La Tercera, sábado 9 de junio de 2007.
Opinión

Aunque inmorales, dóciles

Leonidas Montes L..

Andrés Bello, recién llegado a Chile, echa de menos la pintoresca vegetación de su país, sus cultivos y la vida intelectual de Caracas, agregando que “en recompensa se disfruta aquí por ahora de verdadera libertad; el país prospera; el pueblo, aunque inmoral, es dócil” (carta 20 de agosto de 1829). Ciertamente hay libertad y prosperidad. Pero, ¿qué quiso decirnos con esto de que los chilenos aunque inmorales, somos dóciles?

Ya casi nos habíamos olvidado del escándalo de Ferrocarriles (EFE). Luis Ajenjo, gestor del famoso Plan Trienal 2003-5, en una entrevista a este medio aseguró que los 1.100 millones de dólares “fueron gastados”. Como el despilfarro con recursos de todos los chilenos se ha convertido en deporte nacional, poco importa “cómo se gastaron”. Citado a declarar por su gestión ante el Congreso, se excusó. Estaba fuera de Chile. Esto no fue noticia. Finalmente este miércoles compareció. Acusó al Contralor de estar mal informado. Y respecto a la compra directa de maquinaria que no funciona a Renfe, argumentó que era “una práctica común desde 1996”. Con este mismo razonamiento, Patricio Rojas, Presidente del SEP, había llegado aún más lejos aclarándonos que “todas las decisiones de los trenes son políticas, desde el Presidente Balmaceda en adelante”.

Lo poco que conocemos del currículum de quien llegó a administrar esa colosal cantidad de nuestros recursos lo muestra muy ligado a la élite de la DC -aunque me temo que en temas de gestión no es un Blas Tomic-. De hecho, el ex presidente de EFE es casado con la hermana de Gutenberg Martínez. Si su condición de cuñado de Soledad Alvear pudo influir en su nombra miento, esto no nos sorprendería. Los oligarcas de la DC, como parte de la “gran familia de la Concertación”, son muy fieles al principio de la solidaridad familiar. Ejemplos sobran, pero ¿qué pensará un extranjero de Chile cuando ve que nuestro director alterno ante el BID -un cargo apetecido, imagino- es Alejandro Foxley? No es nuestro canciller. Es su hijo. Confieso no saber de diplomacia, pero esto no me parece muy diplomático. De acuerdo a los estatutos del BID, fue elegido por nuestro gobernador, el ministro de Hacienda. Si Velasco lo asignó por sus méritos, sería el primero en aplaudir. Pero tampoco tenemos cómo saberlo. Así, cada vez con mayor frecuencia, me asalta ese genio maligno cartesiano con su duda metafísica.

¿Se acuerda de las becas? Lagos Weber, cuestionado por su beca, rápidamente envió sus notas en un máster en Sussex. Según Mideplan, fue becado en 1991 para hacer un doctorado en Cambridge. No lo terminó. Peor aún, al parecer tenía otras ocupaciones mientras recibía la beca (*). Aunque la ley le exige a Mideplan el seguimiento de las becas, nunca se entregaron antecedentes de los cumplimientos. Mideplan debería publicar los cumplimientos y quiénes recomendaron a los becados. Como nunca se conocerán las recomendaciones invisibles -imagino que debe haber algunas- las recomendaciones visibles servirían para intuir si influyeron algunos pitutos.

Y para qué hablar del Congreso. Nuestros senadores debatieron qué hacer con el presupuesto de los designados. Se repartieron el botín. Cada uno recibe cerca de $ 2 millones mensuales adicionales “para asesorías”. No necesito recordar en qué terminaron algunas asesorías. Como si no dispusieran de recursos para asesorarse, un senador de la República simplemente hace copy y paste para presentar un nuevo proyecto de ley. Con ese ejemplo, ¿cómo les explica usted a nuestros escolares o universitarios que copiar, sin dar a conocer la fuente, es inaceptable? Un diputado, mientras trabajaba en una ley para acreditar la calidad de la educación superior, crea una empresa para prestar este servicio. Akredita, en sociedad con algunos próceres de nuestra educación superior, será una empresa pionera en este rubro. Por si fuera poco, un grupo de senadores promueve una ley para proteger la privacidad. Así convertiríamos a los honorables -y a nuestros gobernantes- en intocables.

La política está esencialmente ligada al poder. El poder, como ya sabemos, corrompe. En el amplio sentido republicano del término corruzione, la corrupción existe. Cuando el poder se mantiene en el tiempo, aumenta. Pero la mayoría de los chilenos es indiferente a la corrupción. Muchos la toleran. Pocos la reprueban. Aunque esta lista puede ser mucho más larga, Andrés Bello ya nos había advertido acerca de esta peligrosa combinación entre inmoralidad y docilidad. Así, aletargados en nuestra autocomplacencia, seguimos siendo dóciles espectadores de los juegos del poder.

(*) Información basada en carta pública de un miembro de la Cámara de Diputados publicada en El Mercurio.