La Tercera
Opinión

Cambio de rumbo

Sebastián Izquierdo R..

Cambio de rumbo

Si no adopta un enfoque pragmático y flexible esta administración solo será una anécdota. ¿Puede enmendar el rumbo? Desde luego y la forma la tiene delante de sus narices:  las urgentes preocupaciones ciudadanas.

Este 2023 está siendo otro año perdido. Con el proceso constituyente en curso y la conmemoración de los 50 años, ha quedado en evidencia que los consensos son incompatibles con los periodos electorales. Y eso que es un drama para el sistema político en su totalidad, lo es aún más para un gobierno que parece no darse cuenta que el tiempo corre en su contra. El tiempo cronológico y el político. El Chile de septiembre de 2023 no tiene nada que ver con el que aupó a Gabriel Boric a La Moneda. Algo que resulta evidente, no lo parece para el gobierno que insiste en estrategias para las cuales no tiene ni apoyo ni muñeca.

Si no adopta un enfoque pragmático y flexible esta administración solo será una anécdota. ¿Puede enmendar el rumbo? Desde luego y la forma la tiene delante de sus narices:  las urgentes preocupaciones ciudadanas. Aquellas que no demandan grandes negociaciones legislativas, pero sí ejecución, rapidez y determinación. Es decir, gobernar, no transformar. Seguramente, no era lo que el Presidente tenía en mente en marzo de 2022, pero la política es el arte de lo posible.

Para ello es esencial evolucionar desde un programa “transformador para un nuevo Chile”, hacia medidas concretas y rápidas que redunden en mejoras palpables en la vida de las personas. No es sorprendente que el 86% de la población perciba a Chile en un estancamiento o decadencia, dado el más de medio millón de desempleados y las advertencias de organismos internacionales que señalan a Argentina, Chile y Haití como las únicas naciones latinoamericanas que se contraerán.

No hay que extrañarse que solo un tercio considere que las políticas públicas reflejan sus preocupaciones. La delincuencia desenfrenada, no los indultos para reincidentes. Las listas de espera, no una voluntariosa reforma a la inglesa. Mejores pensiones, no desmantelar el ahorro individual. Y la lista podría seguir, pero si hay un punto en que el gobierno puede marcar la diferencia y dejar su sello es en la educación.

La reactivación implora un esfuerzo decidido desde el Estado. Debemos dejar atrás los cambios de paradigmas y enfrentar las graves consecuencias del cierre de escuelas durante la pandemia, que ha resultado en 1,3 millones de estudiantes con ausencias graves y un retroceso de 15 años en el Simce, además de impactos negativos en el desarrollo socioemocional.

Desde luego no es fácil, pero lo será cada vez menos si seguimos tardando. Quizás el gobierno no pase a la historia por una profunda reforma previsional o por un robusto “pacto fiscal”. Pero sí está a tiempo para transformarse en la administración que le cambió el rumbo a la vida de millones de jóvenes. Se trata de determinación y recursos. De capital político al servicio de una causa. Las herramientas están, pero el tiempo no sobra. Ni para los niños, ni para el gobierno.