes la nominación en la Democracia Cristiana. Ésta debería ocurrir en las próximas semanas en un proceso que se anticipa complejo e impredecible, a pesar de que la balanza popular se inclina claramente hacia Soledad Alvear. Su nominación debería facilitar acuerdos posteriores en la Concertación respecto de la selección de su representante en la contienda presidencial. Después de todo, ha demostrado mucha más sintonía con la Concertación que el presidente de la DC. De hecho, Alvear no sólo es bien evaluada por los electores más afines a su partido sino también por aquellos que se ubican en posturas más a la izquierda.
No sucede lo mismo con Adolfo Zaldívar, que es mirado con distancia por los sectores concertacionistas de izquierda. En parte, porque habitualmente sus planteamientos son percibidos como muy poco amistosos con la coalición. Es cierto que recibió un partido en franco retroceso, donde una parte importante de sus votantes de antaño parecían desilusionados de la Concertación y con ganas de probar suerte con la Oposición. Necesitaba, entonces, darle una identidad al partido que, por una parte, le permitiera enfrentarse con claridad a la Oposición que era la agrupación política que finalmente le estaba quitando votos a su colectividad, y, por otra, le entregase un grado mayor de independencia respecto de la Concertación, aparentemente debilitada ante los ojos de sus votantes.
La paradoja es que la gestión del gobierno del Presidente Lagos, especialmente en la segunda mitad de su mandato, ayudó a Zaldívar en sus propósitos. En el tradicional eje izquierda-derecha, dicha gestión ha estado bastante alejada de la izquierda impidiendo el avance de la Alianza desde la derecha. Este hecho parece haberlo comprendido muy bien Alvear y Bachelet, que, a grandes rasgos, han manifestado una voluntad de seguir el camino abierto por Ricardo Lagos. Curiosamente, las propuestas presidencialistas del timonel DC lo conectan con una visión superada de la forma de hacer política económica y social y, en estricto rigor, lo dejan ideológicamente más cerca del flanco izquierdista de la Concertación. Parece difícil que en este escenario logre sumar demasiados adeptos, incluso entre aquellos votantes algo decepcionados de la Concertación y que en la pasada elección municipal volvieron a votar por la DC.
El desafío de la Concertación es retener a aquellos votantes más allá de la era Lagos que inevitablemente comenzará a apagarse. Después de todo, la elección de diciembre próximo es sobre el futuro, y, por lo menos, en el inmediato no aparece el actual Primer Mandatario. En este escenario, una disputa entre Bachelet y Zaldívar por la nominación concertacionista puede ser tremendamente agria y hace difícil la declinación de él a favor de ella o viceversa. Esa posibilidad se ve bastante más factible si dicha disputa se da entre Alvear y Bachelet. Más todavía cuando queda la sensación de que la idea de una primaria para elegir al candidato de la coalición oficialista se ha ido dejando de lado. Es difícil no sólo por el costo económico que ella significa sino que también por los inevitables roces que produciría entre los dos bloques concertacionistas.
Probablemente la Concertación no puede darse el lujo de incurrir en ambos gastos, más aun después de que la reciente encuesta CERC sugiere que las opciones de Lavín, aunque se han debilitado, siguen vigentes. El 35 por ciento de los entrevistados señala que le gustaría que fuese el próximo Presidente, mientras que el 30 por ciento se inclina por Bachelet y 10 por Alvear. Otro 21 por ciento se inclina por otras figuras o todavía no tiene una opción, mientras que un cuatro por ciento no parece dispuesto a votar en la próxima votación presidencial. Con estos datos, la elección de primer mandatario parece más abierta de lo que puede haberse pensado después del fracaso aliancista en las municipales. Por cierto, no es el apoyo del que gozaba el ex alcalde de Santiago hace dos años, pero claro, en ese entonces todos apostaban a que era sólo cosa de tiempo que Lavín se instalase en La Moneda. En política estas apuestas son a menudo irreales como también parece serlo aquella que sugiere que Lavín está acabado. Desde el punto de vista político, todo indica que éste será un año muy movido.