Arnold Schwarzenegger, reconocidamente liberal en materias morales, fue bastante efectivo en apuntar en que no es necesario estar de acuerdo en todo con los republicanos – y él es un ejemplo de ello- para apoyarlos electoralmente.
Uno de los tantos avances de la medicina es la precisión con la que se realizan las operaciones. Ahora éstas, en general, se dirigen directamente a las zonas que requieren la intervención y apenas afectan otras zonas del cuerpo. Algo parecido ocurre con las campañas electorales. Éstas se enfocan cada vez mas a votantes particulares utilizando mensajes y figuras precisas que apelan a estos grupos dejando prácticamente indiferentes a otros. Estados Unidos, al igual que en otras disciplinas, lleva en el campo de la cirugía electoral la delantera. En el caso de las elecciones presidenciales, por las particularidades de su sistema electoral indirecto, ello es aún más evidente. En estas circunstancias, la tradicional maximización de votos pierde sentido. Lo que interesa son los electores que aporta cada estado y que van todos al candidato ganador antes que repartirse en proporción a las votaciones de cada uno de ellos en el estado en consideración. Pero, además, los electores que aporta cada estado no son estrictamente proporcionales a la población de cada uno de ellos.
Por eso se entiende que en estados que tienen una clara disposición a votar por el candidato demócrata o republicano no son mayormente alcanzados por las campañas presidenciales. Éstas adquieren, entonces, un carácter marcadamente estratégico y es lo que hace incorrecto e injusto realizar comparaciones en Estados Unidos a partir de votaciones nacionales. Si las elecciones se decidieran de esta manera, las estrategias serían distintas y, por tanto, también, los votos obtenidos por cada una de las candidaturas presidenciales. Las características del sistema electoral estadounidense llevan, entonces, a que los mensajes de las candidaturas se concentren en un grupo muy preciso de votantes como lo son los electores de estados como Ohio, Pennsylvania, Missouri o Florida.
Hasta ahora parece ser la campaña de Bush la que ha logrado hilvanar una estrategia más adecuada para apuntar a esos electores que decidirán la elección. John Kerry durante la convención demócrata y en las semanas posteriores ocupó mucho tiempo en exaltar sus bondades personales para lidiar con potenciales amenazas a la seguridad de Estados Unidos. Para ello destacó mucho su desempeño en Vietnam. Algo de ello era necesario, habida cuenta que se ha cuestionado su capacidad para liderar a su país en las circunstancias actuales. No es que los estadounidenses estén satisfechos con lo que ha sucedido en Irak o todas las actuaciones de su gobierno después del 11 de septiembre de 2001, pero no dejan de sentir que su seguridad está amenazada y que se requiere un líder que pueda tomar decisiones duras en tiempos difíciles.
Pero al haberse centrado tanto en su persona, la candidatura de Kerry no sólo se expuso a ataques personales que no tardaron en llegar y que, más allá de las formas que tomaron, minaron su credibilidad en este frente, sino que también dejó de lado un mensaje que apelara a esos votantes que decidirán las elecciones. En buenas cuentas, faltó esa precisión quirúrgica tan necesaria en la política actual.
En cambio, el Presidente Bush, usando las figuras apropiadas y ofreciendo una nueva agenda para desarrollar durante un eventual segundo gobierno se ha dado maña, como quedó en evidencia en la reciente convención republicana, en apelar a esos votantes que tienen en sus manos la elección del próximo 2 de noviembre.
El conocido actor y ahora popular gobernador de California estaba ahí no sólo como un emblema del sueño americano – olvidando convenientemente su parentesco político con la familia Kennedy- sino especialmente como una señal de que el partido Republicano y el propio Presidente Bush son más inclusivos de lo que sus detractores argumentan.
Schwarzenegger, reconocidamente liberal en materias morales, fue bastante efectivo en apuntar en que no es necesario estar de acuerdo en todo con los republicanos – y él es un ejemplo de ello- para apoyarlos electoralmente. El propio Bush, más que defender su papel en los últimos cuatro años, presenta una nueva agenda que si bien nadie tiene muy claro cómo se financiará, tiene la virtud de recordarnos que las elecciones tienen mucho que ver con esperanzas y, por tanto, con el futuro antes que el pasado.
Todavía es muy pronto para saber quién ganará esta elección, pero las encuestas recientes sugieren que Bush está tomado la delantera y, desde el propio establishment demócrata, arrecian las críticas a la campaña de Kerry. La elección estadounidense parece dejar una vez en evidencia que, como en la medicina, la precisión es indispensable.